ANA SAMBOAL-EL DEBATE
  • A base de rescates primero y de subvenciones y subsidios después, han transformado una economía de mercado más o menos liberal y pujante en un modelo sostenido por ayudas públicas que garantizan el sostenimiento del consumo y el correspondiente pago del IVA
No hay más ciego que el que no quiere ver y la reacción a la radiografía que arroja el mercado laboral al término del año es la prueba que valida el refrán. En Trabajo, se congratulan de una caída del paro que deja la tasa del desempleo al nivel de 2007 y no pueden o prefieren no darse cuenta de que ese descenso es el más raquítico de los últimos doce años o de que haya más de un millón de parados escondidos bajo leyendas varias en la estadística oficial. No es casualidad que se repitan los patrones del inicio de la Gran Recesión. Aunque nadie espere una contracción del calibre de la que se produjo entonces, otra vez la industria se contrae con fuerza, como lo hizo en 2007, a pesar de la ingente inyección de fondos europeos que el tejido productivo debe o debería haber recibido. Es difícil calcular el impacto, porque si la concesión peca de poca transparencia, los datos de ejecución son opacos o no existen. Nadie espera un estallido virulento como el que se produjo hace algo más de una década porque aunque la morosidad repunte, los bancos están aparentemente sanos y no parece haber burbujas en sectores estratégicos de actividad, pero si se produjera algún episodio puntual de crisis, el preocupante endeudamiento del sector público nos ha dejado sin margen de maniobra.
España se encamina hacia la próxima recesión, llegue cuando llegue, que acabará por hacerlo, con déficits de capital financiero, empresarial y humano. A base de rescates primero y de subvenciones y subsidios después, han transformado una economía de mercado más o menos liberal y pujante en un modelo sostenido por ayudas públicas que garantizan el sostenimiento del consumo y el correspondiente pago del IVA. El esfuerzo, el talento, el mérito, el riesgo no tienen futuro ni recompensa. Al contrario, la clase media trabajadora, empresa, el emprendedor visionario se rendirán ante la voracidad de una Hacienda que necesita mantener la máquina de la extorsión a pleno rendimiento para que la locomotora siga tirando de los vagones. Que la recaudación de la Seguridad Social por cotizaciones y costes de los empleados haya crecido más de un diez por ciento en el último ejercicio, más del doble de lo que ha hecho el empleo, es la muestra palpable de que se está cargando todo el esfuerzo del avance aparentemente social sobre uno de los dos platos de la balanza. Hasta que acabe por desequilibrase.
Entretanto, podremos seguir entreteniéndonos con piñatas de muy mal gusto, con el espectáculo degradante de un partido que podría haber representado dignamente a un sector de la sociedad y ha preferido colgarse una soga al cuello. Podremos tirarnos los trastos a la cabeza del «Y tú mas» y el gobierno que ha hecho del pan y circo, del subsidio y la bronca (y de la mentira) su modo de vida, su herramienta para ir tirando, al menos hasta mañana, lo agradecerá. Patxi hará el teatrillo temblando de miedo ante Vox, porque ése es su cometido, mientras desayuna y negocia la proxima regalía con los del tiro en la nuca.
La degradación moral, ética y económica seguirá avanzando. Pero el problema en los telediarios no será ése, sino el de cuatro tipos subidos de adrenalina pegando palos a una piñata.