Ignacio Camacho-ABC

  • Prioridad para Cataluña. El Covid es una rémora inoportuna en la operación estratégica que abrochará la legislatura

Desde el pasado fin de semana no hay más prioridad para Sánchez y su Gobierno que las elecciones en Cataluña. ¿El «bicho»? Cosa de las autonomías. ¿El atasco de las vacunas? Problema de Europa, que no trae las dosis, o del consejero listillo de Murcia, o del Jemad y hasta de la alcaldesa de Molina del Segura, que no tenían que haberse puesto las suyas. Ya encontrará Iván alguien o algo al que echarle la culpa y que sirva de carnaza para las tertulias. Que nadie moleste al César con esas minucias ahora que está embarcado en la operación estratégica que abrochará la legislatura.

La crecida del Covid queda en segundo plano cuando llega el momento de hacer política. Las encuestas vaticinan que hay una oportunidad real de hacer presidente de la Generalitat a Salvador Illa. Y como siempre es preferible un incompetente que un delincuente, si se da el caso será presentado con gran fanfarria propagandística como un triunfo constitucionalista aunque se trate sólo de una verdad relativa. Es decir, de media mentira. Porque en el mejor de los supuestos, esa maniobra no será posible sin que el independentismo republicano forme parte, con los Comunes, de una mayoría de poder repartida mediante una ecuación tripartita. En una estructura electoral tan dividida no hay fórmula viable sin participación separatista, por mucho que Arrimadas se postule con candidez infinita.

De las urnas catalanas sólo pueden salir dos alianzas de gobierno. Una, la actual, la de los partidos sediciosos, con las CUP extremistas como refuerzo. La otra, el citado tripartito entre el PSC, Esquerra y la plataforma autóctona de Podemos, la combinación que Iglesias y Junqueras diseñaron en casa de Roures poco antes del golpe insurrecto. Importa el orden de los factores pero Sánchez jugará fuerte por su candidato aunque no quede primero, con la baza de los indultos y una buena colección de privilegios. Le puede salir bien; otra cosa es que resulte correcto hablar de constitucionalismo stricto sensu estando por medio unos socios que no le profesan a la Carta Magna excesivo respeto. Después de la experiencia de los últimos tiempos, el mal menor cotiza en Cataluña a muy bajo precio.

Queda un pequeño detalle suelto: la fecha. Y un virus galopante con capacidad objetiva de comprometerla. Por más que la UE haya fijado un criterio de cuarentena que hoy por hoy obligaría a confinar a España entera, pocos jugadores, por ludópatas que sean, apostarían a que Sanidad autorice medidas de restricción severa antes de que el tribunal que debe decidir sobre el decreto de aplazamiento emita sentencia. Si para proteger una manifestación feminista ocultó la emergencia sería raro que interviniese cuando es la culminación del proyecto de Sánchez lo que está sobre la mesa. Una coyuntura tan bien perfilada, tan redonda, tan perfecta, no la debería arruinar algo tan prosaico como una pandemia.