Patxi López ha pedido públicamente a José Luis Rodríguez Zapatero que reaccione, evitando reconocer así que él también debería reaccionar. Si el presidente del Ejecutivo cae, arrastrará tras de sí a muchos, incluido López. A no ser que, pañuelo al cuello, se apreste a dejar de lado la Lehendakaritza para postularse como alternativa al frente del PSOE.
Las vacaciones que en agosto acostumbran a tomarse los actores de la política se asemejan al descanso de los deportistas que, tras cada temporada, necesitan parar con el objetivo de dar inicio a un nuevo ciclo que les mantenga cuando menos donde estaban. El parón estival no sirve únicamente para reponer fuerzas. También es empleado por los políticos para idear el nuevo curso precisamente cuando se suspende la competición y cada participante alimenta, al no toparse con sus adversarios, la sensación de que es dueño de su destino.
El regreso del lehendakari Patxi López a la actividad, pañuelo festivo al cuello, le condujo el pasado miércoles a un discurso poco consciente de los límites a los que se enfrenta su propio Gobierno, para enviar un mensaje demandando «fortaleza» al presidente del Ejecutivo José Luis Rodríguez Zapatero, nada menos que en nombre de los barones del PSOE. Cabría pensar que los responsables autonómicos del socialismo español, López entre ellos, han experimentado durante el descanso estival un cierto espejismo.
Porque aunque la situación por la que atraviesa Zapatero es muy apurada, ninguno de ellos -y podríamos pasar lista empezando por José Montilla o José Antonio Griñán- está en condiciones de aportar un gramo de esperanza por la recuperación de las expectativas socialistas. Aunque tras esa especie de ilusión óptica, por la que los barones se verían autorizados a exigir a su secretario general y presidente del Gobierno una reacción, se está produciendo un movimiento dirigido a prepararse para la etapa post-Zapatero. Los más próximos a éste, tratando de cerrar filas para minimizar los daños, y todos los dirigentes socialistas dando por descontado el paso del PSOE a la oposición. Comienza a cundir la idea de que cuando Rodríguez Zapatero pierda las elecciones nadie se le acercará a animarlo. Pero la soledad del presidente no supone que el resto se reharía a corto plazo.
Es el escenario en el que Iñigo Urkullu ha erigido su propio pedestal para recordar a Patxi López que el destino de Zapatero depende del PNV. La dirección jeltzale da muestras de sentirse fuerte ante la debilidad de quien requiere sus votos y la incomodidad suscitada en el PSE-EE. El apoyo de los diputados nacionalistas permitiría al jefe del Ejecutivo prolongar la legislatura sin muchos visos de que ello le sirva para eludir la derrota en las próximas generales. Urkullu se muestra convencido de que el presidente de Gobierno no tiene escapatoria: sólo podría evitar la maliciosa oferta jeltzale afrontando una derrota parlamentaria que le llevase a convocar elecciones anticipadas, o trabajándose el favor de CiU al precio de descolocar al PSC.
El coste de desairar a los socialistas vascos parece, hoy por hoy, más llevadero para el PSOE. A no ser que, en su alarde de fuerza, el PNV acabe convirtiendo la negociación de los Presupuestos en una secuencia grotesca de imposible venta en el resto de España y de difícil asimilación para una buena parte de la opinión pública vasca. De hecho si los jeltzales no explicitan sus condiciones es porque les resulta complicado conciliar su tono de exigencia con una propuesta viable.
Pañuelo al cuello, la política pierde todo pudor para mostrarse como el arte de alcanzar el poder. El PNV continúa tratando la llegada de López a la presidencia de Euskadi como una operación moralmente reprobable. De manera que puentear al Ejecutivo socialista para pactar con Rodríguez Zapatero se presenta como la réplica merecida a la ambición del actual lehendakari y los suyos. Una operación justificada, además, por el hecho de que, según Egibar, el jefe del Ejecutivo autónomo no siente este país y por eso tampoco lo sabe defender. No creen necesario explicar a los ciudadanos las ventajas que ofrecería el regreso de un jeltzale a Ajuria Enea, basta con que la opinión pública perciba como algo provisional la estancia de López en el palacio presidencial vasco.
Pañuelo al cuello, el actual lehendakari no acaba de vestirse como tal. Quizá eso le ayude a sustraerse de la situación por la que atraviesa su Gobierno, que empieza a transmitir la sensación de que su objetivo es transitar por la legislatura sin que los populares le sometan a sobresaltos y salvando de puntillas los comicios forales y locales del próximo año mediante un mapa heterogéneo de coaliciones en diputaciones y ayuntamientos.
Quizá la dialéctica de la descalificación global que emplea la oposición jeltzale vaya en ventaja de la inanidad gubernamental, porque permite soslayar una evaluación rigurosa del alcance real y del grado de cumplimiento de los planes y promesas que ha ido formulando el Gobierno autónomo. Patxi López ha pedido públicamente a José Luis Rodríguez Zapatero que reaccione, evitando reconocer así que él también debería reaccionar. Si el presidente del Ejecutivo cae, arrastrará tras de sí a muchos, incluido López. A no ser que, pañuelo al cuello, se apreste a dejar de lado la Lehendakaritza para postularse como alternativa al frente del PSOE.
Kepa Aulestia, EL CORREO, 29/8/2010