Para Fernando Altuna

FUNDACIÓN PARA LA LIBERTAD 28/06/17
JOSÉ IGNACIO EGUIZÁBAL

Querido amigo:

Lamento escribirte para algo tan triste. Ha muerto Fernando Altuna. ¿Qué quién es?, una de las muchas víctimas de la banda. Su padre fue asesinado en 1980 cuando Fernando tenía 10 años. Treinta y siete años más tarde se ha suicidado.

Gravedad sobre gravedad, abismo sobre abismo: nunca supo quien o quienes lo asesinaron. Solo que fue la facción político-militar de la banda, como se autodenominaban entonces. Negociaron su disolución y consiguieron impunidad. Si me permites un paréntesis, ahora no nos ha ido mucho mejor. La banda estaba derrotada policialmente pero se negoció con ella. Se consiguió que oficialmente dejara de matar (como si valiera de algo la palabra de unos facinerosos) pero no que se disolvieran. Y, sobre todo, su brazo político consiguió volver a las instituciones sin condenar sus fechorías.

Creo que un abismo debió abrirse en el alma de ese muchacho de 10 años entonces y ese abismo le ha devorado. El vacio gélido de la inhumanidad, del crimen. Seríamos estúpidos si considerásemos los crímenes de la banda como meros asesinatos. La banda asesinaba con fines políticos. Imponía el terror para aplicar su programa: nacionalismo radical fundamentalmente y después, socialismo comunista.

Sería estúpido, por eso mismo, considerar que la banda era algo similar a la Baader-Meinhof (y no quiero evitar ninguna repugnancia hacia esos asesinos). No. La banda es (como te digo, no tiene ninguna voluntad de disolverse), ante todo, radicalmente nacionalista. Por eso el daño en el tejido social ha sido tan inmenso.

El nacionalismo –lo recordó hace años H. Arendt- es lo contrario de la ciudadanía. Implica su anulación. Una raza, una lengua, un territorio…y el otro, el maketo, el inferior, el charnego, el cacereño, el español. Le echan a uno de su tierra porque no es auténticamente vasco. El nacionalismo implica el derecho exclusivo de propiedad sobre “su” tierra. El otro se va. Entre doscientos y trescientos mil en los últimos 40 años se han marchado del País Vasco. El nacionalismo no violento si no te conviertes, te echa. Lo primero, la aspiración a hablar exclusivamente la lengua del Amo. Después, querer la independencia de la tierra, la liberación del yugo extranjero, o sea, del resto de los ciudadanos. Algo perfectamente ridículo si no fuera sobre todo trágico. El nacionalismo violento, simplemente, te asesina. Ambos representan lo contrario de la convivencia basada en el respeto a las leyes de todos, en la libertad, en el reconocimiento de lo complejo del sentimiento de identidad individual y lo problemático, lo peligroso de hablar de identidades colectivas en estados consolidados donde la intersección, las intensidades y la mezcla es radical. El nacionalismo pervierte el afecto a una tierra transformándolo primero en afecto exclusivo, después en el único modelo de afecto y al final haciendo a esos individuos sujetos de derechos. Algo demencial y peligroso

Un estúpido invento del siglo XIX, el nacionalismo no tolera una de las realidades fundamentales del ser humano: la historia, lo que vale tanto como decir, la realidad. Va de la Arcadia feliz que fue en un momento mítico a la nueva Arcadia que será cuando se independicen. El invento más peligroso para la convivencia. Hasta puede decirse que nacionalismo y convivencia son contrarios.

Fernando ha sido, en realidad, la última víctima de la banda, la 859. El abismo que se abrió en su corazón no se pudo cerrar nunca y no pudo hacerlo porque la impunidad de los asesinos lo hacía cada vez más hondo, más profundo. Porque había que comprender a los nacionalistas, porque tenían derechos…porque había que convivir con ellos. Porque mandan. Porque si los criticas eres un facha, un franquista.

¿Sabes que hay 374 crímenes de la banda sin esclarecer? Tengo un informe en mi mesa en que historiadores como Santos Juliá o Antonio Elorza denuncian que se han destruido premeditadamente en el País Vasco más de 70 toneladas de documentación sobre temas relacionados con el terrorismo en el ámbito civil, penal y contencioso administrativo. Cada vez será más difícil escribir la historia de los hechos. De criminales y víctimas, de compinches y de familias destrozadas.

Me posee una profunda tristeza y creo que nuestra obligación es intentar iluminar esa sima oscura que se tragó a Fernando. Debemos hacer todo lo posible para que se ilumine la realidad, el espanto. Que se busquen a los asesinos y que reconozcan sus crímenes, que nadie pueda ostentar un cargo público en ninguna parte de España sin condenar los asesinatos terroristas. Y defender al ciudadano frente al saqueo moral y cívico del patriota. Frente al disolvente del nacionalismo. El cáncer de la convivencia.

Espero volver este otoño a Nashville. Aún recuerdo nuestra última visita al Bluebird donde un grupo perfectamente desconocido interpretó maravillosamente Tennessee Jed, de mis queridos Dead. Me alegra saber que Nashville es tu casa, como Durango. Lo mismo me ocurre a mí con Tubinga. Y con algunos sitios más. Un fuerte abrazo.