ABC 04/03/15
FORO ABC, ALBERT RIVERA
· El presidente de Ciudadanos defendió la unidad de España y que se ponga de moda «la solidaridad entre españoles»
· Mensaje para el PP: «Cada vez que Cospedal o Floriano nos atacan, subimos en las encuestas»
· Cataluña y los nacionalismos «El único antídoto contra el separatismo es un proyecto para España, el renacimiento civil de nuestra nación. La nueva situación debilitará a los separatistas» La Transición y el proyecto de país «Suárez, González y Aznar tuvieron un proyecto para España. Ahora no lo hay. Reivindico la Transición, que puso de acuerdo a gente que se mataba a tiros»
· Aviso a Podemos «Vamos a reformar sin romper ni dar gritos. Porque el modelo de Venezuela es imposible en España; es incompatible con la Unión Europea» Cuidar España «Una nación, como una familia o una persona, tiene que cuidarse. En los últimos años no hemos cuidado a nuestra nación ni a los ciudadanos»
· La falta de acuerdo con Rosa Díez «Durante siete años, en cuatro ocasiones hemos intentado el acuerdo. Pero la dirección de UPyD ha dicho siempre que no. La sociedad lo juzgará»
«Un país donde la unidad de España sea un valor, como en Estados Unidos o en Francia. Un país donde el Gobierno no se apoye en nacionalistas cuyo objetivo sea acabar con España. Un país que se cuide, como se cuida a las familias o a las personas. Un país que pacte su educación y que no deje caer a los más débiles. Un país que no dirija la vida de sus ciudadanos sino que respete su libertad. Un país donde se reforme sin romper las reglas del juego. Un país que reivindique su pasado, su Transición, que puso de acuerdo a personas que se mataban a tiros. Un país donde se propongan cosas y no solo se proteste y se grite. Un país que tenga una clase media fuerte. Un país que acabe con la partitocracia pero no necesariamente con el bipartidismo. Un país con un Senado eficaz o, si no, sin Senado. Un país con proyecto. O un proyecto país, como el de Suárez, González y Aznar.»
Así dibujó o coloreó España ayer el presidente de Ciudadanos, Albert Rivera (Barcelona, 1979), en el Foro ABC, organizado por Deloitte. No tiene escaños en el Congreso ni siquiera ha decidido si será o no candidato a La Moncloa, pero a Rivera los sondeos lo llevan en volandas al éxito: no hay encuesta que no le otorgue entre un 12 y un 14% de apoyos, ni analista que no le nombre oficiante primero en el entierro del bipartidismo. Por eso, tenía que vestirse de largo en el corazón de la capital de España, mutado en un endiablado tablero político, en el que los partidos nacionales serán examinados el 24 de mayo. Los resultados en la capital darán o quitarán razones para gobernar España o para saber si, como sostuvo el líder emergente, «lo que está en crisis es la partitocracia y no el bipartidismo». Por eso, Rivera, sin leer una sola cuartilla y pertrechado por sus flamantes candidatos al Ayuntamiento (Begoña Vallacís) y a la Comunidad (Ignacio Aguado), dijo ante decenas de empresarios, políticos y miembros de la sociedad civil qué quiere y qué no para España. Y entre lo que no quiere, algo en lo que han incurrido distintos Gobiernos: «Ser socios de los que quieren romper la nacion»; fue su primer, aunque no único, aldabonazo contra el nacionalismo, al que augura un claro debilitamiento con la fragmentación del Parlamento.
Basó su modelo de país en un «proyecto de valores, donde la unidad de España y los valores civiles y constitucionales sean respetados». Su partido nació en Cataluña y es allí donde, por el momento, tiene su escaño Rivera. Sabe bien, pues, que el «único antídoto contra el separatismo es un proyecto para España, el renacimiento civil de nuestra nación». Aseguró que su formación lo tiene y está edificado sobre «una reforma del sistema de partidos que está obsoleto; en el establecimiento de primarias obligatorias en los partidos; en una reforma de la ley electoral; en hacer sostenible la administración pública con la eliminación de organismos como las diputaciones; en acabar con las duplicidades; en la separación de poderes y en un pacto nacional por la educación».
La ola de Rivera, como la que acarició a Octavio Paz en su delicioso cuento, se ha adelantado a todas las olas. Él sostiene que a las olas del PP («cada vez que Cospedal o Floriano nos ataca, subimos en las encuestas»), pero también a las del PSOE y a las de Podemos. No faltaron los mensajes al partido de Pablo Iglesias: «Para gobernar España hay que proponer y no solo protestar», sostuvo, y terminó de catalogar a sus enemigos: «El modelo de Venezuela es imposible en España porque es incompatible con la UE». Defendió la economía de mercado pero con justicia social. Es decir, colocó su diana ideológica en un terreno hasta ahora del PP: recuperar una clase media fuerte. O lo que es lo mismo, conquistar a parte del electorado que, según la demoscopia, ha perdido Mariano Rajoy. El equipo de Ciudadanos sabe que entre tres y cuatro millones de votos del centro inclinan indefectiblemente la balanza electoral: hasta ahora en favor del PP o del PSOE, pero Rivera confía en que su partido también compita por ese bocado. Por eso bromeó con la obsesión del número tres de Génova, Carlos Floriano, en llamar a su formación «Ciutadans» (con el vocablo catalán), y criticó la afición del presidente «por el plasma».
Cifuentes, espectadora del PP
Muy cerca de la tribuna de oradores del Casino de Madrid, le escuchaba Cristina Cifuentes, la única dirigente del PP que acudió a la cita política con Rivera. No pasó inadvertida la presencia de la delegada del Gobierno a pocos días de que Rajoy despeje el nombre de su ticket madrileño.
El líder de la que puede convertirse en cuarta fuerza política (o tercera, según las encuestas) en España, que suma 200 afiliaciones diarias –según reveló ayer– quiere «poner de moda la solidaridad entre españoles» y reivindicar la transición «que trajo muchas cosas buenas a nuestro país y tuvo la virtualidad de poner de acuerdo a personas que se mataban a tiros».
Al término del coloquio, Rivera, como en un partido de pimpón, respondió a las dudas que genera su partido a 80 días del 24-M. –¿Rosa Díaz? –Hemos intentado cuatro veces pactar. Pero la dirección de UPyD ha dicho que no. La sociedad lo juzgará. –¿Su partido también es unipersonal? –Por estatutos está prohibido. Y nosotros tenemos equipo y banquillo. –¿Algo bueno de Zapatero? –El pacto contra el terrorismo. Y lo malo… es imposible en una intervención tan corta. –¿Algo bueno de Rajoy? –Sacar a España del coma. Pero la ha dejado en la UCI: le recomiendo más prudencia y empatía.
Y Rivera se fue sin aclarar si será o no candidato a las generales. Los resultados en Andalucía decidirán.
Rivera apuesta por cambiar la ley electoral y recuperar la separación de poderes
· Propone un pacto por la educación y que la política «quite sus zarpas de la justicia»
Cinco grandes reformas están en el eje de las políticas que Albert Rivera, el líder de Ciudadanos, considera necesarias para que España salga adelante. Supondrían un zafarrancho en el funcionamiento de los partidos políticos, la ley electoral, las administraciones públicas, la separación de poderes y la educación. Sólo con ellas, cree el político, se conseguirá su objetivo: un «renacimiento civil» del país.
La expectación ante la presencia de Rivera en el Foro ABC-Deloitte es directamente proporcional a la cercanía de las elecciones: cuanto más próxima está la cita con las urnas, más sube su formación en las encuestas y más interés muestra la sociedad por sus mensajes. Rivera lo sabe, y se recrea en sus explicaciones, didácticas y en un lenguaje más fresco del que la rutina política ha terminado imponiendo.
Sus cinco propuestas comienzan por cambios en el sistema de partidos políticos, que «está obsoleto», y donde deberían ser obligatorias las primarias para elegir dirigentes. Continúa con el sistema electoral, necesario de más transparencia «en financiación y en sueldos de los políticos», y también de listas abiertas que eviten que «haya personas en cargos a las que nunca se hubiera votado».
Senado: reforma o cierre
La tercera gran reforma que propone Albert Rivera se refiere a las administraciones públicas, y eso cubre un amplísimo espectro: desde eliminar las diputaciones –«pero, claro, para eso hay que enfrentarse a los de tu propio partido…»–, a reducir el número de ayuntamientos «como ha ocurrido en toda Europa», y hacer «algo» con el Senado: «O lo reformamos, o lo cerramos».
Hay, dijo, realidades imposibles: «No puede haber una televisión pública en cada provincia, o varias en una misma comunidad; eso no pasa ningún test de sostenibilidad».
Una cuarta línea de reformas persigue una efectiva separación de poderes. Frente a quienes dicen que Montesquieu ha muerto, indicó, «algunos han ido a pisotear la tumba para asegurarse». Propuso eliminar las «injerencias», y más crudamente, que «la política quite sus zarpas de la justicia». Y para ello, por ejemplo, es necesario «que los fiscales elijan al Fiscal General del Estado; que en el Constitucional no haya un señor de un determinado partido, o que la mayoría del Poder Judicial se componga de jueces».
Pero la gran reforma pendiente, insistió, es la de la educación: «Estamos obligados moralmente a llegar a un pacto nacional» en esta materia, porque el actual modelo «es del siglo pasado, memorístico y no adaptado a las nuevas tecnologías», que son «algo más que poner una pizarra digital». Defendió una educación con el inglés como lengua vehicular, que forme ciudadanos y empleados cualificados, y que sea un factor de valor añadido en la economía, porque «no podemos, ni queremos, competir en salarios bajos con Marruecos o China».