IGNACIO MARCO-GARDOQUI-EL CORREO

  • El sistema electoral que acordamos y practicamos requiere una pensada, que no se hará porque abriría la caja de Pandora

Lo único bueno que ha tenido todo el proceso de aprobación de la reforma laboral ha sido eso, que se ha aprobado la reforma con el consenso de los agentes sociales y el esperpento de los partidos políticos. Se ha dicho ya todo. Solo quería enfatizar la enorme capacidad, realmente envidiable, de la izquierda para orientar los debates. Se ha hablado hasta la saciedad y se les ha demonizado a los dos representantes de UPN, acusados de mentir y de venderse. Mucho menos protagonismo final han tenido las mentiras del presidente Sánchez, que prometió primero, reafirmó después y firmó finalmente que iba a derogar lo que luego solo ha retocado. De eso se habló antes, pero no ahora.

Lo de la compra de voluntades de los diputados navarros es aún más curioso. El PSOE llegó a un acuerdo con UPN, con quien intercambiaba sus votos por el cese de hostilidades a su alcalde de Pamplona. Pero, al parecer, eso no es una compra sino un alarde de diplomacia de altura y una muestra de postura dialogante. Cuando pactan con el PNV, ERC, Bildu, etc. ¿les convencen de la bondad de sus Presupuestos y de sus leyes o intercambian ‘favores’? Pues a los dos diputados rebelados en contra de su dirección les han colocado en la estantería de los villanos de la Historia, al lado de Bruto, Bellido Dolfos o Efialtes de Tesalia. Y eso que nadie ha presentado la mínima prueba de esa supuesta compra.

Acepto, aunque no me gusta, la disciplina de voto de unos diputados que fueron elegidos en la lista cerrada de un partido. Pero si no pueden separar su voto personal de la orden grupal, ¿no sería más útil reducir el número de diputados y hacerlos coincidir con el de partidos representados, y que cada uno de ellos vote de manera ponderada en función de los escaños alcanzados? El resultado operativo sería igual, pero el coste infinitamente menor.

«El nuevo SMI, junto a los incrementos de las cotizaciones sociales, supone un cerco al empleo»

El sistema electoral que acordamos y practicamos requiere una pensada, que no se hará porque abriría la caja de Pandora. En las elecciones de hoy, asistiremos al enésimo episodio de un cantonalismo exacerbado que crece y nos conduce al absurdo. Limitar la representación en el Congreso a los grupos que alcancen una mínima representación en los comicios, como hacen en Alemania, parece una idea sensata, pero ¿qué dirían los partidos nacionalistas? Hay guerras que se iniciaron con motivos más pequeños.

El Gobierno presentó el acuerdo laboral previo alcanzado con los agentes sociales como la justificación evidente de la bondad de la reforma. Pero al cabo de pocas horas cambió el criterio y ya no necesitó a los empresarios para subir el Salario Mínimo. Ahora se trataba de ‘dignificar el trabajo’. El Opus Dei no lo hubiera dicho mejor. Pero, ¿es que antes no lo era? Pues eso de establecer el nivel digno de un salario, en el que siempre se contempla la contraprestación y nunca la prestación, es una tarea ardua.

Si buscamos el consuelo de la comparación exterior, veremos que el SMI español prorrateado en 12 mensualidades es de 1.126 euros al mes, lo que supone un 24% más que la media europea y supera con creces al de países que nos han adelantado en el PIB ‘per cápita’, como Lituania, Chequia o Chipre. Si cruza el charco verá que es un 27% superior al de Estados Unidos, como recordaba recientemente el presidente de Acción Liberal. ¿Sirven estos datos para medir el nivel de ‘dignidad’?

Resulta evidente que el nuevo SMI, sumado a las elevaciones de las cotizaciones sociales, supone un cerco al empleo y no aliviará la situación de los más de tres millones de parados que nos avergüenzan. Hay muchas estimaciones de los empleos destruidos por estas medidas y sus resultados no son concluyentes. Lo que nadie estima, porque no se puede, es la cantidad de empleos que no se crearán por su culpa. Y de eso, nadie responde.