- Una derrota tras otra, un rosario de puñadas en la quijada del gran caudillo de la Moncloa a cargo del líder de la derecha, a quien los asesores del presidente despreciaban por inútil y palurdo
A tal punto desconcertó el ‘efecto Feijóo a La Moncloa que el presidente del Gobierno llegó a reclamarle al líder de la oposición, en sede parlamentaria, que ‘vengan ustedes lavados’. En una época tan quebrantada, en un tablero tan maltratado, esa expresión sonó a recurso desubicado de guionista de cuarta. Un argumento que evidencia debilidad y decadencia por parte de quien lo esgrime.
Este verano se escucharon muchas sandeces desde el Ejecutivo. Los 800 asesores de Félix Bolaños repartieron entre los ministros una serie de improperios con los que atacar al gallego recién aterrizado en Madrid para deshacer su imagen invicta. Descalificaciones abruptas, invectivas calamitosas. Le dijeron de todo.. «Vago, ignorante, incompetente, extremista,, mentiroso, trumpista, negacionista, insolvente, radical...» Fue el primer síntoma de la febril inquietud que atenazaba al PSOE con el relevo en el sillón de mando de Génova. Sánchez entró a saco en la gresca. En el primer cara a cara en el Senado, recurrió a un latiguillo estéril: «Usted es un insolvente o tiene mala fe». La escalada de agresiones fue subiendo de tono, conforme avanzaban las optimistas expectativas del PP en los sondeos. Del ‘vengan lavados’ se pasó a lo de ‘curandero’ para, finalmente, derivar en que Feijóo es un monigote colocado allí por los señores del puro y otros ‘poderes ocultos’. La marcianada conspiranoica.
Hay en Génova más mentes de las que algunos sospechan y más cerebro del que se le atribuye. Dos directos a la quijada afectaron muy severamente al caudillo socialista
«El efecto Feijóo se desinfla», coreaban las cacatúas orgánicas por los platós. La ruptura de la negociación para colocar semovientes diversos en el Consejo del Poder Judicial pareció afectar, muy levemente, al ascenso de la derecha. Un espejismo. Hay en Génova más mentes de las que algunos sospechan y más cerebro del que se le atribuye. Dos directos impactaron en la quijada del monstruo. Primero fue el recuso que frenó el tramposo cambio de mayorías del CGPJ y el TC, mediante una superchería de enmiendas intragables.
Luego, la defenestración política de un tal Bandrés la mandíbula de un Bandrés, al que la izquierda desencuadernada pretendía asegurarle un sillón en el Constitucional, para facilitar la presidencia de Conde Pumpido. Otro intento fallido. Otra derrota del inhábil Bolaños y otro victoria del supuestamente pazguato Feijóo. «¿Pero no era tan lelo, pero no era tan pazguato?, se preguntan los cermeños de Ferraz. El estado de ánimo en Moncloa es calamitoso. Se acumulan los problemas, no cesan los traspiés. Amén de los señalados, que truncaron el diseño de Sánchez para hacerse con el vértice del tribunal de garantías, hay que subrayar la estadística de mujeres asesinadas por sus parejas en una oleada de horror.
Todas las miradas conducen a Irene Montero y su disparatada ley del sí es sí: Revuelo indisimulado en el seno del Ejecutivo. Cruce de golpes y navajas. Pedro no asoma la gaita. Los ministros socialistas cargan contra el sector morado, ‘esa pandilla de gandules inútiles‘, según habitual expresión de la titular de una importante cartera. Más de una docena de crímenes domésticos en los que llevamos de mes en coincidencia con un escenario de pederastas y violadores saliendo de la prisión. El gobierno más feminista de la historia naufraga en su principal cometido.
Un magro cheque de doscientos euros para alimentos, como en la posguerra, ebn el kirchnerismo, en el castrismo. Ni veinte euros por familia, ni cinco euros por persona
«Esto lo arregla en bolsillo», apuntó el siempre certero Bolaños tras perfilar con Nadia Calviño, muy perjudicada con el episodio nepótico de su esposo, el paquete de dádivas y limosnas para borrar el diciembre de los desastres: la retirada de sedición, malversación, la suelta de violadores, el rosario de crímenes de género y otras iniciativas despreciables. Un magro cheque de doscientos euros para alimentos, como en la posguerra. No toca ni a veinte euros por familia, ni cinco euros por persona. Feijóo, en su resumen del año, subrayó «la inmoralidad que se financie con 400 euros las actividades de ocio con el bono joven mientras se da un cheque de 200 euros a las familias vulnerables para comprar alimentos». Dolió. Eme Jota Montero saltó rauda de su catalepsia: «Más inmoral es dar ruedas de prensa desde una sede pagada con dinero negro». En ese momento, Carmen Martínez Aguayo, mano derecha de Griñán, ingresaba en la cárcel para cumplir una condena de seis años por la corrupción de los Eres.
«¿Y tú, qué tienes para enorgullecerte?», le preguntarán, como el Eclesiastés, al engreído caudillín sus baroncitos temblorosos ante este año de las urnas. ¿Qué le pueden vender a la plebe? ¿Acaso un chequecillo ridículo que ni se sabe cuándo se cobrará? ¿Una bajada del IVA en el súper que no da ni para un cortado? ¿Un relevo en el TC que ni les atañe ni les importa? ¿Una amnistía a los golpistas catalanes? ¿Una desmedida generosidad para con los violadores? ¿La trama corrupta que empieza a divisarse en Valencia en torno a Ximo Puig? ¿Con estos fardos pretende que vayamos a las elecciones de mayo?
El ‘efecto Feijóo», lejos de desvanecerse, cobra cierto aliento. Hasta el trapisondista Tezanos le concede un leve repunte. El líder del PP cierra el año con un inesperado catálogo de victorias sobre la pandilla Bolaños, una comparsa torpe y chapucera que no logra redondear con acierto ni una sola estrategia. Algo tendrá que inventarse el gran mandarín para escapar de una catástrofe inevitable.