Partida de póker a cartas tapadas

VICTORIA PREGO – EL MUNDO – 22/07/15

· Unos y otros tapan sus cartas para no dar pistas al adversario, que ya podría empezar a llamarse el «enemigo», habida cuenta de la magnitud del desafío y de la envergadura histórica de sus inevitables consecuencias. Los independentistas no quieren explicar las artimañas que tienen preparadas para «colarle goles al Estado», como dijo con toda tranquilidad un Oriol Junqueras que no parece ser consciente de que lo que está anunciando es un asalto inconcreto, pero diáfano, a la legalidad que ningún país civilizado del mundo admitiría y que dejaría a Cataluña inexorablemente fuera de todos los clubes a los que pertenecen las democracias.

Pero eso no les importa ahora, les importa seguir adelante en una carrera en la que saben que se van a estrellar. Les importa mantener el órdago al Estado con la esperanza de que éste se acabe arrugando y, al final, se avenga a negociar un Estatuto mejor y más privilegiado que el que hora tiene Cataluña. De modo que sabemos a dónde se dirigen pero ignoramos con qué argucias van a intentar recorrer el trayecto.

A su vez, el presidente Rajoy asegura a los estupefactos y preocupadísimos españoles que Cataluña no se va a independizar de España y añade, además, que «no va a haber un choque de trenes» –que es lo que se temen muchos–, pero no explica por qué está tan convencido de eso y, sobre todo, cómo lo va a evitar él, que es la persona sobre la que pesa la responsabilidad de las decisiones trascendentales que pudieran tener que adoptarse. Si de lo que se trata es de que el Gobierno se propone impugnar ante el Tribunal Constitucional toda acción que emprendan los independentistas en pro de su objetivo, hay que decir que parece poco, que da la impresión de que eso es ya del todo insuficiente. Porque existe la sospecha generalizada de que el muro de defensa de la legalidad que es el TC ya ni siquiera es considerado como tal por estos independentistas que están dispuestos a ignorar las decisiones del Alto Tribunal y suicidarse políticamente así ante España, ante la Unión Europea y ante el mundo democrático.

De este modo, los españoles sensatos contienen el aliento y, sumidos en el estupor, asisten a una partida de póker tapado en la que se juega su historia, su bienestar y su futuro político sin que tengan la más mínima opción a participar en la partida y ni siquiera a conocer alguna de las cartas que guardan en su mano los jugadores.

Lo que sí tienen seguro es que de ésta salimos todos dañados. Tanto si Mas, Junqueras y compañía consiguen sacar en esas elecciones una «mayoría suficiente» que han tenido la desvergüenza de negarse a cuantificar, como si el Gobierno se adelanta y les cierra el paso con medidas que en la práctica suspendan parcialmente determinadas competencias de la autonomía catalana –lo que está previsto en la Constitución–, el resultado final será un desastre para todos y un desgarro irreparable de los lazos que nos unieron durante siglos.

Puede que, como en tantas ocasiones ha sucedido en la Historia de España, se haga otra vez inevitable que tengamos que sufrir una nueva catástrofe política y sentimental para que volvamos a apreciar el valor insustituible de la unidad y la concordia y nos pongamos de nuevo a reconstruir los puentes que la total irresponsabilidad de algunos ha vuelto a derribar. Debe de ser nuestro sino.

VICTORIA PREGO – EL MUNDO – 22/07/15