Ay, qué risas más tontas
La mitad del Gobierno sanchista se ha venido arriba, según contaba ayer El Mundo, más explícito que el ABC, que solo registraba cuatro, a saber y por su orden n: Grande Marlasca, 2019, Carmen Calvo en mayo de 2021, Juan Carlos Campo al mes siguiente, Pedro Sánchez, en julio de 2023, en la mismísima antevíspera de las elecciones y Salvador Illa, al día siguiente de las mismas. Tal como íbamos diciendo, este diario era más detallista en la enumeración de las adhesiones al líder. Además de Pedro Sánchez y los cuatro citados por el ABC, figuraban: José Luis Ábalos, Félix Bolaños, Pilar Llop, Miquel Iceta, María Jesús Montero, Raquel Sánchez y Luis Planas.
“Dicen que la amnistía es el olvido”, cantaba Juan Carlos Campo en sintonía con la voz cantante de La Moncloa, pero él sí concibe esa razón: “Aquí no hay olvido, aquí hay perdón para construir un futuro mejor, pero no hay olvido”.
Tres jueces llegó a reunir bajo su batuta Pedro Sánchez para llegar a este despropósito de once ministros, un equipo de fútbol de prevaricadores. Eso, porque no hemos contado más que los socialistas, porque los cinco de U-P estaban a favor de obra por añadidura. Después del éxito de Yolanda Díaz en Bruselas con Puigdemont, ella intercambiaba risas majaderas con otro fugado, Toni Comín, hijo del famoso Alfonso Carlos, adelantado de los cristianos comunistas. Creo haber contado alguna vez que en los tiempos en que yo vivía en el peor de los errores, Comín escribió un libro asombroso, al menos para mí: ‘Cristianos en el partido, comunistas en la Iglesia’ se titulaba, aunque a los creyentes de cualquiera de las dos fes citadas, nos habría parecido mejor situar a los cristianos en la iglesia y a los comunistas en el partido para mantener un mínimo de orden. A pesar de todo, quiero dejar constancia de que el padre me parecía más listo.
Ha habido entre los socialistas del antiguo régimen algunos mohínes desaprobatorios: Felipe González estaba en contra de la amnistía por ser una medida inconstitucional. Por idénticas razones se manifestaron Ramón Jáuregui, Joaquín Almunia y Virgilio Zapatero. En términos más enérgicos se expresaba Alfonso Guerra, que calificó los hechos de 2017 que tratan de amnistiarse ahora como “un golpe de estado”,, tildando a Carles Puigdemont de ‘gangster de poca categoría’. . Y señaló que esta amnistía es la condena de la transición. Especial interés tiene la condena de Nicolás Redondo, que anunció públicamente su decisión de devolver el carné como señal de protesta si se materializa la amnistía. Y su interés especial viene del gesto irreversible de hacerse un Corcuera, mientras las protestas de González no pasan de ser pellizquitos de monja.
Otro antiguo socialista disconforme es Jesús Eguiguren, que en un artículo de opinión publicado en El Correo señalaba que antes de ofender a los constitucionalistas “es preferible repetir las elecciones”. Sus objeciones eran más de forma que de fondo, porque a continuación añadía su solución: “buscar una fórmula similar que sirva para lo mismo”. A qué extremos está llegando la crecida que al comparar a Eguiguren con la portavoz del Gobierno, el ex negociador parece Gladstone. “Tiene que darse cuenta de que ahora gobierna otra generación”, advirtió a Felipe. Se equivoca, claro: es otra degeneración.