Del blog de Santiago González

El 6 de febrero de 1992, ETA asesinó mediante coche-bomba a cinco militares en Madrid. Eran las ocho y media de la mañana y la noticia sorprendió a Xabier Arzalluz camino de una Herriko Taberna de Pamplona, donde tenía concertada una reunión con Herri Batasuna. No sé si la misma en la que el vice Moños ponderaba la vista larga de los terroristas. ¡Todas se parecen tanto!

El caso es que el gran timonel del buque nodriza nacionalista fue interpelado a las puertas del antro y respondió: “¿Otra vez para que nos partan la cara? Pues sí, otra vez para que nos partan la cara”. La respuesta es muy notable y no solo por los interrogantes, sino por la falacia de la pregunta misma. Al partido-guía de los vascos siempre le parten la cara de los otros. Comentaba el domingo pasado en estas páginas que el lehendakari Ibarretxe no se sintió obligado a romper su pacto de legislatura con Euskal Herritarrok tras el asesinato del ex vicelehendakari socialista Fernando Buesa.

La infamia prosiguió. El sábado siguiente se convocó una manifestación, que en realidad fueron dos: la que llamó al pueblo en general a la protesta por el asesinato y otra, convocada por el entorno del lehendakari desde Ajuria Enea, llamando a los suyos a apoyar a Ibarretxe: “Ari, ari, ari, Ibarretxe lehendakari”.  Cuando esta, que arrancó primero, llegó a la plaza de la Virgen Blanca, el lehendakari Juan Josué se marchó sin esperar a la manifestación que encabezaban la viuda y los hijos de Buesa. Ibarretxe siempre se había manifestado partidario de dialogar con los asesinos, pero ni siquiera era capaz de compartir un duelo elemental con la familia de la víctima.

Unos meses más tarde, volvió a invocarse el diálogo tras el asesinato de Ernest Lluch. Lo hizo la periodista Gemma Nierga al término de la multitudinaria manifestación del 23 de noviembre en Barcelona, en la que se saltó el comunicado pactado por las fuerzas políticas para incorporar una graciosa morcilla de factura propia: «Estoy convencida de que Ernest, hasta con la persona que lo mató, habría intentado dialogar; ustedes que pueden, dialoguen, por favor». Lluch era, como ella, un acérrimo dialogante, pero la convicción de Nierga no se sustentaba en hechos. Lluch trató de escapar entre los coches del garaje de sus asesinos. Fue uno de ellos, Krutxaga, el que realizó los dos disparos que le causaron la muerte.

La religión alternativa de los socialistas es también muy fan de poner la otra mejilla: “Pues sí, otra vez para que nos partan la cara”. Siempre han tenido una indisimulada vocación de ser el ‘morroi’ (criado) del caserío. Por eso se hacen acompañar por la coalición EH Bildu, mientras el secretario general del partido, Sortu, el ex preso terrorista Arkaitz Rodríguez, anuncia su voluntad de tumbar el régimen. Con ayuda desde dentro, naturalmente. Recordarán la foto de la presentación de los presupuestos por esa yunta de inútiles que forman Pedro y Pablo. Hace tres semanas, que han debido parecer siglos al líder de Podemos, porque ya ha presentado una enmienda junto a Bildu y Esquerra. ¡A sus propios presupuestos! ¿Recuerdan cuando Cayetana Álvarez de Toledo lo definió como ‘el burro de Troya’? No hacen falta más palabras.