ABC – 25/02/16 – IGNACIO CAMACHO
· Sánchez pide a sus bases un mandato abierto que le deje manos libres. Un aval incondicional a un liderazgo aclamatorio.
Clodomiro el Ñajo era un simpático personaje de una canción folclórica de Carlos Mejía Godoy que acostumbraba a recordar cantando los encargos que recibía. Pero un día se le olvidó la letra de un pedido ferretero –«una libra de clavos y un formón»– y se quedó en blanco silbando la melodía. Algo así le ha pasado, pero adrede, a Pedro Sánchez con la consulta a las bases que él mismo prometió para validar sus pactos de investidura: que en la pregunta ha retirado la concreción del socio elegido para dejar en la papeleta sólo el vago tarareo de una partitura abstracta. Algo así como el
tiroliro de Clodomiro. Susana Díaz, que recelaba del referéndum, había pedido un pronunciamiento claro y taxativo sobre un documento «con letra y música». Saber qué se negocia y con quién. Pero el candidato no quiere cerrarse puertas y en plena partida de ajedrez simultánea ha convocado a los militantes a pronunciarse sobre «acuerdos con distintas fuerzas políticas». Hombre, tratándose de negociaciones parlamentarias no iban a ser con asociaciones de vecinos y con consejos de cofradías.
Sánchez pide con todo desparpajo un cheque en blanco, un mandato abierto que le deje las manos libres: lo que les pregunta a los suyos es si quieren que un partido creado para gobernar gobierne. Apoyado en quien sea menester porque el aspirante, aunque acaba de firmar una alianza con Ciudadanos, sabe que necesita más costaleros para llevarlo en volandas en La Moncloa. Pretende un aval incondicional, como el de aquella peña bética de tiempos de Lopera que se tituló significativamente «Lo que diga don Manuel». Liderazgo aclamatorio se llama la figura.
Pero ni con un truco tan burdo, tan poco afinado, va a lograr evitar reticencias envenenadas. El susanismo, que estos días conmemora el referéndum andaluz de 1980, ha encontrado brecha en la exigencia de supresión de las diputaciones impuesta por el Ciudadano Rivera. El PSOE de Andalucía basa en buena medida su inmenso poder orgánico en el clientelismo rural que gestionan las corporaciones provinciales y no piensa renunciar a ese instrumento de buenas a primeras; los dirigentes territoriales son hipersensibles a la merma de hegemonía.
Aunque en general el pacto con C´s agrada a los socialistas –la propia Díaz es presidenta gracias a los votos naranjas–, los críticos más contumaces del sanchismo parecen poco dispuestos a desperdiciar la ocasión de devolverle al secretario general el bumerán de democracia directa que les lanzó a las cabezas. No se opondrán abiertamente a una pregunta de imposible rechazo, pero tienen un arma para debilitar la maniobra: la participación. En el cómputo del respaldo a la propuesta (?) oficialista las abstenciones van a contar en contra del aparato. Y ante esa indefinida pregunta de música sin letra es verosímil que haya bastantes interesados en estropear el pasodoble.
ABC – 25/02/16 – IGNACIO CAMACHO