Pasado imperfecto

ABC 28/12/12
EDUARDO SAN MARTÍN

«La única independencia por la que cabe luchar es la del individuo, su libertad y su autonomía. Los Estados, las soberanías y las identidades mutan»

Concluye el año con una sola certeza: que todo lo que empieza acaba alguna vez. El tiempo no es circular por más que nos empeñemos en uncirlo al movimiento de los astros con la ilusoria esperanza de que el doblar del calendario nos ofrecerá la oportunidad de empezar de nuevo. Nada empieza una segunda vez. Todo avanza inexorablemente hacia su fin. Pero de nosotros depende en gran medida cómo se produzca el desenlace. Nuestra volunt a d puede det e r minar que los males heredados desaparezcan antes o después, con mayor o menor esfuerzo y sufrimiento.

Sólo los imbéciles viven en la creencia de que el pasado puede ser alterado, y entre ellos Georges Orwell (que hace ya tres cuartos de siglo rindió su clarividente homenaje a Cataluña) cuenta en primer lugar a los nacionalistas. La única independencia por la que merece luchar es la del individuo, su libertad y su autonomía. Los Estados, las soberanías y las identidades mutan. Alguien lo expresó con una crudeza lúcida: todo miserable que no tiene en el mundo nada de que enorgullecerse se refugia en ese último recurso de la nación a la que se pertenece sólo por azar.

No se libera a los pueblos; sólo a las personas. Quienes profesan la causa de la liberación de los pueblos lo que buscan, con frecuencia, es sojuzgarlos. Y ocultar, de paso, su lado oscuro; el patriotismo suele ser el refugio de los bribones (Samuel Johnson). Una conclusión que recobra una dramática vigencia en la España de hoy.

El futuro de Cataluña y España no está en el pasado; ni en el inventado ni en el real. Está en Europa, y el de Europa, en el mundo. El precipicio que debe preocuparnos, el que más afectaría a nuestras vidas de ciudadanos libres, no se encuentra a orillas del Mediterráneo; es el que se asoma estos días a las escalinatas del Capitolio washingtoniano.

Y sí, todo acaba…