Pasado y presente de Euskadi

NICOLÁS REDONDO TERREROS, EL ECONOMISTA 16/11/13

Nicolás Redondo Terreros
Nicolás Redondo Terreros

· Tres formaciones políticas han llegado a un acuerdo sobre fiscalidad en Euskadi: el PNV, el PSE y el PP, quedando excluida la expresión política del nacionalismo insurreccional, perdida en su propio laberinto, definido entre su defensa de los presos de ETA como expresión última del fracaso de su estrategia terrorista y su difícil adaptación a la vida institucional, que de la misma manera representa el fracaso de sus pretensiones aunque, justo es reconocerlo, endulzado por las mullidas alfombras del poder.

Si el gobierno de Patxi López supuso, a pesar de que las exigencias de un cambio más profundo estuvieran plenamente justificadas, un punto y aparte irreversible, la moderación en las formas y en el fondo que impregna la vida política vasca hoy -constatación que no impide recordar los profundos y amplios agujeros negros que el terrorismo etarra ha provocado en la sociedad vasca y que serán de muy difícil reparación- nos muestra líneas de comportamiento social más profundas, tal vez oscurecidas por el ruido de las pistolas y el dolor de las víctimas, vivido en una soledad que durante muchos años será un baldón para una sociedad que todavía no ha hecho un examen de conciencia sobre su comportamiento insolidario y atemorizado por los bandoleros etarras. ¡Pero las sociedades son tan poliédricas como las personas! Capaces de hacer compatible lo peor con lo bueno.

Creo que han reaparecido en la sociedad vasca la moderación, la búsqueda de acuerdos para sobrevivir y un pragmatismo muy arraigado entre los vascos, que suele desaparecer de tanto en cuanto, dando lugar a conflictos encarnizados y sangrientos. Y esta bienaventurada aparición debe ser aprovechada por los vascos para enfrentar la crisis económica, abolir las diferencias y las divisiones que las políticas extremadamente tribales han impuesto a la sociedad vasca, y rehacer nuestra propia historia, muy necesitada de coherencia, relato y verdad.

Sin renunciar a sus diferentes postulados partidarios, el objetivo de los políticos vascos debe ser la búsqueda de un cosmopolitismo político, que no es desconocido para el liberalismo vasco, y que hoy se hace más necesario que nunca si queremos engancharnos a la revolución que están provocando las nuevas tecnologías, tan profunda como la originada por la aparición de la imprenta, y para la cual nuestra tradición industrial y nuestra idiosincrasia fronteriza son un impulso.

Para conseguir el cambio son necesarios líderes moderados y a la vez atrevidos, con sentido común y capacidad de ver por encima de las siglas y del pesado legado que en ocasiones les aprisiona y oprime. Así, el nacionalismo debe hacer un esfuerzo por convertir su legado etnicista y sedicioso en una propuesta cooperativa e integradora, los populares, si quieren homologarse a sus compañeros europeos, deben perseverar en su incipiente visión pragmática, que no tiene porqué excluir la defensa de sus principios políticos y que no deben confundir con inclinaciones moralizantes, y los socialistas tendrían que evitar sustituir su carencia de ideas con impulsos identitarios, dando posibilidades a una visión cosmopolita que bien podría representarla un «prietismo» tan invocado como ausente.

La poderosa institucionalización del país, en contraposición a lo que sucede en el resto de España, es una base pública inestimable, además de necesaria para esta nueva etapa y, en ese sentido, un cierto conservadurismo ambiental, recurriendo al concepto más expresivo y tal vez menos exacto, ayuda a la preservación y al respeto a las instituciones, siempre necesario para cualquier cambio de paradigma.

No son pocos los retos -el declive de empresas cooperativistas no es el único caso que se puede exhibir, aunque sí sea el que más poderosamente ha conmocionado al conjunto social vasco, en ocasiones excesivamente autocomplaciente-, pero el ambiente es propicio. Cierto es que no se conseguirá si la mayoría no nos enfrentamos, excluyamos de estos esfuerzos las unanimidades, a un pasado reciente, oscuro y en cierta medida tenebroso. Pero que afortunadamente hoy es eso, pasado, gracias a la derrota de ETA y a pesar de que haya algunos que puedan pensar que vivíamos mejor luchando contra la banda terrorista; por desgracia siempre hay alguien que necesita un pasado al que reclamar, al que derrotar o en el que envolverse.

En ese sentido el Gobierno de la nación, si no quiere que la idea de la nación española se devalúe aun más, está obligado a tener un papel de liderazgo en el futuro próximo en el País Vasco. No ha tenido el Estado en los últimos 50 años una mejor oportunidad que la de ahora, para convertirse en un agente colaborador y líder en Euskadi una vez derrotada ETA, con una clase dirigente moderada y posibilista. Para ello el Gobierno debe desprenderse de las ataduras de un sector interno que une a su visión lóbrega del País Vasco, una utilización partidaria de un pasado que han intentado patrimonializar, sin entender que no se puede extender una cédula de propiedad sobre unas vivencias, una memoria, una historia sobre la que todos tenemos un derecho irrenunciable.

Nicolás Redondo, Presidente de la Fundación para la Libertad.

NICOLÁS REDONDO TERREROS, EL ECONOMISTA 16/11/13