JON JUARISTI-ABC

  • La ostentación política de patriotismo implica de ordinario hipocresía y, casi siempre, encubre corrupción

El Diccionario de Autoridades daba patriota como sinónimo poco usual de compatriota. Es un término también raro en el español de América (en Costa Rica, por ejemplo, designa a una especie local de banano). En España comenzó a usarse como antónimo de afrancesado durante la Guerra de la Convención y se generalizó entre las minorías cultas en la de la Independencia. Por eso Manuel Fernández Álvarez cifró el arquetipo de patriota en Jovellanos, titulando su biografía de este último como ‘Jovellanos, el patriota’ (2001). Pero ya durante el Trienio Constitucional cambió de sentido, para referirse exclusivamente a los liberales exaltados, en oposición a los absolutistas o realistas, que se autodenominaban feotas, o sea, defensores de la Fe católica frente a la Revolución.

Con la restauración de la monarquía absoluta en 1823, el uso de dicha dicotomía decayó hasta su pronto olvido. Se entiende, desde entonces, que patriota es todo aquel que se sacrifica por la patria, pero no es una cualidad que convenga atribuirse uno mismo, pues eso se asocia con la hipocresía o la mangancia. Ya el 7 de abril de 1775, y refiriéndose a William Pitt el Viejo, a quien los Whigs seguían apodando ‘the Patriot Minister’, Samuel Johnson acuñó aquella famosa definición del patriotismo como «el último refugio de los rufianes». Johnson utilizó la palabra scoundrel, que vale en inglés por ‘rufián’ o ‘bribón’, pero también por «patán». Ahora bien, hay que precisar que Johnson se refería sólo al patriotismo de los ‘self-professed patriots’, que reclamaban su posesión en exclusiva y calificaban a sus adversarios de antipatriotas.

En mi paisito natal, fue Sabino Arana Goiri el primero en arrogarse la condición de patriota a tiempo completo. Hasta 1882 fue, según propia confesión, un patriota español, y de 1882 en adelante, un patriota vizcaíno o, como él escribía, bizkaíno. La cosa era ejercer de patriota de lo que fuera. Fundó en 1901 el semanario ‘La Patria’, que duró hasta 1903, pero íntimamente se sentía insatisfecho, por no encontrar un equivalente a ‘patria’ en eusquera. Así que se inventó el neologismo ‘aberri’, que él mismo no llegó a emplear, pero que fue usado y abusado por sus seguidores, que se definían y se siguen definiendo cada uno de ellos como abertzale, término cuyo equivalente en español no es «nacionalista» sino «patriota». A Sabino Arana le habría repugnado una expresión como «izquierda abertzale». Si eres de izquierda no puedes ser abertzale, y a la inversa: ¿estamos a setas o a Rolex?

En fin, la izquierda abertzale, como además de abertzale se empeñó en ir de izquierdas, derivó hacia la criminalidad mafiosa: asesinato de pobres y extorsión y secuestro de empresarios, sintiéndose muy justificada porque los empresarios son por naturaleza antipatriotas. Y los pobres, para más inri, maketos.