Iñaki Ezkerra-El Correo
- A diferencia de los suyos, al portavoz del PSOE le toca explicar lo inexplicable
Reconozco que soy un adicto a las frases de Patxi López y que las espero como esperaba los chistes de Eugenio, o sea, como agua de mayo. Reconozco que disfruto ante esas perlas verbales que brotan tan espontáneas de esa mezcla de dejadez sobrada y de campechanía mal aspectada que componen su inconfundible estilo, y que en vez de inspirar empatía inspiran entre perplejidad y apuro. Recuerdo que disfruté mucho con la intervención que tuvo recién estrenado como lehendakari y cuando un periodista le preguntó si conocía el principio de Arquímedes: «Depende de cuál de ellos». Patxi es un hombre más preocupado por la ética que por la física y dio por hecho que Arquímedes era un tipo de muchos principios.
También me gustó mucho el «¡qué más te da!» con el que en su día se deshizo de la pregunta sobre los nombres de los diputados que habían acudido a la ya olvidada cena del Ramsés. La expresión le debió de parecer un auténtico hallazgo literario porque la soltó en dos ocasiones, una en rueda de prensa y otra en el plató de Susanna Griso. Como me ha gustado ahora -para qué negarlo- la forma en que ha despachado el atolondrado, inquietante y tenebroso acuerdo de su partido con Junts para sacar adelante sus últimos tres reales decretos: «Cuando hicimos esa negociación el papel estaba redactado de aquella manera…».
A uno es que le fascina sinceramente ese don de la precisión, esa puntería conceptual y retórica que lo mismo vale para dar cuenta de un pacto opaco con el secesionismo que para citar al Cristo del Evangelio de San Juan: «Como decía el otro…». Yo es que le veo a Patxi López esa confianza en sí mismo totalmente injustificada, ese aplomo del pisaflores, esa catastrófica seguridad del manitas que produce un apagón general cuando se presta voluntarioso a arreglar en un pispás los enchufes averiados del poder, y me pregunto de dónde le vendrán esos feos aires, esa chulapería extemporánea de la ría del Nervión.
Dicen que en el País Vasco mandan las mujeres. Y quizás ahí está la clave de ese desparpajo que quiere ser castizo y que en Ayuso tiene cierta gracia para la que él no esta dotado. Yo creo que a éste lo han dejado suelto en Madrid y se ha empoderado como una podemita con ministerio y peluquero propios. Yo creo que, en esta nueva y enternecedora faceta de hombre para todo, de chapuzas doméstico del criptosanchismo, de solvente de pega al que le tocan unas faenas de aliño que no son de recibo, a Patxi hay que empezar a llamarle Pichi López como el del chotis de Sara Montiel: Pichi es el chulo que castiga; el que firma sin saber lo que firma, como todos los suyos, pero que, a diferencia de los demás, le toca hablar de lo que ha firmado «de aquella manera», o sea, explicar lo inexplicable.