Miquel Giménez-Vozpópuli
- En Bolivia el Rey escucha una horrible interpretación del himno de España. La pavana del vicepresidente
Maurice Ravel compuso Pavane pour une infante defunte, pieza que rememora el baile de una infanta española al son de esa danza. Lenta, morosa, interminable a pesar de durar tan solo seis minutos, Ravel no quiso jamás ofender a España ni a la Corona, antes bien, deseaba mostrar su admiración por nuestro país. Ahora, como el mismo Ravel aclaró a Quimont tras escuchar su interpretación que exageraba los rallentando y la lentitud, “Yo compuse una pavana para una infanta difunta y no una pavana difunta para una infanta”. El error de Pablo Iglesias en el viaje a Bolivia acompañando al Rey ha sido quizás componer una pavana temprana, prematura, estomagante. Que el jefe del Estado de una nación europea tenga que pasar por semejantes horcas caudinas es extralimitarse. Esa foto de Felipe VI flanqueado por dos puños como dos columnas, una a cada lado, tras ser recibido con la frase “Concedemos el lugar más destacado al hermano Felipe VI” merecería un análisis profundo acerca del momento actual español.
Porque aquello no parecía un viaje de Estado. La operación propagandística de Iglesias y sus socios utilizando la imagen del monarca español para blanquear sus regímenes narco comunistas era tan evidente, tan descarada, que nadie puede pretender camuflarla. Ni siquiera ellos lo han hecho. Bien sabemos que el Rey va donde le dice el Gobierno, que no dicta leyes, que no puede ni debe interferir en los procesos políticos, limitándose a representar al conjunto de los españoles haciendo de la Corona la institución que nos une a todos por encima de siglas e ideologías. Pero cuidado, justamente por ser símbolo histórico y no accidente circunstancial debe cuidarse muy mucho acerca de lo que hace, con quién lo hace y cómo lo hace. Este viaje ha supuesto mucho para el bolivarismo pero ha menoscabado la imagen del Rey en Occidente, que no entiende como la más alta institución de España sigue el juego a quienes han hecho público propósito de derribarla para traer una república sovietizante.
El comunismo, con la ayuda del PSOE, está ejecutando, y nunca mejor dicho, su pavana para una Monarquía que parece grave de salud. No están solos. En la orquesta cuentan también con bilduetarras, peneuvistas, neoconvergentes y los de Esquerra»
¿Alguien se imagina a la reina de Inglaterra o a cualquier rey o reina actual de Europa en un acto similar? Incluso en esa Bélgica tan dispuesta siempre a dar lecciones, ¿se podría dar una situación semejante con su monarca, también llamado Felipe? ¿Qué sucedería si un Rey constitucional se dejase fotografiar junto a dos dirigentes políticos haciendo el saludo fascista? Porque debemos recordar que la Unión Europea equiparó y condenó fascismo y comunismo por igual el 18 de septiembre del 2019 por sus “terribles crímenes”. Es una ley de memoria histórica europea que, a diferencia aquí, no pretende crear un relato de buenos y malos. España debería acoger dicha ley con entusiasmo porque aquí hemos conocido crímenes de ambos bandos y, desgraciadamente, las familias tienen asesinados por los unos o por los otros. Pero la ley 2019/2819 RSP no va con ese Iglesias que, mientras toda Europa celebraba con alegría la caída del muro de Berlín, declaró en 2013 que aquello fue “una mala noticia” y que “se había perdido el miedo”. No se puede negar que no hable claro. El miedo al comunismo era bueno, el muro tenía su razón de ser, condenar el estalinismo o el bolivarismo es fascista y llevarse al Rey que pretendes expulsar a un viaje ideológico, haciéndole pasar el bochorno del siglo es permisible y aun recomendable.
El comunismo, con la ayuda del PSOE, está ejecutando, y nunca mejor dicho, su pavana para una Monarquía que parece grave de salud. No están solos. En la orquesta cuentan también con bilduetarras, peneuvistas, neoconvergentes y los de Esquerra, sumados a los que desearían volver a las épocas del SIM, las checas y la Ley de Defensa de la República. Todo sucediendo bajo la inacción del parlamento, la cada vez mayor inoperancia de órganos judiciales que van cayendo, lenta pero implacablemente, en manos de personas adictas, por no hablar del cabildeo mediático incapaz de ejercer la función democrática de crítica al poder.
Y ahí tienen los resultados. Un himno chirriante interpretado casi con recochineo, un rey rodeado de comunistas que le llaman hermano y un viaje para publicitar las acciones de Zapatero, las tramas podemitas y las satrapías comunistas de aquella zona.
La pavana de Iglesias.