Para una parte de la población vasca, la amenaza de ETA no es un futurible, como el eventual rechazo de Sortu a un atentado de la banda, sino una vivencia cotidiana. Sólo cuando ETA renuncie a la ‘estrategia político militar’ y se corrobore con los hechos se podrá datar el inicio de la paz.
Este fin de semana, el lehendakari, Patxi López, expresaba su confianza de que los comicios que se celebrarán el mes de mayo sean los últimos en los que el amplio catálogo de cargos públicos amenazados tenga que acudir a las urnas con escolta. El deseo del presidente del Ejecutivo vasco recuerda un rumor que se difundió en las navidades de 2004 entre militantes del PSE guipuzcoano según el cual Jesús Eguiguren había manifestado en una sede socialista que «el año que viene (por 2005) no hará falta llevar escolta».
Hace unos días, el propio Jesús Eguiguren afirmaba que el día 7, fecha en la que se presentaron los estatutos de Sortu, «fue el primer día de la paz en Euskadi». No muy distinta es la idea que subyace detrás de la afirmación de Joseba Egibar de que el día 7 «la izquierda abertzale declaró el final de ETA». No se tiene noticia, sin embargo, de que ni ellos ni otros cargos políticos hayan renunciado a los servicios de protección que se ven obligados a llevar a causa de la amenaza etarra.
El terrorismo sigue siendo una realidad del presente para todos aquellos que tienen que vivir protegidos por agentes de seguridad por formar parte de colectivos situados en el punto de mira de la banda. Los escoltas son el termómetro de la falta de paz y de libertad que padece mucha gente en el País Vasco.
Para estas personas, y para otras muchas, la amenaza de ETA no es un futurible, como el eventual rechazo de Sortu a un atentado de la banda, sino una vivencia cotidiana. La mera existencia de ETA y su historial de atentados pasados, aquellos que Batasuna y sus herederos se resisten a condenar, constituyen para una parte importante de la población vasca una amenaza real para el presente que no se disipa por el hecho de que el grupo terrorista haya anunciado un parón temporal en sus ataques. Sólo el hecho de que ETA lleve más de dieciocho meses sin cometer atentados en territorio español por causas ajenas a su voluntad les permite vivir con más tranquilidad que en otras épocas y con menos angustia que en momentos pasados.
Algunos desde las filas de la izquierda abertzale y otros que actúan como analistas o intérpretes de los movimientos de ETA y de su mundo vaticinan el final de facto del grupo terrorista, pero la propia banda se ha cuidado mucho de confirmar que esté dispuesta a poner fin a su trayectoria terrorista. Al contrario, la tregua del 10 de enero ha venido acompañada de explicaciones en las que ratifica la validez de la violencia y su confianza en el empleo de las armas como instrumento para forzar la voluntad del Estado y como método más eficaz para conseguir lo que llaman liberación nacional. Así pues, sólo cuando ETA confirme que renuncia a la «estrategia político militar» y sus palabras se vean corroboradas por los hechos se podrá datar el inicio de la paz en Euskadi.
Florencio Domínguez, EL CORREO, 22/2/2011