Cómo no comprender el afán del inquilino por los viajes al exterior: le permiten viajar en Falcon que es unos de los signos externos por los que este tipo se derrite. Otra ventaja es que en cualquier país, no importa cuál, le conocen mucho menos de lo que le conocemos aquí (el 99,7% según el barómetro del CIS) y en la duda le habrán acogido con educación, mucha más que en Toledo o Trujillo, dónde vamos a comparar.
La visita habrá producido el natural asombro de los lugareños. Suele pasar. En el franquismo, un prohombre falangista, Jesús Suevos, hizo un viaje a Italia en tiempos del Gobierno de Centro-Sinistra y al volver manifestaba su asombro que nos reprodujo el gran Luis Carandell: “Hay que ver cómo son los socialistas en Italia; unos caballeros y no como los de aquí”. Y eso que Suevos no conocía a Sánchez.
Total, que Pedro llegó a Pekín y como no podía ser menos se puso a blasonar de su liderazgo internacional, según contaba por pluma de Cué en El País: “En pocos días he asistido al Consejo Europeo de Bruselas, a la Cumbre Iberoamericana de Santo Domingo y ahora estoy aquí, en visita oficial a China. En menos de una semana me he encontrado con más de 40 líderes de tres continentes diferentes”. Tendría que haber llevado a Tamames, que China se la conoce mejor. Pedro Sánchez ha sido recibido en el Gran Salón del Pueblo de Pekín, en plan gran mandatario, pero es que los comunistas todo lo hacen así. Fidel Castro aplicaba el protocolo de recibir a jefes de Estado a cualquier consejero autonómico que viajase a Cuba, les invitaba a cenar en el Palacio de la Revolución y luego les daba una chapa insufrible hasta altas horas de la madrugada, que en el pecado llevaban los pobres la penitencia.
El presidente atendió a los medios españoles y explicó lo que él había dicho a Xi Jinping, aunque no hubo manera de que contase con precisión lo que le había respondido el líder chino. El que tenía una entrevista era el traductor si lo hubiere. No hubo una comparecencia conjunta y el líder chino, que compareció primero, no dijo ni mú. El nuestro, según contó, estuvo muy firme en los principios, habló de la paz, como las misses, pero tampoco quiso arriesgarse a pisar cristales y renunció a temas de conversación engorrosos, como el respeto a los derechos humanos. Una lástima, tengo para no olvidar el discurso que sobre este asunto hizo en uno de sus primeros viajes al extranjero el Rey Juan Carlos, en Buenos Aires, ante el presidente de la Junta Militar Argentina Jorge Rafael Videla en noviembre de 1978.
No quiso contar lo de la inmobiliaria Gámez, que dobló a la Junta de Andalucía el 3% de los catalanes. Ni lo de Castilla-La Mancha, ni lo de Marlasca ante la sentencia del Supremo que le provocó una reacción nacionalista. Naturalmente él acatará la sentencia del T.S. que lo descalificaba por la destitución del coronel Pérez de los Cobos y el obstáculo a su carrera que le impidió acceder al generalato. ¿Quiere esto decir que lo va a reponer al frente de la Comandancia de Madrid? No forzosamente. De hecho, está intentando maniobrar para incumplir la sentencia del Supremo. El PNV llamaba a esto ‘el pase foral’, (se obedece, pero no se cumple) o quizá fuera el passing shot, que mi antigua devoción por Rafa Nadal me ha confundido todos los conceptos. En los viajes internacionales los líderes auténticos no hablan de cochinadas.