Me preguntaba el sábado cómo se las arreglarían tantas buenas gentes que hoy aplauden con fervor variable cuando se les caiga el pedestal en el que han instalado al plagiario improbable.

Nada se puede esperar de Sánchez y su tropa, piensen que Yolanda Díaz, la masteresa, se está granjeando una reputación de gestora, no digo más. Bueno, sí, digo mea culpa, que yo fui fan del juez Grande Marlasca sin haber comprendido a tiempo que el tuneo del apellido, ese Grande-Marlaska, era una declaración de principios o de la ausencia de ellos.

Qué decir, en fin, de Miquel Iceta, ese prototipo de fracaso escolar que ni siquiera intentó redimirse con un plagio al estilo Sánchez o un título falsificado, como los tres másteres que adornaron temporalmente el currículum de Yoli.

Defendía el ministro bailarín la idea de los indultos frente a su interpelante de Vox en el Congreso: “yo, siempre, entre el antiguo testamento y el nuevo testamento elijo el nuevo testamento, el del perdón, el de la generosidad, el de la política, el diálogo y la fraternidad”. Citar es repetir equivocándose las palabras de otro, ya lo explicó Ambrose Bierce y hay que decir que Iceta se equivoca. No solo por meter de rondón en la Biblia conceptos que le son ajenos: ¿la política?¿el diálogo?¿la generosidad? En fin, recordemos que Margarita, que fue magistrada del Supremo destacó como valores de la Constitución conceptos que la Carta Magna ni siquiera cita (concordia, tolerancia y, vaya por Dios, también la generosidad).

La adjudicación de valores a lo Iceta no lleva a ningun lugar. Todo está muy repartido. Ya lo dice el Eclesiastés, que es, iletrado Iceta, un libro del Antiguo Testamento, precedido por los ‘Proverbios’ y seguido por el ‘Cantar de los Cantares’, un libro que trata del amor. El Eclesiastés está muy bellamente escrito y vale tanto para una cosa como para otra: “Hay un tiempo para amar/ y un tiempo para odiar,/ un tiempo para la guerra y un tiempo para la paz”.

Puede que algún escribano de Sánchez, más leído que su jefe, le haya parafraseado algunos versos: “Hay momentos en que lo útil es el castigo y otros en que lo útil es el perdón, y ahora estamos en el momento del perdón”. ¿Por qué?¿Con qué perdonómetro habrá calculado este momento? “la democracia es tan grande y tan fuerte que respeta todas las opiniones”, ha dicho el hombre, aunque no parece que la opinión expresada por el diputado de Junts, Joan Canadell, sea respetable, ni se pueda acoger a los valores de concordia y tolerancia. Sí podría ser de generosidad, porque Canadell escribió que Sánchez es un FDGP (acrónimo de hijo de la gran puta en catalán). Podría considerarse que el presidente ante el insulto de Junts, como otro a quien tanto admiré, Borrell, también impávido ante los escupitajos de ERC, revela un talante generoso, una actitud propia del Santo Job, cuyo libro, aunque no lo sepa Iceta, también es del Antiguo Testamento. Mañana se verán las caras Pedro y Pere. ¿Eso quiere decir que la democracia española no conoce límites? Dice el gran falsario que sí, que la Ley y la Constitución. El presidente de la Generalidad no conoce esa razón y sus dos primeras reivindicaciones desbordan la legalidad y un pacto constitucional que los golpistas no asumen. Saldrá mal, ya lo verán.