ANTONIO RIVERA-EL CORREO
La única legislatura realmente existente hoy en España es la española. La excepcionalidad pandémica ha dejado sin recursos a los gobiernos regionales. También a Cataluña: el debate allí no es político; las medidas sanitarias impiden las multitudes; la mayoría separatista odia tanto hacia afuera como hacia adentro, entre ellos; y los fondos de recuperación europea no los maneja la autonomía. Conclusión: la que se dilucidaba ayer era sobre todo la estabilidad de Madrid, no de Barcelona. Sobre todo, porque aquí las cuentas amenazaban con dejarlo todo igual, como ha sucedido: mayoría secesionista en escaños y escasa en votos, y trasvases de sufragios dentro de cada bloque enfrentado, sin circulación entre ellos.
Los cambios suman en favor de la estabilidad de La Moncloa. El ‘efecto Illa’ ha sido tal. Esquerra ha ganado esta vez, por fin, a Puigdemont-Pujol. El socio gubernamental se ha mantenido. Ciudadanos se desvanece en el aire y los populares quedan los últimos, sin remisión. Todo a favor, más allá de los ultranacionalistas españolistas y catalanistas que, en caída de participación, aparentan más. Un problema para la democracia, para la española y para la catalana.
Lo que está mal tiende a empeorar, y la podrida situación catalana no nos va a desdecir. Pero es claro que con estas cuentas y en esta situación lo de echarse al monte otra vez, incluso con algún guarismo favorable, no conviene. El sorpaso de Esquerra sobre Puigdemont posibilita algo más de seriedad en el escenario catalán y español. El varapalo del PP le debiera animar a la reflexión. Luego, puede pasar todo lo contrario, y Esquerra sentirse atrapado por sus entornos patrios e irredentos, o Casado apostando por la tierra quemada catalana si ello sirve para mejorar en el resto del país. Pero el escenario es mucho mejor que hace tres meses y la estabilidad en las Cortes menos amenazada así.
El único gobierno posible es uno secesionista, soldado por odios africanos y por la ausencia de proyecto común para las cosas de cada día. La estabilidad allí es tan escasa como ayer. La posibilidad de que surjan traidores capaces de acercarse a los espacios de intersección es poca por el carácter primario de la pasión patriótica, pero es más que la que había ayer. Otra legislatura en la nada puede estimular a los más cafeteros, a cambio de no obtener nada y, por no poder, ni siquiera poder congregarse y sentirse multitud. La política sirve para organizar la convivencia entre diferentes y para dar respuestas a sus problemas, no para solazarse en su convicción al precio de la melancolía, de la nada. Por encima de ese noble pensamiento, Pedro estará contento.