Pedro Sánchez aboca al PSOE a un laberinto sin salida

EL MUNDO – 31/01/16 – EDITORIAL

· Cercado por la presión de las federaciones críticas, Pedro Sánchez comunicó ayer en el Comité Federal del PSOE que someterá a consulta entre la militancia un posible pacto de investidura o de gobierno con otros partidos. La propuesta, que no está contemplada en los Estatutos del PSOE, fue aceptada en público por los barones socialistas. Sánchez, en una maniobra hábil, cedió a la exigencia de los dirigentes más hostiles fijando para el 20 de mayo el próximo Congreso Federal. Sin embargo, dio un golpe de efecto con el anuncio de votación de las bases sobre un acuerdo con otras fuerzas, lo que atará las manos al Comité Federal. Este tacticismo le puede valer a Sánchez para ganar tiempo y orillar a los barones, pero aboca al PSOE a una balcanización de la que puede salir enormemente fracturado.

Sánchez tiene muy claro desde la noche del 20 de diciembre que quiere explorar un pacto con Podemos para intentar ser presidente del Gobierno. De ahí su porfía a la hora de rechazar cualquier acercamiento con el PP y de ahí incluso que alardee de su irresponsable negativa a sentarse a hablar con Mariano Rajoy. «Si no va a la investidura, mejor que se vaya a casa», le espetó ayer Sánchez al presidente del Gobierno en funciones. Es evidente que ni PP ni PSOE suman apoyos suficientes para poder gobernar.

Es evidente también que Rajoy tiene imposible volver a ser presidente si el PSOE no le respalda. Sin embargo, Sánchez debería tener en cuenta que su repudio del PP y su previsible fracaso en las negociaciones con Podemos puede generar una doble frustración entre los cuadros y militantes socialistas de difícil digestión. Susana Díaz, líder de la federación andaluza –la de mayor peso interno–, exigió «transparencia» en este proceso, mientras Javier Lambán se refirió a la idea planeada por Sánchez como una consulta a «los círculos del PSOE», en clara alusión a la organización interna de Podemos. Y no le falta razón en su analogía al presidente aragonés porque el conejo de la chistera que se ha sacado de la manga el líder del PSOE, además de un órdago al Comité Federal –máximo órgano socialista entre congresos–, supone de facto darle la razón a Pablo Iglesias en su pertinaz crítica a la tutela permanente que los barones ejercen sobre el secretario general.

Previsiblemente, el Rey encargará la formación de Gobierno al candidato del PSOE el próximo martes. Si logra forjar un acuerdo, Sánchez encontrará el camino allanado en el Congreso de mayo. En caso contrario, tendría muy complicado repetir como líder y candidato, lo que podría desembocar en la entronización de Susana Díaz. Pero su margen de maniobra es muy estrecho, tanto por la fragilidad que supone aspirar a gobernar con sólo 90 escaños, como por las líneas rojas trazadas por los barones.

La mayoría de éstos exhortó a su líder a alcanzar la investidura, pero en ningún caso aceptando la abstención de los independentistas. Y, habida cuenta que tanto ERC como CDC ya han anunciado que no apoyarán a ningún candidato que no asuma el derecho de autodeterminación, las posibilidades de Sánchez de salir airoso de este trance resultan escasas. Máxime teniendo en cuenta que Ciudadanos no va a apoyar a ningún gobierno en el que esté Podemos y que Rajoy ha confirmado que tampoco respaldaría un eventual pacto entre Sánchez y Rivera.

En consecuencia, el saldo que deja el Comité Federal resulta desalentador. Sánchez va a intentar dilatar al máximo la negociación con Podemos, lo que inevitablemente alargará el periodo de incertidumbre en el que ahora ha encallado el trámite de investidura. La falta de altura de Estado de Sánchez puede tener un alto coste, tanto para el PSOE como para España. Porque, en lugar de facilitar un acuerdo de amplia base con PP y Ciudadanos –tal como hemos defendido desde este periódico–, Sánchez sigue parapetado en su apuesta por un gobierno a la portuguesa, de frente izquierdista, que abonaría la desconfianza de los mercados.

El líder socialista aseguró ayer que anhela un Ejecutivo «progresista y reformista». Dos etiquetas hueras que no es capaz de concretar porque lo que de verdad tendrá que explicar a su militancia, y al país entero, es cómo controlaría un gobierno paritario con Podemos y cómo piensa compatibilizar la visión constitucional del Estado que defiende el PSOE con el concepto de plurinacionalidad que arguyen Iglesias y sus socios.

EL MUNDO – 31/01/16 – EDITORIAL