José Antonio Zarzalejos-El Confidencial
- El presidente se ha ido de vacaciones sin convocar los comités de seguimiento del acuerdo de coalición. Ningunea a sus socios porque, además de desleal consigo mismo, lo es con los suyos
Hasta el momento, está generalizado el criterio de que es Unidas Podemos, y más en concreto los morados, el socio díscolo y desleal del Gobierno de coalición al que Sánchez y el PSOE soportan con estoicismo. Y la realidad bien escrutada no se corresponde con esa impresión.
Tomemos un ejemplo: el Consejo de Ministros acaba de aprobar un proyecto de ley de Secretos Oficiales para sustituir la ley franquista de 1968, solo retocada en 1978 antes de ser aprobada la Constitución, y, sin embargo, el texto no ha contado con el beneplácito de UP porque previamente no se negoció con sus representantes los términos de la disposición. Lo cual es contradictoriamente compatible con la afirmación reiterada hasta la náusea por Sánchez y Bolaños de que el Ejecutivo se mantiene cohesionado.
Pedro Sánchez ha sustituido los mandatos del protocolo de coalición entre ambos partidos por arreglos bilaterales
Hace más de un mes, Yolanda Díaz, solicitó al presidente la convocatoria de la comisión de seguimiento del pacto de Gobierno a propósito de las discrepancias surgidas en torno a las partidas de Defensa en el próximo Presupuesto. La petición de la vicepresidenta era correcta y oportuna a tenor de la textualidad del protocolo firmado por ambos socios que prevé una comisión de seguimiento permanente del acuerdo gubernamental, otra de seguimiento de las cuestiones parlamentarias, una estrategia de comunicación conjunta y un procedimiento de resolución de las discrepancias que surgiesen.
Papel mojado porque Sánchez —ya se comienza a comprobar con plena claridad— gobierna de hecho al margen de su socio, lo ningunea en los asuntos de cierto calado y lo trata con displicencia. Sin embargo, ha sabido convertirlos en los «malos» de la película sin que ni Izquierda Unida ni Podemos hayan sabido reaccionar con presteza y buenos argumentos.
Sánchez ha sustituido los mandatos del protocolo de coalición entre ambos partidos por arreglos bilaterales, primero con Pablo Iglesias, y luego, con Yolanda Díaz, aunque siempre en los tiempos que él marcaba y sigue marcando y al margen de los mandatos del procedimiento del acuerdo de coalición.
Sabe el presidente que Unidas Podemos no puede prescindir del Consejo de Ministros y le aprieta las tuercas. Y crea la virtualidad de que la deslealtad es ajena a él y corresponde a sus socios. Es un caso típico de esa práctica que se denomina «hacer luz de gas» que es una forma de abuso psicológico que consiste en manipular la percepción de la realidad del otro.
No solo la opinión pública y la publicada han interiorizado que la responsabilidad de la falta de cohesión del Gobierno es atribuible a Unidas Podemos, sino que sus propios dirigentes parecen haberlo asumido, en particular, por los desencuentros dialécticos y prácticos entre Yolanda Díaz y los dirigentes de Podemos, de los que se beneficia Pedro Sánchez de manera taimada. Esas desavenencias las alimenta el presidente dando largas a su vicepresidenta segunda aprovechando su precariedad política en el lanzamiento de su proyecto al que Podemos solo se unirá si se formaliza como coalición de partidos y por la necesidad de la gallega de construir esa improbable plataforma electoral desde el poder institucional.
A los socios de la coalición les ocurre como a una buena parte de la izquierda: que ha sido persuadida de que el dilema de este país es Sánchez o el «espanto» de la derecha. El resto de la ciudadanía ya ha tomado la medida al secretario general del PSOE, incluso lo han hecho personas y grupos socialistas críticos pero fieles al partido, y por eso las encuestas, como la última entrega del barómetro de El Confidencial, auguran que el cambio de ciclo ya está en marcha.
Pocas escenas resultaron más grimosas que aquella cuando Isabel Rodríguez impidió a Irene Montero contestar a las preguntas
En este contexto, el presidente, allí donde va, entona la misma salmodia: Yolanda Díaz será candidata en las próximas elecciones; el Gobierno está cohesionado y concluirá la legislatura; los problemas que existen son «normales» en una coalición, el diálogo es el bálsamo de fierabrás que todo lo cura y la oposición «destructiva» y no «arrima el hombro». Afirmaciones falsas, pero verosímiles ante ciertos sectores que constatan que ni unos ni otros rompen su entente. La razón es evidente: mejor dentro con contradicciones que fuera con coherencia.
La realidad es bien distinta a la que describen Sánchez y sus portavoces: Unidas Podemos, por una parte, y Yolanda Díaz, por otra, aguantan al presidente apretando los dientes, conscientes de que están sometidos a la «luz de gas» de la Moncloa y subordinándose hasta la humillación con tal de seguir pisando moqueta. La alternativa es la intemperie.
Pocas escenas resultaron más grimosas que aquella del 27 de junio pasado, cuando Isabel Rodríguez, portavoz del Gobierno, impidió a la ministra de Igualdad, Irene Montero, contestar a las preguntas de los periodistas después del consejo de ministros.
El pacto de coalición es un papel mojado y esos cinco folios que contienen el protocolo de «funcionamiento, coordinación, desarrollo y seguimiento del acuerdo de Gobierno progresista de coalición PSOE y Unidas Podemos» se lo han tomado Sánchez y Bolaños a beneficio de inventario. Zambullirse en el amplio texto del pacto de coalición resulta todavía más esclarecedor: su incumplimiento está preparando el desplome de la izquierda a la izquierda del PSOE sobre la base de que Pedro Sánchez, a la vuelta de las vacaciones, tratará de descargar un golpe de efecto que no contará con sus socios.
El presidente se sacude las responsabilidades y las transfiere a terceros. Es sistemático demonizando a la oposición, pero la última voltereta de la legislatura, sea pronto o tarde, será la de absolverse de toda culpa, endilgándosela a sus socios de coalición y, que no lo duden, también a los independentistas. Esa será su ‘mascletá’. Mientras tanto, funciona el abuso psicológico sobre los unos y los otros. Como en la fábula de Esopo, si la rana se aviene a atravesar el río acarreando en su lomo al escorpión le terminará clavando el aguijón porque hacerlo está en la naturaleza del arácnido. Está en la naturaleza de Sánchez la deslealtad a sí mismo y a los demás.