Isidoro Tapia-El Confidencial
El síndrome de Fernando Alonso es que mientras miras a la izquierda, te adelanten por la derecha. Está a punto de pasarle a Pedro Sánchez con Podemos y Ciudadanos
La última vez que Fernando Alonso se jugó un Mundial de F1 fue en Abu Dabi, en 2010. Antes de la carrera, Alonso lideraba el Mundial seguido por Mark Webber y Sebastian Vettel. En Abu Dabi, Alonso decidió marcar a Webber (terminó la carrera justo por delante de él). Al hacerlo, dejó escapar a Vettel, que sorprendió ganando no solo la carrera sino también el campeonato. El síndrome de Fernando Alonso es que mientras miras a la izquierda, te adelanten por la derecha. Está a punto de pasarle a Pedro Sánchez con Podemos y Ciudadanos.
Como el asunto tiene miga, dediquemos este artículo al adelantamiento por la izquierda, la pugna entre el PSOE y Podemos. El tema puede parecer ya gastado, pero en realidad encierra uno de los misterios políticos de los últimos meses: por qué Pedro Sánchez no se ha beneficiado de la caída de Iglesias en las encuestas. «Por culpa de Cataluña», dirán algunos. Pero pensémoslo de nuevo. Si precisamente la ambigüedad de Podemos en la crisis catalana ha sido el desencadenante de su caída, ¿no estaba el ‘nuevo’ PSOE en unas condiciones óptimas para atraer a los votantes morados?
Hagamos un breve repaso demoscópico. Tras la victoria de Sánchez en las primarias, el PSOE incrementó su expectativa de voto en alrededor de 4-5 puntos, pasando del 20% a situarse en el 25%. Desde julio, sin embargo, el PSOE no se ha movido de esta cifra, siendo incapaz de superar este umbral. El estancamiento socialista ha coincidido con la caída de Podemos en las encuestas (desde el 20% antes del verano hasta el actual 16%). Los votos morados están nutriendo fundamentalmente a Ciudadanos, que ha incrementado su apoyo en 5 puntos, incluso antes de su victoria en Cataluña.
Como decíamos, el PSOE parecía reunir las condiciones perfectas para recoger el voto de Podemos, por dos motivos: ideológico y territorial. En el CIS de febrero, todavía con la gestora, el PSOE recibía una puntuación de 4,59 en la escala ideológica (siendo 0 la extrema izquierda y 10 la extrema derecha). En julio, el ‘nuevo’ PSOE recibió un 4,27. El giro a la izquierda había sido percibido por los votantes, especialmente por los de Podemos (entre quienes pasó de 5,59 a 5,13), por primera vez cerca de considerar al PSOE un partido ‘de izquierdas’ (de puntuarlo por debajo del 5).
Los votantes de Podemos comenzaron a irse de su partido al calor del conflicto en Cataluña, lo que sugiere una clara relación de causa-efecto
El segundo motivo era el territorial. Los votantes de Podemos comenzaron a irse al calor del conflicto en Cataluña, lo que sugiere una relación de causa-efecto. De hecho, la valoración de Iglesias ha caído entre todos los votantes (incluidos los propios), pero ha mejorado entre los independentistas. Esto convertía al PSOE en un destino aún más natural para los votantes de Podemos: nítidamente en contra de los independentistas, al apoyar el artículo 155, pero al mismo tiempo con los matices de una tercera vía, al proponer una reforma constitucional, lejos de las posiciones maximalistas defendidas por Ciudadanos.
En resumen, los votantes de Podemos tenían, por un lado, un partido cercano en lo ideológico y en lo territorial (PSOE), y en cambio otro al que consideran una derecha recalcitrante (los votantes morados puntúan a Ciudadanos con un 7,61 en la escala ideológica) y en las antípodas territoriales (Ciudadanos). Y, pese a todo, han decidido irse a este segundo partido. ¿Extraño, no?
Podría estar teniendo lugar un movimiento triangular: que los votantes de Podemos se estén yendo al PSOE y los del PSOE, a Ciudadanos
Detengamos por un momento el relato: ¿se han ido los votantes morados a Ciudadanos? Porque podría estar teniendo lugar un movimiento triangular: que los votantes de Podemos se estén yendo al PSOE y los del PSOE, a Ciudadanos, con un saldo neto negativo para los socialistas. Algo de esto puede estar ocurriendo, pero el último CIS detectaba una transferencia de voto directa de Podemos a Ciudadanos. De hecho, desde el anterior barómetro, las transferencias de votos desde Podemos a Ciudadanos se han incrementado en 3,6 puntos y las de Podemos al PSOE en solo 1,8 puntos. O dicho de otro modo: de los votantes morados que se han ido en los últimos meses, Ciudadanos está recogiendo dos votantes por cada uno que recogen los socialistas.
¿A qué se debe este comportamiento? Para entender lo qué está ocurriendo, echemos mano de un concepto bastante elástico, la histéresis. La histéresis es una propiedad física que nos dice que no solo importa el estado actual de los elementos, sino también su historia, cómo han llegado a su situación presente. Por ejemplo, explica que los músculos se dilaten a una velocidad distinta a la que se contraen (lo que tal vez explique las lesiones de Gareth Bale). En economía, debido a la histéresis, decían los manuales clásicos, acelerar la inflación con una política monetaria expansiva es más fácil que reducirla con una restrictiva (quizás la experiencia de los últimos años aconseja revisar esta afirmación).
La edad, los motivos y la histéresis
Mi tesis (más bien una hipótesis) es que los votantes de los partidos tradicionales (PP y PSOE) tienen una histéresis mucho más alta: los que se van, no vuelven o, si acaso, tardan mucho más en volver. ¿A qué se debe esta diferencia? Fundamentalmente, a dos razones: la edad más elevada de los que se van y los motivos que los empujan a hacerlo.
Los votantes del PSOE tienen una edad media de 55,7 años, mucho más cerca del PP (57,4) que de los de Ciudadanos (45,4) o Podemos (44,7). En la franja de edad más joven, el PSOE es el partido que recibe menos apoyo. Y los votantes mayores suelen mostrar una histéresis más alta: cuando se van de un partido no lo hacen por un calentón, sino por un historial de agravios. Perderlos es más difícil, pero también recuperarlos.
La segunda razón (relacionada con la anterior) son los motivos que provocan la salida de votantes. Aquí, de nuevo, hay más de intuición que otra cosa. Pero, en mi opinión, los votantes que deciden abandonar los partidos nuevos lo hacen por factores más líquidos o emocionales: porque representan (o dejan de representar) la alternativa emergente, porque parecen más de izquierdas o menos de derechas, o por la temperatura del debate nacional. Para entendernos, el votante que se va de los partidos nuevos es como el que cambia de canal de televisión; en cambio, el que abandona los partidos tradicionales es como el que deja una emisora de radio que lleva escuchando toda la vida. Los votantes que abandonan al PP y el PSOE lo hacen por razones de fondo. Y aquí es donde, en mi opinión, se ha producido el principal error político de Pedro Sánchez desde su regreso.
El ‘nuevo’ PSOE dedica más tiempo a disfrazarse de izquierdas que a tratar su verdadera enfermedad
Sánchez pensó que los votantes que se habían ido del PSOE lo habían hecho por una cuestión ‘emocional’, que bastaba con un barniz de izquierdas y otro de modernidad para recuperar el terreno perdido. Por ello, se rodeó de un equipo, algunos jóvenes y otros no tanto, pero todos con un indiscutible caché de izquierdas: el problema es que la principal debilidad del PSOE y del propio Pedro Sánchez no son sus credenciales de izquierdas, sino la solidez de su proyecto político. Los españoles (incluidos los que se fueron a Podemos) valoran en poco la capacidad de gobierno del PSOE: la última vez que el CIS preguntó al respecto, los ciudadanos respondieron que el PP estaba mejor preparado que el PSOE para gestionar no solo la economía o la seguridad ciudadana (tradicionalmente políticas de derechas), sino también el medioambiente o el estado de las autonomías. Y el ‘nuevo’ PSOE ha dedicado más tiempo a disfrazarse de izquierdas que a tratar su verdadera enfermedad, la desconfianza ciudadana sobre su capacidad de asumir responsabilidades de gobierno. Dudo que poner a Bolivia como ejemplo de Estado plurinacional (como hizo Lastra) o defender la propuesta de quita de la deuda catalana «porque la financiación autonómica es injusta» (Manuel Escudero ‘dixit’), haya mejorado la percepción ciudadana sobre la solidez del PSOE en política territorial o económica, por poner dos ejemplos.
Hasta ahora los socialistas han confundido la histéresis con la histeria. La que les ha llevado, por ejemplo, a comparar a su socio en un acuerdo de investidura con el fundador de la Falange. La duda es si el PSOE saldrá de este ‘impasse’ por arriba, superando el 25% de apoyo, o por abajo, regresando al entorno del 20%. En parte, dependerá de cómo maneje Ciudadanos el subidón electoral que le ha brindado Cataluña (este es el tema para un segundo artículo). Pero, también, de que Sánchez deje de mirar los árboles para empezar a darse cuenta de dónde se encuentra el bosque.