ESTEFANIA MOLINA-EL CONFIDENCIAL
- La realidad es que el giro de escenario –con el auge de Illa– ha golpeado inesperadamente la ambición de Oriol Junqueras de hacer ‘president’ a Pere Aragonès
A Pedro Sánchez le ha saltado por los aires el plan de rentabilizar ya el «efecto Illa» con el aplazamiento de las elecciones en Cataluña del 14-F al 30 de mayo, pese a que el PSC parecía acariciar el cetro de la Generalitat. Si bien hasta no hace mucho esos comicios estaban llamados a dirimirse entre los aliados-enemigos, ERC y Junts per Catalunya, entre el pactismo independentista con Moncloa o el frentismo del ‘apreteu’ a los CDR. Pero Sánchez juega a ganar, aunque ello implique arrollar a sus socios cuando convenga. La realidad es que el giro de escenario –con el auge de Illa– ha golpeado inesperadamente la ambición de Oriol Junqueras de hacer ‘president’ a Pere Aragonès, poniendo incluso en evidencia la ambición de los socialistas pese a la tercera ola de la pandemia.
Eso es así porque hasta hace poco Esquerra se veía triunfadora de las elecciones y de ahí que vendiera sus apoyos al Gobierno en el Congreso a cambio de algunas promesas –en algunos casos, inconcretas o a muy largo plazo, como expliqué aquí. Quizás alguien creyó que el PSOE devolvería el favor, si le hacía falta a Aragonés para entronizarse al frente de la Generalitat. Es decir, con la fórmula hipotética de un pacto entre Comunes y ERC. Sánchez, a su vez, podría haberse colocado la medalla en Madrid de atenazar a ERC y haber roto el bucle apoyando a ese Tripartit tácito de la coalición de izquierdas.
Sin embargo, el altruismo es tan infrecuente en política que el intercambio de cromos solo se tiende a producir como segunda opción, cuando un partido se asume perdedor, no cuando se ve con las cartas ganadoras. El altruismo de Sánchez y el PSC con las mesas de diálogo con el Govern —que parecía que servían para apoyar a ERC frente a Junts— se demuestra hoy inexistente, desde que el PSC tiene opciones reales de ganar –a lomos de capitalizar el votante de los Comunes y el desplome de Ciutadans.
Quizás eso explique que, de pronto, el ministro de Justicia, Juan Carlos Campo, interviniera para afirmar que era «inconstitucional» aplazar las elecciones como se sabía que barajaba el Govern. Pero ¿acaso el ministro se olvidó de hacer la misma afirmación ante el cambio de las elecciones vascas y gallegas de abril a julio, datos del coronavirus aparte? La opinión mayoritaria de los juristas ya fue entonces que aplazar las elecciones era inconstitucional, por lo que el limbo jurídico fue el mismo que se esgrime en Cataluña. Ahora bien, la diferencia con Galicia es que allí los partidos llegaron a un acuerdo para aplazar la contienda. El ganador casi indiscutible era Alberto Núñez Feijóo; y aun así, PSOE y Partido Popular secundaron la decisión, que nadie recurrió.
Pero el caso catalán es distinto, por varios motivos. La Junta Electoral de Galicia valoró en su informe favorable al aplazamiento el acuerdo entre las formaciones. En Cataluña, en cambio, no hay Junta Electoral autonómica –al no haber ley electoral propia. Tampoco hay acuerdo, por el desmarque del PSC, que se ha quedado solo en esta empresa, a lo sumo junto a Vox –que ya estudia un recurso–. Y asumido el talante de Sánchez, es probable que no se dé por vencido. Los socialistas catalanes podrían recurrir la decisión ante la Junta Electoral Central (JEC) por incumplimiento del procedimiento electoral y que esta ordenara elecciones, mientras que el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña (TSJC) anulara el nuevo decreto del Govern. Incluso podría presentar recurso algún ciudadano de a pie.
Por su parte, el Govern tuvo tiempo de prevenir el caos sanitario, pero la pandemia no permite retroacción posible ahora. Esta semana se reportó el récord de contagiados en España (38.869 casos) y hay un 1% de vacunados en nuestro país. La realidad, además, es que la mayoría de Comunidades están endureciendo los cierres, y que en Cataluña las restricciones de hostelería y toques de queda son mayores que lo estaban siendo en Madrid. Quien sabe, además, si Illa de ministro no seguirá ganando apoyos a medida que la población reciba la vacuna.
La batalla partidista golpea ahora a Esquerra porque centra la cuita entre JxCAT y el PSC, eliminando a ERC
El nuevo escenario político será así tan límbico como el jurídico. En primer lugar, porque deja en jaque los indultos. Comenté hace semanas que estos podían servirle a Sánchez como carta de presión y negociación del escenario postelectoral. Entonces, si ERC ganaba las elecciones, para forzarla a deshacerse de JxCAT y que Junqueras pudiera vender así la cortada del Tripartir 3.0. Pero ahora, si Illa ganase los comicios, los indultos podrían ser la excusa para un acuerdo PSC-Comunes, obligando a Esquerra a apoyarlos desde fuera. Es decir, los indultos a cambio de la presidencia de Illa. Ya en 2017, Ciutadans ganó con Inés Arrimadas al frente, pero el bloque «constitucionalista» no sumó suficiente, aunque Sánchez podría explorar esa opción.
En segundo lugar, la batalla partidista golpea ahora a Esquerra porque centra la cuita entre JxCAT y el PSC, eliminando a ERC de la ecuación del «voto útil». Los ‘junteros’ se ven ganadores a rebufo del empuje de Laura Borràs, que se presenta como la garante del 1 de octubre frente a los ecos de Tripartit. El partido de Puigdemont sabe que no le funciona enfrentarse a los republicanos directamente porque son vasos comunicantes. Borràs, además, recibe junto a Illa –según encuestas– la mayor aprobación por parte de su electorado, a diferencia de Aragonés –que no logra salir de la imagen tecnócrata que transmite, desprovisto de carisma.
Ahora bien, Borràs tiene una causa abierta en el Tribunal Supremo por su gestión al frente de la Institución de las Letras Catalanas. El caso sigue aún en fase iniciaria, pero si esta fuera eventualmente juzgada antes de mayo, JxCat iría a los comicios con un engrosado palmarés en su martirologio (Carles Puigdemont, Quim Torra…). Para Junts, cada día que pasa es una oportunidad de seguir afianzando distancias con ERC; y visto el panorama demoscópico, eso explicaría que los republicanos tampoco vieran inconveniencia en aplazar las elecciones.
Pero si el partido de Junqueras pincha en esta ocasión, el mensaje para el independentismo será muy pernicioso: el fracaso del posibilismo. Por un lado, porque los votantes volverían a aupar al independentismo frentista; y por el otro, por la forma en que el aliado de Junqueras, Pedro Sánchez, les podría comer la tostada de nuevo. El sándwich con el que lidiará Esquerra ante esta lucha triple.