Ignacio Marco-Gardoqui-El Correo

Nadie puede exigir a un gobierno en ejercicio que nombre a enemigos para los numerosos cargos que pueblan el tupido entramado institucional de nuestro país. Pero tampoco es obligatorio elegir siempre, con constancia franciscana, a personas carentes de la mínima ‘apariencia’ de independencia. La lista es ya interminable y va desde el Tribunal Constitucional y el Consejo de Estado a la Agencia EFE, pasando por la Fiscalía General, RTVE, el CIS, el CNI, las empresas públicas…

Escrivá pasa por ser un buen técnico, como atestigua su currículum y su capacidad goza de merecida fama, por más que sus últimas decisiones en materia de financiación de las pensiones la hayan abollado al resultar un sonoro fracaso pues no han conseguido reforzar su maltrecha solidez pero sí enervar a sus aliados más sólidos. ¿Tiene alguien otra explicación a su salida del Ministerio de la Seguridad Social y su adscripción a ese ‘totum revolutum’ de nombre tan importante y definición tan opaca como es la Transformación Digital, unida a la Función Pública? Esa salida sonó en su día como el principio de su caída en desgracia y su alejamiento del centro del poder. No creo que a Sánchez le quite el sueño el Banco de España, una vez desaparecido Hernández de Cos –al vencer el plazo–, y sus prestigiosos informes que le zaherían constantemente. Le manda ahora allí a Escrivá para que no moleste y se entretenga fuera de la Moncloa. Por si no lo ha entendido bien, le mandan con una definición clara de su trabajo, como le aclaró el ministro Carlos Cuerpo el miércoles en el Congreso: el Banco de España asesora, no fiscaliza al Gobierno.

Pero aquí no se trata de capacidad, sino de credibilidad e independencia. Una independencia que es muy difícil adjudicar a una persona que estaba sentada hasta ayer en el Consejo de Ministros del Gobierno que le nombra. Total, que otra más, otra mancha de parcialidad que caerá sobre un organismo fundamental, que actúa, o actuaba, como observatorio de la actualidad económica y faro de nuestro futuro. Sánchez no regala peones. Los necesita a todos para mantenerse en el alambre.

La táctica empleada por el presidente del Gobierno y líder del PSOE es muy eficaz. Consiste en acumular problemas y despropósitos de manera que no podamos atenderlos todos a la vez. Por ejemplo, hoy no hablamos ya de la amenaza del «game over» de Junts a la vicepresidenta Montero. ¿Eso ya es pasado? No, es futuro, pero cuando llegue ya se le ocurrirán nuevos problemas para empachar a la atención pública.