Estefania Molina-El Confidencial
- Pedro Sánchez está más cerca de perder la Moncloa hoy, que antes del 4-M, porque las elecciones madrileñas han pulverizado las dos fortalezas sobre las que edificaba su hegemonía
Pedro Sánchez está más cerca de perder la Moncloa hoy, que antes del 4-M, porque las elecciones madrileñas han pulverizado las dos fortalezas sobre las cuales se edificaba su hegemonía, dando alas a un Partido Popular que divagaba maltrecho por el tablero político desde el 14-F catalán. En primer lugar, porque la progresiva reunificación de PP y Cs reventará a largo plazo las desventajas electorales de una derecha dividida en tres –amenazando la ventaja del PSOE. Segundo, porque el miedo a la ‘ultraderecha’ ya no será suficiente para que la izquierda movilice a sus bases –constatado que muchos ciudadanos han perdido el miedo a Vox, en un contexto en que las necesidades económicas y materiales aprietan.
Esos dos son, de hecho, los únicos factores que trascienden al resto del territorio español, con independencia de si Madrid o Isabel Díaz Ayuso son fenómenos extrapolables o no. Es evidente que hay factores diferenciales en Madrid–covid, antisanchismo, e incluso, un proyecto desacomplejadamente liberal difícil de exportar sin fisuras a regiones que no son el centro económico-financiero. Ahora bien: de haber elecciones hoy, en Castilla y León, Andalucía o Murcia, la destrucción de Cs y la expansión de los populares se repetiría.
Eso es así porque el votante naranja mantiene una pírrica fidelidad de voto a su partido, y una correlación directa con el regreso al PP como ocurrió este 4-M. A saber, la llamada refundación del centroderecha por vía de las urnas. Precisamente, ese fue el mayor error del PSOE, como expliqué la semana anterior: basar la campaña madrileña en una creencia infundada de que el voto de Albert Rivera, al ser europeístas y progresista en lo social, iría a la izquierda socialdemócrata clásica.
Tanto es así, que las alarmas no tardaron en saltar esta semana en Andalucía y no casualmente, provocaron la convocatoria de primarias al PSOE andaluz. Hace días que las encuestas ilustran la posibilidad de que Juan Manuel Moreno, presidente popular, arrase también a Cs en su comunidad. Y todo ello, mientras el PSOE-A seguía con una candidata en ‘stand by’, Susana Díaz, que está dispuesta a dar la batalla. Aunque la provisionalidad de que el PP pulsara el botón nuclear habría dejado a Moncloa en jaque, de nuevo.
Si bien, el 4-M ha dejado al descubierto que Sánchez no es invencible solo es cuestión de demoscopia. También lo podría ser en conocimiento del caldo de cultivo sociológico de la España de hoy. Que Ayuso robara a la izquierda la bandera de la representación de las clases medias precarizadas, arrasando incluso en las zonas más pobres de Madrid, no es solo debido a un discurso articulado en torno a la idea del mérito y el esfuerzo. Esto es, el giro ‘thatcheriano’, o la idea del penúltimo contra el último, como analicé en esta columna. También muestra los primeros síntomas de una izquierda que podría perder el pulso de la calle, si no hace un diagnóstico adecuado de la situación, en vez de culpar a los votantes.
En primer término, porque hace demasiado tiempo que los logros económicos de Unidas Podemos dentro del Gobierno de coalición quedan sepultados –o se los arrebata el PSOE– a través de otro tipo de luchas sociales. Se habla más del ‘hijes’ que de la subida del salario mínimo. Y lo primero quizá puede costarle de encajar de entrada –por desconocimiento– a un buen número de ciudadanos, aun si son del todo respetuosos con las personas ‘trans’ y los derechos LGTBI. Además, se convierte por parte de sus detractores en un elemento viral de uso contra el partido morado.
La otra segunda lucha, que han explotado Pablo Iglesias y Sánchez, indistintamente, es la del “fascismo” o la “ultraderecha”, haciendo ambas formaciones alusión a Vox, de forma implícita o explícita. Ahora bien: es probable, a la luz de los resultados del 4-M, que Vox haya dejado de causar el mismo temor que en 2019. La causa: en un contexto pandémico de miedo a la pérdida del empleo, los ciudadanos parecen mucho más proclives a priorizar las cuestiones materiales, a izquierda y derecha. De hecho, Ayuso y Mónica García quienes más apelaron a la vertiente económica o el modelo socioeconómico, y cada una triunfó entre su público.
Esa pérdida de temor a lo que supone el ‘factor Vox’ conlleva dos lecturas. Primero, que la izquierda debería entender que a ellos no les votarán, o las bases no se movilizarán en adelante, por el temor a un ‘otro’, sino por lo que PSOE-UP hagan para paliar las necesidades económicas, y materiales. Segundo, porque ese “otro” está cada vez más asentado en las instituciones, y con la institucionalización, los ciudadanos asumen saben que el partido está ahí, aunque les escandalicen sus discursos, y la Fiscalía investigue algunos de ellos. Pero probablemente piensan que, como máximo, será la muleta del PP.
Eso es clave, en vista al horizonte que Sánchez tiene delante. El PSOE corre el riesgo de desprender una imagen de ‘partido de los fondos europeos’, que a lo sumo, llegará a las grandes empresas de este país, unas pocas. Cuando esa reconversión industrial dé sus frutos, quizá habrá pasado una década. En cambio, un camarero tiene que pagar su alquiler hoy. Y es probable que el trabajador vea más en ese PP de Ayuso alguien que protege su empleo –en esa idea de un PP que apela a la clase media precarizada– mientras que Moncloa –o PSOE– diseñan la España de 2050 de la mano de la élite empresarial.
Aunque Casado se ha alzado con la bandera del triunfo nacional, el empuje del PP en Madrid no tiene nada que ver con su figura
Y aunque Pablo Casado ha aprovechado el filón para alzarse con la bandera del triunfo nacional, a costa del carisma electoral de Ayuso, el empuje del PP a nivel autonómico no tiene nada que ver con su figura, sino con la citada reunificación del centroderecha. De hecho, la sobreactuación de Casado (llegando a pedir un debate del estado de la nación) revela un liderazgo político frágil a rebufo del contexto. Demasiada necesidad de legitimarse, lo que solo rebela debilidad.
Pues lo que quizás ignoran, tanto Sánchez como Casado, es que la Moncloa solo es el resultado del arraigo territorial autonómico. Y de momento, parece que el PP ruralista, regionalista, de Feijóo, Ayuso, Moreno Bonilla, Murcia, Castilla y León… puede hacerle un siete al PSOE a costa de Cs. Aunque por ahora solo existe el PP de los barones. No el PP de Casado, a rebufo de todos ellos, y tan desconocido como proyecto autónomo. Y sin el empuje carismático de Ayuso o Feijóo, Casado –junto a Vox– nunca logrará los 176 escaños que necesita para gobernar España, lejos de la Puerta del Sol.