Estefanía Molina-El Confidencial
El covid-19 ha golpeado seriamente la estrategia electoral de Esquerra Republicana ante el horizonte de las elecciones catalanas. Todo parecía indicar que lo más conveniente para Pedro Sánchez era alimentar a ERC, y que con su vía pactista esta fulminara del todo el ‘procés’ mediante una especie de Tripartit o Govern en solitario. Antes del estado de Alarma, la Moncloa se abría sin mucha resistencia al spot electoral que Oriol Junqueras pretendía vender a sus bases: mesas de diálogo, guiños entre gobiernos… Pero en la nueva normalidad, Carles Puigdemont vuelve a tener la sartén por el mango, y Sánchez, de socio a Ciudadanos.
En primer lugar, Junts per Catalunya se vale del calendario judicial para imponer su relato del martirologio frente a Esquerra. De un lado, está el suplicatorio que pide el Tribunal Supremo para investigar a su portavoz en el Congreso, Laura Borràs, por el caso de la Institució de les Lletres Catalanes. El PSOE de Sánchez la avaló, mientras que ERC se inhibió de votar. El 25 de junio se prevé la votación definitiva, aunque el sentido del voto republicano podría seguir en secreto. Es una primera baza política para JxCAT, puesto que Borràs sonaba hasta no hace mucho en las quinielas para liderar su lista electoral.
En segundo lugar, Torra será llamado otra por el Supremo el 17 de septiembre, para revisar su inhabilitación. Eso dejaría al partido sin otro candidato electoral, y abre las apuestas para la sucesión en el espacio posconvergente. Suenan los nombres de los ‘consellers’ Damià Calvet, Jordi Puigneró, o Àngels Chacón. Sin embargo, la mirada está puesta también en un ‘outsider’ con carisma para las bases, como es el caso de Joan Canadell, el presidente de la Cambra de Comerç de Barcelona. La derecha independentista sigue siendo un reino de taifas sin recomponer (la Crida, PDeCAT, JxCAT…) y Puigdemont no piensa hacer amago de volver, ahora que tiene su stand de propaganda en el Parlamento europeo.
Lo más conveniente para los republicanos, pues, es que los comicios se celebraran lo antes posible. La idea de un rebrote del malestar económico en otoño amenaza la vía pactista de Oriol Junqueras. Si las calles se vuelven a llenar de protestantes, Puigdemont se verá beneficiado, y es él quien tiene la sartén por el mango. El objetivo de alargar el tiempo hasta los comicios es poner a ERC contra las cuerdas. Se ha evidenciado en estas semanas con las denuncias al mando único o a las prórrogas del decreto ley de alarma.
Ahora bien, existe la idea en una parte del independentismo sobre que los altercados de Urquinaona del otoño de 2019 reflejan un malestar latente que no llegan a cubrir ya ni los partidos clásicos, como ERC, o el propio Junts. El motivo sigue siendo la decepción por el fracaso unilateralista de 2017. Son esas generaciones de jóvenes que han crecido bajo el mantra del ‘procés’ y que no han conocido el escenario autonomista al uso. Su sentido del voto, en ese aire entre nihilista y desafecto, es un misterio.
Ante ese escenario, lo más complicado para Oriol Junqueras será devolverle la credibilidad a su discurso de la ‘Nueva Convergencia‘. Esa idea de que serían el socio preferente de Sánchez para lograr acuerdos que les permitieran visibilizarse como fuerza útil del soberanismo. El momento culminante de la estrategia debía ser el nuevo encuentro entre el Gobierno y la Generalitat, este julio. Sin embargo, la situación hace dudar ya sobre qué saldrá de una mesa de diálogo que Ciudadanos quiere rebajar a toda costa.
La previsión es precisamente que la mesa quede diluida como un azucarillo, o que de allí salga un relato —sin enjundia real— pero que permita mantener viva la llama de ERC. Esta no tiene poder para forzar a Sánchez a elegir y es muy poco probable que el presidente ‘traicione’ sustancialmente a Arrimadas. La geometría variable da margen a la coalición y proyectar un aire centrado. Moncloa pretende conciliar esos dos equilibrios lo máximo posible.
En primer lugar, por la dependencia que Moncloa tiene de Cs en el horizonte presupuestario de 2021. La muestra evidente es que Pablo Iglesias se ha visto obligado a aceptar una modificación de su acuerdo de coalición, como exigía Cs. Las señales de algunos barones pidiendo el acercamiento de PP y PSOE, los gestos inconexos entre Pablo Casado y Sánchez… A Iglesias no le ha quedado otro camino que transigir con una situación adversa para su partido, antes de que la realidad le arrollase. Asimismo, Cs sirve para poner al Partido Popular contra las cuerdas, y si Nadia Calviño se postula para el Eurogrupo, España tendrá que dar ejemplo de contención fiscal.
A la postre, escribe el profesor José Luis Álvarez en su obra ‘Los presidentes españoles’, donde hace un análisis sobre los mandatos de los presidentes de Gobierno en España, que existe lo que Michael Useem (1999) definió como «momentos de liderazgo». Estos son «dilemas súbitos y críticos en los que organizaciones o países dependen de las decisiones personales, intransferibles, del líder, cuando este se revela con más fiabilidad«, lo que se podría equiparar casi con un «test de liderazgo» sobre los mimbres del gobernante.
La pandemia ha sublimado el carácter de Sánchez: toda alianza puede cambiar en cualquier momento, y nada está nunca asegurado para sus socios. Sin embargo, el horizonte pinta turbio para los felices sueños electorales de ERC, en medio de esta curiosa nueva pinza entre la Moncloa y Puigdemont.