Nacho Cardero-El Confidencial

  • Las últimas intervenciones del presidente, con mención especial a la del balance del curso político, son claros ejemplos de su exceso de personalismo y de querer venderse como centro del orbe mundial

Primero le copió las medidas económicas y ahora le copia la imagen. Porte de líder moderno de izquierdas, figura estilizada, bien de estatura, chaqueta azul, camisa blanca y sin corbata. Porque soy sostenible. Porque yo lo valgo. Nos referimos a la obsesión de Pedro Sánchez por mimetizarse con Yanis Varoufakis, el exministro de Finanzas griego, tanto en su narcisismo como en su discurso populista, véase el ataque a Botín, Galán y el ‘establishment’. Amén de las similitudes de estilo y vestimenta.

Al igual que Varoufakis, el presidente del Gobierno publicó un libro donde recogía su experiencia política, ‘Manual de resistencia’, y tendrá igualmente serie de televisión para mayor gloria de su persona. No la dirigirán Costa-Gavras ni Fernando León de Aranoa, sino Curro Sánchez Varela, un profesional audiovisual al que le han encargado que muestre el lado humano del presidente. Malicio un estreno en periodo electoral.

Es el culto al líder propio del populismo, un culto que abonan en Semillas y que el propio presidente se encarga de cultivar

Las últimas intervenciones de Sánchez, con mención especial a la del balance del curso político, son claros ejemplos de su exceso de personalismo y de querer venderse como centro del orbe mundial. Es el culto al líder propio del populismo, que resurge en un momento delicado para el PSOE, coincidiendo con una caída brusca en las encuestas y la llegada de nueva competencia por el flanco izquierdo (Yolanda Díaz), un culto que abonan en Semillas y que el propio presidente se encarga de cultivar.

Sánchez es el líder que dirige un Gobierno glorioso, que combate las injusticias sociales, que se enfrenta a la oligarquía y se pone del lado de los trabajadores y de las clases desfavorecidas. Desempolva el lenguaje peronista para conducirnos, en palabras de José Antonio Zarzalejos, a una suerte de chavismo a la española con la famosa frase del líder bolivariano, «ya no soy yo; yo soy un pueblo», grabada en el frontispicio constitucional.

Un plan de ahorro energético, como el que presentarán este lunes tras el Consejo de Ministros, que implique a todos los actores de la sociedad y traiga consigo un ahorro en la factura de la luz y una mayor competitividad de la industria, que nos permita «reducir la dependencia del agresor Putin y doblegar la curva de la inflación», no solo es necesario, sino que se debería haber puesto en marcha mucho antes.

Ahora bien, que Pedro Sánchez vaya ahora de gurú de la Agenda 2030 y se ufane de quitarse la corbata como muestra de ahorro y sostenibilidad, animando a los ministros a hacer lo propio, no solo es oportunista, sino que supone un insulto a la inteligencia de los españoles, hartos de trucos de prestidigitación.

El tan cacareado pacto de rentas del que habla el Ejecutivo para repartir de forma equilibrada el coste de la inflación entre la Administración, las empresas y los trabajadores, en una especie de nuevos pactos de la Moncloa, debería erigirse en clave de bóveda de la ‘estrategia país’ para salir del atolladero al que nos veremos abocados este invierno.

Ahora bien, que la vicepresidenta Calviño, al tiempo que está negociando un pacto con los agentes sociales para tres años, de 2023 a 2025, se descuelgue con dos nuevos impuestos (o como quiera que los llamen) a las compañías energéticas y a los bancos, impuestos que, a tenor de la opinión de algunos expertos, bordean la ilegalidad, y que lo haga sin encomendarse ni al BdE ni al BCE, no es propio de un país democrático que se rige por el derecho sino de esos otros países más del gusto de Pablo Iglesias.

Se trata del juego de los contrarios. No es no. Sí es sí. Sánchez o el Ibex. Ellos o yo

La exposición de motivos de la proposición de ley pone negro sobre blanco los cimientos demagógicos sobre los que se levantan estos impuestos, resumidos en la intervención de un irreconocible Patxi López, otro converso a la causa sanchista. Según el nuevo portavoz socialista, las energéticas y los bancos «son los mismos que socializan siempre las pérdidas y privatizan los beneficios. Pues hasta aquí. Ya no cuela».

El objetivo de Sánchez se muestra meridianamente claro: ganarse los vítores de sus electores y mantener la mayoría legislativa de izquierdas pegando patadas en el trasero del Ibex 35. La estrategia la lleva practicando desde la llegada al poder e incluso antes. Se trata del juego de los contrarios. No es no. Sí es sí. Sánchez o el Ibex. Ellos o yo. Toda la complejidad del momento, reducida a un dilema simplista, que le permita ganar enemigos poderosos, dividir a la sociedad, ofrecer respuestas sencillas a problemas complejos y elaborar un relato (el enésimo) en el que aparezca como luchador y salvador de la patria.

Pero esta estrategia que tanto le ha funcionado se ha ido desgastando en paralelo a su falta de credibilidad, que es generalizada. También por la llegada de Feijóo, pues lo que le valía para Casado no le sirve con el nuevo líder de la oposición, quien se muestra lo suficientemente hábil como para no entrar al trapo de las provocaciones de Moncloa.

Feijóo es duro con Sánchez, pero siempre con una mano tendida. Nunca le acepta el cuerpo a cuerpo. Le deja solo en el ring. El presidente no tiene rival enfrente, sus puñetazos golpean al aire. Sánchez sabe que necesita un enemigo y que lo necesita urgentemente. Ha lanzado el anzuelo. A ver si hay suerte y energéticas y bancos caen en la trampa.