Antes, cuando la escuela era escuela, a los niños de entonces nos contaban un cuento que tenía su origen en una fábula de Esopo. ‘Pedro y el lobo’ se titulaba aunque es de suponer que el protagonista se llamaba Cefas, que es como se dice Pedro en griego. El protagonista era un pastorcillo que entretenía sus ocios inventando peligros con los que burlaba a sus vecinos. “¡Que viene el lobo!” gritaba. Los vecinos, alarmados, se aprestaban en su defensa y se encontraban con la chanza del pastor. Después de haber repetido la broma un par de veces, resultó que un lobo de verdad atacó al rebaño y que los gritos de Pedro no movieron a nadie junto a él. Como toda fábula tenía moraleja, a saber, que las mentiras reiteradas son un factor que lleva a la pérdida de credibilidad y confianza.
Ha querido la casualidad que nuestro presidente del Gobierno se llame como el pastorcillo mentiroso del cuento, puta casualidad, y que tenga, como su tocayo la costumbre de mentir a sus paisanos. Al igual que el pastor del cuento, sin necesidad. Para completar la analogía imaginen que el pastor se defiende del cabreo de sus vecinos llamándoles ‘mentirosos’, mientras vuelve a invocar a la extrema derecha que viene para atacar a su rebaño. “¡Socorro, que viene Vox!” ha gritado en cada mitin, en cada entrevista, sin darse cuenta de que después de repetir con tanta frecuencia el grito le alarma han dejado de hacerle caso, no solo sus vecinos; también sus propias ovejas. Bueno, no todas. Es verdad que algunas ovejas tontas repetían con fruición el grito de alarma y la acusación de mentiroso que el pastor dirigía al jefe de la oposición.
Algunas veces tengo escrito que nuestro Pedro todo lo que toca lo emputece. Para empezar, las ovejas de su Gobierno. La noche del pasado 10 de julio, duran te el cara a cara pudimos ver al jefe de la oposición mostrando un papel y dando cuenta de su contenido: era el documento que el Gobierno había enviado a Bruselas dando cuenta de su predisposición a imponer el peaje en las autovías españolas a partir de 2024. Pedro, el pastorcillo que cambiaba se opinión sobre el lobo, según el día pudo haberle dicho a Feijóo que aquel documento que le mostraba era un cambio de opinión. Pero lo que dijo fue: “¡Es mentira!”, grito que corearon Félix Bolaños y la ministra de Transportes. Vivimos en la era de la vileza, venía a decir Muñoz Molina en un muy mejorable artículo, “en la que habrán desparecido todos los límites a la manipulación y la vileza”. Tiene razón. El jefe de la oposición, un suponer, plagiaba su tesis doctoral mientras ponía como ejemplo de virtud la dimisión de dos ministros alemanes por haber plagiado sus tesis doctorales años antes.
Hay entre las ovejas mucha boba que no guarda memoria del plagio de nuestro pastor, ni de lo de Marruecos, que cree que la mentira canónica es la de Feijóo diciendo que el PP había subido las pensiones conforme al IPC, lo que no era cierto. Lo que sí era verdad es que no las congeló como hizo Zp con el voto de Pedro Sánchez, el pastor que no paraba de gritar: “Es mentira” y de mostrar la foto de Feijóo en el bote de Dorado hace 28 años mientras esconde sus besos a Delcy Rodríguez no hace todavía una semana. Y vendrá el lobo, pero no será Vox ni el PP, sino EHBildu que mañana dará un bocado electoral al PNV, otro pastorcillo mentiroso.