Penalti en la prórroga

ABC 28/01/16
IGNACIO CAMACHO

· Los años de corrupción que comprometen la reelección del presidente amenazan con perseguirlo más allá del poder

EL magro resultado electoral del PP obedece a una causa fundamental que se llama corrupción. Si sólo hubiese sufrido el desgaste del ajuste económico Rajoy estaría ya redactando el discurso de investidura. Pero la cascada de escándalos sumada a la de los recortes provocó el abandono de tres millones de electores, sobre todo jóvenes, y aún sorprende que no hayan sido más; ese 28 por ciento del voto revela un partido de fortaleza insólita ante daños que hubiesen triturado a cualquier otro… excepto al rocoso PSOE de Andalucía, inmunizado por el clientelismo de una sociedad desabrigada. El problema del marianismo es que las elecciones de diciembre no han terminado de depurar sus responsabilidades políticas. Los años de agio que comprometen la reelección del presidente amenazan con perseguirlo incluso más allá del poder como un fantasma atormentado por las cuentas pendientes.

La redada de Valencia, donde la larga hegemonía autonómica dejó un cenagal de tráfico de influencias y abuso de poder, le ha regurgitado a Rajoy la mala reputación de su marca en un momento crítico. Este escabroso episodio constituye la clase de argumentos, o de pretextos, que sus rivales necesitan para alejarse de él e imponerle una dieta de aislamiento. De hecho a Pedro Sánchez le faltó tiempo para justificar su cerrada negativa en el olor a podrido de las cloacas levantinas, y Rivera ha tenido que modular su sensato acercamiento. En pleno bloqueo de las negociaciones, cualquier oferta de regeneración que Rajoy pueda formular quedará desacreditada por la cuerda de presos exhibida en el primetime de los telediarios. De poco le sirve al PP haber sido el partido que más ha legislado contra la corrupción; ante la opinión pública ha quedado como el más corrupto, en parte por su ineficacia propagandística y en mayor parte aún por la pésima gestión –«sé fuerte»– del caso Bárcenas. Si es que había algún modo de gestionar con dignidad ese oprobio.

La lava de ese cráter de sospechas puede continuar arrasando el prestigio marianista durante toda la legislatura. Gobierne o no Rajoy, hay en el Parlamento mayoría y voluntad para crear comisiones de investigación que escruten el mandato anterior con un rectoscopio. Ahí no le cabe esperar ninguna ayuda ni paliativo de Ciudadanos, que acaso atisbe resquicio moral para disputar el liderazgo del centro-derecha. La pesquisa retroactiva lo va a hostigar aunque se vaya a Santa Pola, adonde algunos sueñan con mandarle oficio de imputación a poco que deje el acta de aforado. De momento el estallido de la sórdida traca valenciana oxigena la tozudez egoísta de Sánchez y al presidente le pone la investidura un punto menos que imposible; la más optimista de las soluciones pasaría por su amortización como candidato. Con el juego empantanado y el resultado por decidir le han pitado un penalti en el descuento de la prórroga.