Ignacio Marco-Gardoqui
IGNACIO MARCO-GARDOQUI-EL CORREO

Los precios han dado un pequeño respiro en el mes de enero, al bajar medio punto desde el 6,5%, con el que cerramos diciembre, al 6%. Le aseguro que me ha sorprendido. La caída es pequeña y es cierto que todos los eneros suelen ser meses de contención de precios. La gente consume menos tras los dispendios navideños y las rebajas consisten, precisamente, en eso, en bajar los precios. Aún así me sorprende el dato, que ha sido provocado por unos precios de la electricidad un poco más mesurados que el mes anterior. Digo que me sorprende porque todas las empresas han empezado a trasladar sus subidas a sus clientes, a fin de contrarrestar el impacto de las subidas que les han aplicado a ellos sus proveedores. No lo dude, este movimiento acabará reflejado, más pronto que tarde, en los lineales de los supermercados.

Esto de la ‘inflación escondida’ se ha convertido para mí en una especie de obsesión. A todos los responsables de empresa que me encuentro les pregunto qué están haciendo con los precios y todos ellos, hasta ahora sin ninguna excepción, me dicen que tratan de subirlos y en porcentajes de dos dígitos. Admito que la muestra tiene un valor estadístico nulo, ya que no alcanza el número suficiente de encuestas para obtener de ellas un resultado técnicamente válido. Pero también le digo que no es pequeña en absoluto y le insisto en que carece de excepciones. Por eso creo que hay una inflación que permanece todavía ‘oculta’ y en fase de formación en medio de la cadena de valor. Y es más que apreciable. Todo el mundo trata de mejorar su productividad pero, como no es suficiente para compensar las subidas aplicadas por los proveedores, todos tratan a su vez de subir los precios a sus clientes. Menos mal que luego actúa ese fenómeno tan beneficioso de la competencia y todos los compradores se resisten a admitir las subidas, lo que convierte los grandes deseos en realidades más modestas.

Estos días ha habido informe del FMI sobre la economía mundial. Se lo resumo literalmente: «Los desarrollos adversos ocurridos desde octubre significan que la economía global entra en 2022 en una posición más débil que la anticipada». Y entre las ‘adversidades’ cita a la inflación, que antes se veía puntual, luego temporal y ahora, más o menos, persistente. Al menos en lo que al 2022 se refiere. Sin olvidar que tras la subida ‘industrial’ vendrá después la impulsada por las renovaciones de los convenios, ya que una parte de ellos se encuentran ligados al IPC y el resto estará presionado por la pérdida de poder adquisitivo. Total, una variable clave, a vigilar de cerca en los próximos meses.