Pedro Almodóvar es uno de los más estrambóticos ejemplares de una fauna antifranquista de por sí repleta de personajes improbables. Uno de sus actores preferidos, a quien hemos visto crecer y depurar su estilo en las siete películas que protagonizó con él es Antonio Banderas, que tal vez pensaba en Almodóvar cuando le hizo esta observadora reflexión a Susanna Griso: “En 1985, Franco llevaba muerto muchos más años que ahora”.

Mis amigos Gary Halpin y Rosa Cifuentes me han enviado dos muestras antológicas de lo que podríamos llamar con desmesurada hipérbole ‘el pensamiento político’ del cineasta manchego, una entrevista y un artículo publicados en el diario británico ‘The Guardian’ los días 16 y 22 del presente mes de enero y rara vez se ha visto en la historia del periodismo europeo una conjunción tan armónica del sectarismo y la incapacidad intelectual del entrevistado, la del entrevistador, un tal Simon Hattenstone y la portentosa falta de rigor del medio, que convierte a Pedro Almodóvar en historiador del franquismo.

Los primeros compases suenan en la biografía del artista. Cuenta que su padre tenía una gasolinera en Tomelloso y su madre una bodega en la que vendía su propio vino y ya, todo seguido, que en la segunda mitad de los años sesenta se escapó a Madrid para huir de la pobreza. Admite que sus dos primeras películas, ‘Pepi, Lucy, Bom…’ y ‘Laberinto de pasiones’, fueron apolíticas. Luego explica al periodista o así que ser apolítico en ese momento era una declaración política. Cuando comenzó a hacer películas, se prometió a sí mismo que condenarían explícitamente la política fascista de Franco; actuaría como si nunca hubiera existido: “Era mi manera de vengarme de él. Pero no quería decir que lo había olvidado”. Ahora es el momento de recordar a Franco para que sus víctimas no sean olvidadas. Hace once años había dicho lo mismo con las mismas exactas palabras.

Por supuesto da por buenas las cifras de Baltasar Garzón, más o menos: aún quedan 119.000 muertos sin remedio y con fosa, que diría aproximadamente Miguel Hernández. Yerran el manchego y el plumilla británico. Paco Etxeberria, experto forense y asesor del Gobierno para la Memoria Democrática, calculaba que quedaban unos 20.000 cuerpos en fosas (Público 6/10/2020). Luego la educación franquista: “Las escuelas estaban a cargo de sacerdotes (sic) y eso fue una pesadilla”. Arremete contra la amnistía, ese pacto por el olvido. Seguramente este botarate no sabe que la Ley de Amnistía fue la expresión del pacto por la Reconciliación que propuso el PCE en 1956 y que fue Marcelino Camacho quien defendió la ley en el Congreso el 14/10/1977. En los últimos años de vida del dictador, Camacho estaba en la cárcel, condenado a 20 años en el Proceso 1001, rebajados a 6 por el T.S.. Mientras él ignoraba a Franco con muchísimo heroísmo, Camacho estuvo en Carabanchel, hasta el 25 de noviembre del 75 en que fue indultado por el Rey Juan Carlos.

Otro detalle es que su productora, ‘El Deseo’ fue víctima de la estafa piramidal de Bernard Madoff. Teme una vuelta del fascismo porque está Vox, pero se le ha debido olvidar que él aprovechó la presentación de su película ‘La mala educación’ para esparcir el rumor de que el PP había intentado dar un golpe de Estado la noche del 13-M. Luego lo desmintió, pero tengo el texto íntegro de su intervención. Hace 18 años.