Nicolás Redondo Terreros-Vozpópuli

  • Una vez exprimido un Gobierno, los nacionalistas se disponen, en una carrera que no tiene fin, a exprimir al siguiente

Pasados cuarenta años recordamos la victoria de la joven democracia española sobre el golpe de Estado  patrocinado por una parte de la cúpula militar y ejecutado en forma de parodia por el teniente coronel Tejero. Fue una victoria de la esperanza sobre el pesimismo; una derrota de los que tenían miedo a la libertad, de los que querían seguir en el seno acogedor del ensimismamiento sempiterno español, que siempre renunció a enfrentarse a las complejidades que impulsan el progreso y los avances económicos, sociales y culturales. Aquel lejano 23 de febrero los españoles derrotamos al miedo.

Hoy nos toca otra gran batalla contra el miedo, tal vez menos épica, pero mas compleja e igualmente decisiva. Tenemos que perder el miedo que ha ido estrechando nuestros horizontes y nuestra ilusión colectiva. Son muchos y muy diferentes los miedos que nos aprisionan a los españoles .

El ‘populismo neoperonista’ de Podemos

Los socialistas deben perder el miedo al “abrazo mortal” de Podemos. Si en algún momento fue digna de alabanza la manera en la que los socialistas evitaron la ocupación de su espacio por un partido que ocultaba sus intenciones y su ideología, sirviéndose del rechazo de la sociedad española a las consecuencias de la crisis económica y a una atmósfera política en el que la corrupción debilitaba notablemente la confianza en las o instituciones, hoy es absolutamente incomprensible una coalición que se desgasta día a día en polémicas ideológicas, que permite la impugnación general de la Constitución del 78, que necesita para sobrevivir socios impresentables desde un punto de vista político en nuestro entorno de democracias representativas. Deben perder el miedo a reconocer que sus socios son un lastre para los acuerdos políticos y económicos que España necesita para salir cuanto antes y de la mejor forma posible de una crisis económica que no tiene parangón en nuestra historia reciente. Lo que antaño pudo ser inteligencia y prudencia hoy no es mas que miedo a enfrentarse a la responsabilidad de ser el primer partido político de España, y por lo tanto, el último y máximo responsable del futuro inmediato de nuestro país. Tenemos historia, ideas y programas para enfrentar el `populismo neoperonista’ de Podemos… solo nos falta la determinación.

Deben encontrar el marco para llevar a cabo su labor de oposición y, a la vez, rubricar acuerdos sobre cuestiones nucleares para nuestro futuro

El PP debe perder el miedo a firmar grandes acuerdos con los socialistas dirigidos a enfrentar la crisis económica y realizar las reformas necesarias para fortalecer el sistema constitucional español. Tal vez siempre fue excesiva y exagerada la forma de hacer oposición en España -y en esas exageraciones han caído tanto el centroderecha como el centro izquierda, renunciando a firmar pactos cuando los votos les situaban en la oposición y a proponerlos con cínico espíritu cuando la voluntad ciudadana les otorgaba la responsabilidad de gobernar-, pero  hoy ese hábito es sinónimo de irresponsabilidad y evidencia una carencia del  patriotismo que pregonan. Deben encontrar el marco para llevar a cabo su labor de oposición y a la vez rubricar acuerdos sobre cuestiones nucleares para nuestro futuro. Los acuerdos para renovar instituciones son necesarios, pero perderían sentido si no se enmarcan en consensos mas amplios, que incluyan propuestas para enfrentar la crisis económica y la gestión de los fondos europeos, así como reformas políticas e institucionales y una posición de Estado sobre la grave situación de Cataluña. Una vez más, España puede perder el tren de la modernidad y el progreso, volviendo a periodos ya vividos y que creímos superados hace ya cuarenta años.

Regodearse en los agravios

Ambos deben perder el miedo a prescindir de los nacionalismos periféricos a la hora de gobernar. Los coleccionistas de agravios, de derrotas, nunca son buenos socios. Se regodean en sus agravios, de los que hacen su principal recurso político – estos días de furia y fuego, inmediatamente posteriores a las elecciones en Cataluña, vemos cómo se desenvuelven mejor en las derrotas que en las victorias, que en esta ocasión les permitiría gobernar sin obstáculos en esa comunidad autónoma- , y ninguna sociedad avanza si cae en la siempre paralizante y en ocasiones violenta nostalgia del agravio. Decía nuestro inmenso y desconocido Gracián: ”Acabada la dependencia, acabada la correspondencia, y con ella la estimación”. Así los nacionalistas, una vez exprimido un Gobierno, se disponen, en una carrera que no tiene fin, a exprimir al siguiente, sin estima, ni consideración a la voluntad de acuerdo de los partidos nacionales. No pedimos que desaparezcan, pedimos que el Gobierno de España no dependa de ellos.

Hoy en una situación de emergencia nacional podemos recordar al orador griego cuando decía :”¿Cuándo haremos lo que es menester?¿Cuando ocurra qué? ¿Cuando haya una necesidad? Pero, ahora ¿cómo hay que considerar lo que esta ocurriendo?” A nuestro modo y manera la pregunta sería: ¿qué más tiene que suceder para que los dos grandes partidos nacionales pierdan el miedo y acepten que se necesitan para enfrentar la situación que nos abruma? Los pactos son imprescindibles. Si no son posibles, los responsables serán quienes renuncian a ellos por preservar su confort. La necesidad de estas reflexiones se amparan una vez mas en el aragonés Gracián: ”Pero no se ha llegar al exceso de callar para que yerre, ni hacer incurable el daño ajeno por el provecho propio”: