ALBERTO AYALA, EL CORREO 07/03/14
· Por no arriesgar el 25-M, Rubalcaba empuja a la irrelevancia al PSN, debilita el bloque no nacionalista y desnuda sus propias carencias.
Alfredo Pérez Rubalcaba y la ejecutiva federal del PSOE han dado un paso de alto riesgo al prohibir a su organización en Navarra presentar, firmar o apoyar una moción de censura contra la presidenta de la comunidad, la regionalista Yolanda Barcina, para no coincidir con Bildu. Una iniciativa que solo buscaba forzar elecciones anticipadas.
El argumento que iba a servir de excusa para la moción puede parecer algo endeble, lo es. Ya saben, las denuncias de injerencias lanzadas por la exjefa de la Hacienda foral contra la vicepresidenta del gabinete de Barcina y consejera del área.
Bastante más nítido resulta el monumental enfado de la sociedad navarra después de ver desaparecer su caja, la CAN, y sus consecuencias en el día a día. Su perplejidad ante las escandalosas dietas que se repartió parte de su clase política dirigente. O su preocupación por la parálisis que atenaza hace meses a la comunidad por la situación de minoría del Ejecutivo de UPN. Argumentos de peso para pensar en unos comicios anticipados. No para Rubalcaba.
Su supervivencia pasa por ganar al PP las elecciones europeas de mayo. La tarea no va a resultarle sencilla, dicen las encuestas, así que como para correr riesgos añadidos evitables como el de Navarra. Riesgo que no era otro que el espantajo que han agitado UPN y PP: la moción supone pactar con Bildu, el brazo político de ETA, y abrir las puertas de Navarra al nacionalismo.
Los socialistas no han tenido problemas en acordar con la izquierda abertzale, por ejemplo en Euskadi. Pero siempre, claro, que el asunto no saltara a la arena de la política nacional. En este caso, foralistas y conservadores han tenido la habilidad de hacerlo. Y Rubalcaba y el PSOE se han arrugado.
Con ello han admitido de forma implícita su incapacidad para trasladar a la opinión pública hechos, no opiniones. Su política. Es decir, que la moción solo buscaba permitir a los navarros votar ya. Y que hace tres décadas que trabajan codo con codo con UPN para frenar al nacionalismo vasco en Navarra. Por intentar asirse al único clavo ardiendo que le queda, ganar el 25-M, Rubalcaba ha exhibido su debilidad y la de su partido hasta para confrontar argumentos. Ha empujado hacia la irrelevancia a sus compañeros navarros. Y puede que por bastante tiempo.
El PSN ha pasado en dos décadas de disfrutar de las mieles del poder a tragar la hiel de un negro futuro. La corrupción le colocó en la cuesta abajo; la colaboración continuada con UPN ha desdibujado sus señas de identidad y minado su peso.
En 2007 intentó romper con esa dinámica: gobernar con la extinta coalición nacionalista NaBai e Izquierda Unida. Llegó el ‘agostazo’, el veto de Ferraz y el cambio de líder. Fernando Puras dejó paso al más obediente Roberto Jiménez. Ahora la aspiración del PSN del contestado Jiménez era aún más modesta. Apenas desmarcarse de la sombra de UPN forzando la caída del Gobierno de Barcina y una cita anticipada con las urnas. El ‘marzazo’ de Ferraz ha llegado inmisericorde. Y no hay reconsideración que valga.
Rubalcaba deja por los suelos la imagen del PSN y ennegrece aún más su futuro. Pero con ello debilita el muro de contención del nacionalismo. Durante años UPN, PP y PSN han dispuesto de una cómoda mayoría que ha convertido el palacio foral en terreno vetado a los abertzales.
Tras el destrozo que ha originado Ferraz a sus compañeros y el probable desgaste de UPN por los escándalos y su gestión habrá que ver si el muro sigue o no en pie, y si aún tiene altura para cumplir su misión.
ALBERTO AYALA, EL CORREO 07/03/14