SANTIAGO GONZALEZ 23/03/13
· Ayer, el Parlamento vasco fue escenario de una performance, dicho sea sin el menor asomo de ironía. El presidente de los populares vascos, Antonio Basagoiti, anunció que iba a hacer algo que nunca se había hecho en aquella tribuna. Los batasunos habían conseguido montar el pleno para hablar de sus cosas, el conflicto y sus causas y otros asuntos de ética distraída.
Antonio Basagoiti empleó casi 18 minutos de su media hora de tiempo para recitar uno tras otro, los 857 nombres de las causas, en un momento dramático inspiradísimo. No sólo dramático. No hay iniciativa, ponencia, medidas por la paz o como quiera que lo llamen, de pueda arrancar de otra manera. Rescatar el nombre de las víctimas es la primera obligación de la democracia.
Hace tres años, con motivo de la concesión del premio Covite a Florencio Domínguez, Rogelio Alonso y Marcos Gª Rey, expliqué la importancia de su libro, por la misma razón que hoy exalto la intervención parlamentaria que Basagoiti tuvo ayer y con la misma imagen.
La película de Roberto Benigni, ‘La vida es bella’ cuenta la historia de una familia judía italiana, los Orefice, llevados a un campo de concentración. Para proteger a su hijo Samuel del horror, el protagonista, Guido, convence al niño de que todo aquello es un juego, una especia de concursoque sólo ganará si consigue esconderse tan bien que no le vea ninguno de aquellos malencarados guardias de uniforme y que el premio es nada menos que un tanque.
El niño consigue esconderse hasta los momentos finales del campo de concentración, cuando los nazis empiezan a asesinar a mansalva a los prisioneros con las fuerzas aliadas ya en puertas. El protagonista atrae la atención de un guardia de las SS para distraerle del cubo de basura en que se ha escondido su hijo y donde permanece toda la noche, ignorante de que su padre ha sido ametrallado.
Al despertarse, se encuentra con las calles del ‘lager’ vacías. Los nazis han huído y se oye el ruido de un motor. Josué se encuentra frente a un Sherman M-4, uno de los tanques que el ejército de EEUU y los de algunos países aliados usaron al final de la segunda guerra mundial. El niño corre hacia el carro y empieza a gritar: “Era verdad, papá. Hemos ganado un tanque.” El vehículo se para, por la torreta asoma un soldado norteamericano, que lo coge, lo sube hasta su altura y le pregunta: “What’s your name?”
Era una secuencia de gran contenido simbólico. Lo primero que hace la libertad es rescatar al individuo y preguntarle su nombre, el nombre judío, Orefice, que había bastado para llevar a la familia al campo de exterminio. Rescatar los nombres de las víctimas fue ayer el acto necesario de llamar a las causas por sus nombres.
Todos los portavoces de los grupos democráticos estuvieron impecables y Batasuna sufrió la primera derrota institucional apabullante que uno pueda recordar. He intentado conseguir un video youtube de la intervención, pero no he podido. La portada de ABC es una verosímil que explica el asunto, aunque la lista que aparece en la foto no es la leída por Basagoiti, que empezó por la víctima más reciente, el gendarme Serge Nérin y terminó con José A. Pardines, el guardia civil asesinado por Echebarrieta (él escribía así su nombre) en junio de 1968.
En esta foto, una vez más, el criterio superior ha sido el del maquetador. Lástima ese pico golfo con la botella de Beronia.
SANTIAGO GONZALEZ 23/03/13