ABC 14/04/17
HERMANN TERTSCH
· La profesión agoniza por pobreza, miedo y asco
UNO de los fenómenos más llamativos dentro de la deriva hacia la creciente debilidad y falta de credibilidad de la democracia y la sociedad abierta está en el hundimiento del prestigio del periodismo. La propia composición mediática de la oferta informativa ya llevaba planteando serios problemas de calidad y confianza desde hace décadas. Aparte de la mezcla de géneros con el entretenimiento, ocio y la publicidad que tantas veces irrumpía ya en espacios antes escrupulosamente acotados para la información y el análisis. Las redes sociales solo han precipitado y agravado ese problema. Pero se han sumado otros que van desde la precarización de la profesión a la cada vez más lacerante incultura de los profesionales, la imposibilidad de la independencia para periodistas mediocres, intercambiables entre sí. Terrible. Y son censura y autocensura de la corrección política que, como un nuevo rodillo inquisitorial biempensante, aplasta la libertad e intimida a periodistas y políticos. La omisión de información se ha convertido así en parte fundamental de la sistemática falsificación de la realidad incómoda. Se han impuesto como dogmas incuestionables argumentos ideológicos de la izquierda y de sus secciones de lucha ideológica, véase animalismo, cristianofobia, islamofilia, radicalismo ecológico, feminismo, ideología de género y transgénero y otras. En su defensa se miente y se oculta.
La campaña electoral norteamericana ha sido gran ocasión para ver el nivel de degradación de los medios y sus profesionales. En EE.UU. y Europa los medios se lanzaron a una campaña contra Donald Trump y en favor de Hillary Clinton que ha superado todas las manipulaciones partidistas habidas. A Clinton se le ayudó a ocultar legiones de cadáveres en sus armarios mientras a Trump se le atribuían todas las barbaridades imaginables, algunas reales, muchas absolutamente falsas. Y mientras algunos desmentían sus mentiras más obscenas cuando se revelaban como falsas, los que habían ayudado a difundirlas no hacían lo mismo con el desmentido. El martes el Daily Mail británico anunció que, para evitar un juicio, accedía a pagar casi tres millones de libras a Melania Trump y reconocer que la «información» publicada contra ella era toda inventada por el propio periódico. El Daily Mail tuvo la mala suerte de que su mentira sí importó a la mujer de Trump. Si los Trump aplican ese baremo y esos abogados a la prensa española, no hay dinero aquí para compensar tanto despropósito y falsedad. Suerte que les importamos un carajo.
Una de las peores enfermedades para la libertad de prensa está como siempre con la militancia de un periodismo que considera que la lealtad a sus ideales están por encima de cualquier código y fidelidad a la realidad como le pedía al periodismo de izquierdas Salvador Allende. En España, con la radicalización de la izquierda y las ciencias sociales y facultades de «periodismo-leninismo» adoctrinando «podemitas», la profesión se ha escorado hacia la complicidad abierta con Podemos. Cuya relación con la prensa que no controla es de abierta enemistad y guerra a muerte. Con sus organismos «willimünzenbergianos» organizan unos premios, «Enfocados y desenfocados» que agasajan a lo más granado del izquierdismo sectario. Pero que también señalan al enemigo, a periodistas desafectos, para que sean objeto del desprecio y el rechazo. Y para que todos sepan que quien los trate o contrate se busca problemas, hacen listas negras y ponen en la diana a quienes hay que «escrachear» y liquidar profesionalmente. Es lógico que los comunistas de Podemos quieran destruir a los periodistas que denuncian al chavismo hispano. Lo aterrador y nauseabundo es que haya periodistas de algún medio decente que participen en este insulto y amenaza que es una cheka virtual. El periodismo agoniza. De pobreza, de miedo y de asco.