DAVID GISTAU, ABC – 13/02/15
· El pavor a volverse residual puede explicar en parte la virulencia de acciones como la cometida contra la federación madrileña.
Después de pasar una semana en Argentina escribiendo sobre el caso Nisman, es difícil que a uno lo impresionen las operaciones políticas desatadas en el subsuelo de un ámbito municipal español. Incluso los personajes que operan en el juego son menos novelescos aquí, por más que en el PSOE sea posible detectar algunas de las características saturnales con las que el peronismo es capaz de purgarse mediante la amputación a hachazos de miembros a los que primero se tendió la trampa del apoyo explícito para pillarlos desprevenidos. Otra semejanza es la conversión de un partido en una máquina despiadada que sólo se encuentra a sí misma el sentido cuando maneja poder y provee a todo su mundo de dependientes.
El PSOE siente que le arrebatan semejante monopolio, que incluía su apropiación patrimonial de la España contemporánea antes de que ésta entrara en crisis. Ese pavor a volverse residual puede explicar en parte la virulencia de acciones como la cometida contra la federación madrileña, que algo tienen de agónicas, puesto que coinciden dos debilidades que han de ser camufladas con alardes: la del partido y la de su líder actual, quien por fin puede presentar como credencial piezas de caza mayor más impresionantes que los dos rivales en la competición por la secretaría. Sánchez es hoy más un «killer» que un guapo accidental. No se apiadó ni de la colección de Vespas, ya es ser cruel. Otra cuestión es que le hayan diseñado la operación e incluso impuesto a Gabilondo para expiar la sordidez con un santo varón progresista dispuesto a acelerar el tránsito cuando no lo suponíamos ya interesado por la política profesional. Trae consigo hasta encuestas victoriosas improvisadas en una tarde, vestales demoscópicas.
Hacía tiempo que el socialismo no ejecutaba uno de esos planes en los que se coordinan la política y el periodismo y que nos trae el recuerdo del partido implacable de hace décadas cuyo aparato jamás consintió que coartadas democráticas como las primarias permitieran la supervivencia de un elemento ajeno a la voluntad del oficialismo. En estas ocasiones, el PSOE siempre fue fulminante. Golpeaba y luego encomendaba al narcisismo socialdemócrata la reconstrucción de un relato plural en el que el propio Sánchez estaba atrapado como un adolescente utópico.
La vieja guardia aniquiladora acaba de salvarlo de la disolución en el personaje flojo, carente de carácter, que se arrastraba entre contradicciones y anhelos cursis más propios del discurso de aceptación de diadema de una «miss». En el ámbito municipal, queda por resolver una contradicción, la de Carmona, advertido ya por un renglón del editorial de «El País» de que el día de autos no hizo suficientes esfuerzos para disociarse de Tomás Gómez. Menudo dilema, elegir ahora entre treinta años de amistad o un porvenir político a rebufo del oficialismo que exige como precio fáustico una demostración de traición. Un peronista lo tendría claro, pero ésa es otra liga.
DAVID GISTAU, ABC – 13/02/15