ABC – 23/02/16 – IGNACIO CAMACHO
· El ostracismo moral decretado contra Rajoy en Pontevedra simboliza un paradigma de proscripción de la derecha.
«La ola del dogmatismo, de la obcecada ingenuidad, de los fervores juveniles utópicos, se alzaba con estruendo, voluntarista, poderosa y peligrosa. Y tendría consecuencias dramáticas»
( Jorge Edwards)
En términos diplomáticos la declaración de personanongrata conlleva una especie de veto que suele constituir una invitación para marcharse, bajo amenaza implícita de expulsión, al legatario señalado. El maestro Jorge Edwards fue obsequiado con esta consideración en Cuba, donde a principios de los 70 representaba al gobierno amigo de Salvador Allende, y la convirtió en un libro imprescindible para desenmascarar al régimen de Castro. Fuera de la diplomacia el asunto no tiene mayores consecuencias jurídicas ni alcanza más allá de una expresión simbólica, y por lo general algo sectaria, de rechazo. Según quién lo formule se trata de un gesto de hostilidad que retrata más al declarante que al declarado.
Es lo que ha sucedido con Mariano Rajoy en Pontevedra, la ciudad en que creció, donde la mayoría municipal de izquierdas lo ha estigmatizado en un acuerdo que sólo perfila el carácter intolerante y revanchista de este sedicente progresismo especializado en renombrar calles y derribar estatuas. Ya en diciembre recibió el presidente en las calles pontevedresas una civilizada muestra de discrepancia cuando un paisano muy cabal le manifestó su repulsa mediante un puñetazo. Lejos de condenar la agresión de obra, el Ayuntamiento la ha venido a aplaudir y corroborar con una de palabra que muestra su refinado talante de diálogo. A día de hoy, y a expensas de lo que pueda depararnos el revisionismo constitucional, es lo más parecido a un ostracismo físico; las leyes aún no permiten a las autoridades podemitas establecer la prohibición de pisar el término urbano.
Esto es lo que le espera al PP y por extensión a la derecha española, si progresa a escala nacional el acuerdo frentepopulista: una criminalización con tintes excluyentes, una proscripción moral, un destierro político. Una purga, una deportación interna en la que si es preciso colaborará la policía especial que reclama Pablo Iglesias a su vicepresidencial servicio.
La personas gratas de este tiempo, el nuevo paradigma oficial con patente para expedir carnés de buen ciudadano, son ese escogido elenco que brilla en las corporaciones locales desde mayo: okupas, linchadores de Twitter, bromistas antijudíos, escrachistas exaltados, reventadores asaltacapillas, asesores bolivarianos y antiguos colaboradores más o menos arrepentidos de la lucha armada anticapitalista. De esa cantera de excelencia proviene la nomenclatura llamada a empoderar a la gente para renovar a la corrupta élite del régimen. En Pontevedra se han comportado con mucha moderación: en el mismo acto podrían haber nombrado hijo predilecto al exaltado que le rompió las gafas a tan execrable ciudadano.
ABC – 23/02/16 – IGNACIO CAMACHO