ABC 22/02/16
· En Génova se extiende la convicción de que habrá nuevas elecciones el 26 de junio y de que si concurren por separado persistirá el actual bloqueo
Pesos pesados del Gobierno y del Partido Popular están sugiriendo a Mariano Rajoy la conveniencia de ofrecer a Albert Rivera la conformación de una« coalición electoral» para acudir junto a Ciudadanos a las urnas, en el hipotético caso de que se repitan los comicios generales el 26 de junio.
· 170 escaños
Creen que superarán los 170 escaños y que habría una legislatura corta
· Ministerios
Ofrecerían la vicepresidencia a Rivera, ministerios relevantes y más de 50 escaños
Antes de que el pasado jueves Rajoy fuese sorprendido en Bruselas comunicando al primer ministro británico, David Cameron, su sospecha de que Pedro Sánchez fracasará y no conseguirá cerrar su investidura con Podemos, ya lleva semanas extendiéndose entre altos cargos del PP la tesis de que repetir las elecciones no servirá de nada a ninguno de los cuatro principales partidos si no se altera a priori el tablero del juego. Por eso, una de las salidas manejadas en el PP pasa por no plantear acuerdos de legislatura post-electorales, sino trabajar discretamente para intentar concurrir junto a Ciudadanos en el «difícil supuesto», admiten fuentes próximas a Rajoy, de que Rivera aceptase.
El efecto de la corrupción
Objetivamente, nada hay aún sobre la mesa más que cálculos e hipótesis. Si acaso, esa coalición virtual va tomando forma como alternativa factible a la mera expresión de un deseo de algunos dirigentes populares, conscientes de que por separado Partido Popular (123 escaños) y Ciudadanos (40) obtendrían unos resultados muy similares a los actuales. Incluso, peores. En coalición, en cambio, la ley D’Hondt actuaría como efecto multiplicador de escaños aunque realmente no ganasen por separado muchos votos más.
Mariano Rajoy ha tenido acceso a datos metroscópicos reservados, encargados desde hace varias semanas en previsión de que, en efecto, puedan disolverse las Cortes y reeditarse las elecciones generales. La fecha ya no es un secreto para nadie: el 26 de junio. Más allá del demoledor efecto que están causando en los «trackings» los casos de corrupción en Valencia (operación Taula) o Madrid (Púnica), los resultados oscilan poco y mantienen a Génova en un estado de profunda preocupación.
De hecho, los «imputs» que reciben no garantizan ni de lejos una recuperación electoral, ni siquiera anímica, del PP. A día de hoy, el Partido Popular podría perder un pequeño puñado de escaños, y Ciudadanos ganar unos pocos. Pero la suma de ambos aún daría un resultado conjunto inferior en dos escaños al que hoy tienen en el Congreso. Mal negocio, admiten desde del PP.
Por eso empieza a percibirse como un mal menor el ofrecimiento de una coalición electoral a Rivera. Los argumentos que manejan para poner en marcha esa estrategia, en el caso de que la idea fructifique, serían tres. Primero, se trata de incidir en algo de lo que Rivera es muy consciente. Difícilmente dejará de ser la cuarta fuerza política del arco parlamentario, y el reparto de escaños con la ley electoral vigente «machaca» a Rivera. De ahí, la decepción interna de Ciudadanos cuando las urnas arrojaron 40 escaños, frente a los 80 que llegaron a atribuirles algunas encuestas.
Objetivamente, hoy Ciudadanos –pese al éxito que supone bautizarse en unas generales con 40 escaños–, carece de fuerza suficiente para condicionar un gobierno. Repetir sus resultados en junio, escaño arriba, escaño abajo, no haría cambiar nada. Ese es su techo hoy.
El segundo argumento ya lo ha sugerido uno de los vicesecretarios generales del PP, Javier Maroto. La primera consecuencia de una coalición electoral que triunfase en los comicios sería el nombramiento automático de Rivera como vicepresidente del Gobierno, con una designación pactada también de varios ministros de Ciudadanos en departamentos «muy potentes». Incluso, el PP estaría dispuesto a ofrecer en las listas electorales comunes «puestos de salida» garantizados para 50 o más diputados del partido de Rivera. Todos ganarían.
El objetivo factible sería lograr como mínimo 170-175 escaños y garantizar la gobernabilidad. Ahora, por separado, suman 163. Pero al factor geométrico, el PP une un tercer argumento: el de la «solvencia». Pese a las cesiones políticas evidentes que tendrían que asumir ambas partes, el proyecto encarnaría una mayoría clara de centro-derecha basada en garantizar estabilidad institucional, certidumbre económica y seguridad en los mercados internacionales. Amén de un «seguro de vida» para la unidad de España.
Otra de las consideraciones que dirigentes del PP estarían dispuestos a evaluar sería la duración de la legislatura. Avanzan que debería ser corta. No más de dos años y medio porque esa coalición no sería un proyecto de futuro por el que el PP terminaría absorbiendo a Ciudadanos, sino un recurso inédito y provisional exclusivamente diseñado como solución parcial al actual bloqueo político.
Este planteamiento daría tiempo a Mariano Rajoy para pacificar el PP, rearmarse en su congreso nacional pensando en el futuro liderazgo y proceder a una transición tranquila frente a la convulsión interna que hoy vive Génova.
De momento, el PP está deseando que llegue el día 2 de marzo y empiecen a correr los dos meses exactos que, desde entonces, tendrá el socialista Pedro Sánchez para ser investido. Rajoy, es evidente tras su charla con Cameron, no cree en la «solución catalana» del «último minuto», «o en un Puigdemont sacado de la chistera». Sin embargo, sí hay en el PP y en el Gobierno quien sospecha que Pedro Sánchez sopesa una operación similar. La escenificación de su buena sintonía con Rivera –interpretan– no es solo un intento de generar «celos políticos» en Pablo Iglesias, sino la base de «algo mucho más profundo».
El PSOE también quiere
En el PSOE también hay quien querría atraer a Rivera hacia una alianza electoral previa, y fácilmente identificable, para dar la sorpresa. De hecho, sería la única alternativa viable si el PSOE quiere mantenerse por delante de Podemos en unas nuevas elecciones, una vez que Iglesias tiene garantizado ya el casi millón de votos de Izquierda Unida y que, con seguridad, abocaría a los socialistas a ser tercera fuerza política en España, y a afrontar su más profunda crisis de la historia reciente.
Lo que no parece negociable de momento en el PP es Mariano Rajoy. Si Ciudadanos aceptase el desafío, no podría ser con otro presidente del Gobierno. Solo sería durante el lapso de tiempo que se pacte antes de otras elecciones, pero con Rajoy al frente. No se plantearía como una cuestión personalista de liderazgos o como un proyecto definitivo de regeneración, sino como una mera urgencia de conveniencia política para desatascar el bloqueo político en España. Después, cada partido haría de su capa un sayo.
En cualquier caso, en el PP y en el Gobierno asumen que Ciudadanos estaría ante una decisión «crítica» que se rechazaría como primera providencia porque el riesgo de desnaturalización del proyecto regeneracionista de Rivera es muy alto. Podría iniciar un proceso paulatino de pérdida de identidad y, por supuesto, de desgaste personal ya con Rivera como vicepresidente.
Pero alguno de esos pesos pesados de Rajoy argumenta en privado que, objetivamente, sus 40 escaños son hoy irrelevantes y que del mismo modo que puede crecer en el futuro, puede también ir disolviéndose hasta convertirse en la «nueva UPyD». Es un peligro que deberá manejar Rivera llegado el momento.
La gran coalición PP-PSOE-Ciudadanos ya es imposible. Sólo cuadraría el pacto de Sánchez con Podemos y los independentistas. Por tanto, de algún modo Ciudadanos «queda descolgado de todo», analizan en el Gobierno. «¿Por qué no va a interesarles?» Hasta se bromea en privado en el nombre… «Ciudadanos Populares».