- Los economistas, en general, no auguran largo recorrido a los PGE aprobados la semana pasada en el Congreso de los Diputados, a los que tachan de voluntaristas, por no decir irreales
Montoro no termina de creerse los presupuestos de 2022. Asegura el profesor que no tienen ni fuste ni muste. La suya es una opinión cualificada porque manejó los números durante largas temporadas y porque el diablo sabe más por viejo que por diablo. “La gente en realidad piensa: ¿eso cómo se paga?”, decía en la entrevista de este domingo.
Los economistas, en general, no auguran largo recorrido a los PGE aprobados la semana pasada en el Congreso de los Diputados, a los que tachan de voluntaristas por no decir irreales. No tanto por el hecho de que hayan salido adelante con el voto a favor de formaciones que quieren erosionar España como Esquerra o EH Bildu, a las que el Gobierno ha tenido que regar con las más singulares sinecuras, sino porque han sido esculpidos a martillazos, esto es, de arriba abajo, como hacen las compañías de dudosa gobernanza, como esas empresas que escriben en una hoja el beneficio final que quieren obtener y luego rellenan las casillas con números inventados hasta conseguir cuadrar dicha cifra. Bruselas tampoco se los cree, pero prefiere mirar hacia otro lado si a cambio le regalan con lacito la reforma de las pensiones para antes de final de año, tal y como le ha prometido Moncloa, y no la lían en el mercado laboral.
La verdad no se puede fabricar. Se puede fabricar el relato y distribuirlo entre los voceros por si cuela, pero la verdad termina emergiendo
Más que una recuperación, el escenario macro nos muestra un tótum revolútum que hace saltar las costuras de las economías familiares. Después de sermonearnos con una fulgurante recuperación económica tras el desplome de 2020, los números diluyen la realidad como los hielos el whisky. La verdad no se puede fabricar. Se puede fabricar el relato y distribuirlo entre los voceros por si cuela, pero la verdad resulta tozuda y termina emergiendo. Y la verdad es que España se sitúa como el país de la eurozona con más desequilibrios macroeconómicos. Peor que Grecia, Portugal o Lituania. No lo dice Ayuso, lo dice Eurostat.
Así que, remedando al presidente Sánchez, de esta no salimos más fuertes sino más débiles. Según la Fundación de las Cajas de Ahorro (Funcas), el fiasco del turismo internacional, el menor vigor del consumo privado y la lenta ejecución de los fondos europeos del programa Next Generation están suponiendo un lastre para nuestra economía, que se muestra menos ágil y eficiente que la de nuestros vecinos europeos. El ‘think tank’ de la CECA, como la gran mayoría de servicios de estudios, ha recortado la previsión del PIB, situándola por debajo de la del Gobierno.
A escasas semanas para el cierre del ejercicio de 2021, España se va a quedar muy lejos de ejecutar la totalidad de los fondos previstos
Venía diciendo el Ejecutivo que el Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia, que contempla la movilización de hasta 140.000 millones de euros, sería la clave de bóveda de los PGE de 2022 y el bálsamo de Fierabrás para la reactivación. Nada más lejos de la realidad. El desánimo cunde entre los empresarios. A escasas semanas para el cierre del ejercicio de 2021, España se va a quedar muy lejos de ejecutar la totalidad de los fondos europeos previstos para este año. Según BBVA-Research, apenas se llegarán a los 10.000 millones de los NGEU de un total de 27.000 millones. Y eso si cruzamos los dedos.
La cosa no pinta mejor en 2022, a tenor de los precedentes. Carlos Segovia desvelaba en ‘El Mundo’ las críticas del jefe europeo de los fondos estructurales a España por obsesionarse con los Next Generation cuando dispone de 36.645 millones de las partidas de cohesión cogiendo polvo en un cajón, si es que no van directamente a la basura. Existe, igualmente, la sensación de que, para acelerar su distribución, los fondos se van a repartir discrecionalmente entre manos amigas bajo las más espurias justificaciones.
Para el servicio de estudios de Carlos Ocaña, director general de Funcas y exsecretario de Estado con Zapatero (nada sospechoso de ser un submarino del PP), los presupuestos de 2022 son un brindis al sol, donde cualquier parecido del cuadro macro y las previsiones de ingresos y gastos con la realidad es pura coincidencia. Todo ello acentuado por la llegada de nuevas olas y cepas, como la denominada ómicron, y por riesgos derivados del encarecimiento de las materias primas, de la escasez de suministros y de la resistencia a la baja de los precios de la electricidad que podrían dar lugar a efectos de segunda ronda sobre la inflación y comprometer las cuentas del Gobierno hasta dejarlas en papel mojado.
Estos presupuestos, y algunos gestos como los del PNV, anticipan un final de ciclo y quién sabe si unas elecciones generales anticipadas
Tan en papel mojado que el ministerio que dirige Nadia Calviño parte de una previsión de ingresos histórica, no solo por la llegada de los fondos europeos, sino también por el crecimiento estimado para la recaudación, que actualmente se antoja una quimera. «Existen dudas», señala Funcas, «de que la senda prevista de déficit para el periodo 2021 a 2024 pueda cumplirse en ausencia de un plan de consolidación fiscal que revise tanto las cifras de ingresos como de gastos, tal como proponen instituciones como el Banco de España».
Estos presupuestos, y algunos gestos como los del PNV, anticipan un final de ciclo y quién sabe si unas elecciones generales anticipadas. La pregunta no es tanto qué tendría que ganar Pedro Sánchez con un adelanto de los comicios ahora que va por detrás de las encuestas, sino, visto lo visto, con qué país se encontrará de aquí a dos años para encarar el reto y tener opciones de revalidar la presidencia. La respuesta para Sánchez no resulta nada halagüeña.