Produjo asombro la desdichada intervención del presidente del Gobierno en el Congreso, cuando en el mejor estilo de sus socios calificó de ‘piolines’ a los policías y guardias civiles que fueron movilizados a Barcelona para atajar el golpe de estado del 1 de octubre de 2017.
No había razón. Pedro Sánchez se había expresado desde su identidad de clase. Él es un pijo socialdemócrata, un pequeño burgués radicalizado de moral equívoca, que alberga contra las fuerzas de seguridad arraigados prejuicios de clase.
En el primer mitin de la Pasionaria en Bilbao, 22 de mayo de 1977, recuerdo al secretario general de los comunistas vascos, Ramón Ormazábal, condenando en términos rotundos el asesinato del policía armada Manuel Orcera de la Cruz perpetrado cuatro días antes en San Sebastián. “Han asesinado a un trabajador vestido de uniforme”, dijo Ormazábal, lo que originó un cierto revuelo entre la multitud que llenaba la Feria de Muestras. Yo debía de ser por entonces un comunista de derechas, porque simpaticé mucho más con las palabras de mi secretario general que con mis presuntos camaradas alborotados.
Lo demás estuvo a tono. Mi admirado Blas de Otero dedicó a Dolores un poema manifiestamente mejorable: “Vasca desde la raíz /luchó como el viento del Cantábrico, / amó a los mineros, a los obreros /campesinos; /es resistente como el hierro de Gallarta y / venerable como un roble de mi valle natal,/ Orozco”, por más que él había nacido en Bilbao. Ella correspondió invocando “el gran país soviético” aunque a muchos de los presentes aquello ya no nos cuadraba con la inequívoca condena realizada por Carrillo de la invasión de Checoslovaquia por las tropas del Pacto de Varsovia en 1968.
Aquel mismo año, el 1 de marzo, los estudiantes de Arquitectura de Roma habían mantenido una feroz batalla campal contra la Policía italiana, tratando de hacerse fuertes en el recinto universitario.
A Pablo Iglesias le faltaban aún diez años para nacer, pero ya le habrían excitado aquellos pijos que pateaban la cabeza a policías italianos. Pier Paolo Pasolini escribió un rotundo poema contra los pedrosánchez de su tiempo, los pijos pequeñoburgueses que apalearon a la Policía cuando trataba de desalojarlos de la Facultad de Arquitectura de Valle Giulia. Él pertenecía a una izquierda a contracorriente, no asimilable. Diez meses antes de su asesinato, en enero de 1975, había escrito un artículo “Estoy en contra del aborto”, que le valió una bronca con lo que María Antonietta Macciocchi llamó ‘el feminismo de asalto’. Su poema en favor de los policías en su lucha contra los estudiantes le valió la enemiga de la izquierda en su conjunto: “Cuando ayer en Valle Giulia os liasteis a mamporros/ con los polizontes,/ ¡yo simpatizaba con los polizontes!/ Porque los polizontes son hijos de pobres. (…)/ En Valle Giulia, ayer,/ se desarrolló, pues, un episodio/ de lucha de clases: y vosotros, amiguitos (bien que en el bando/ de la razón) erais los ricos,/ mientras que los polizontes (que estaban en el bando/ equivocado) eran los pobres. ¡Bonita victoria, pues,/ la vuestra! Y en esos casos,/ amiguitos, las flores se dan a los polizontes”. En fin, amiguitos y amiguitas, no sé cómo explicarlo: Pedro Sánchez no es Pier Paolo Pasolini y este no era un pijo ni un imbécil.