Algunos siguen teniendo miedo a que la deslegitimación y la derrota de ETA perjudique a la causa nacionalista. Por eso en las últimas semanas han reaparecido en el País Vasco los discursos de la equidistancia, los que hablaban del rechazo «a todas las violencias», al reparto de culpas, para no tener que señalar a ETA con el dedo.
Cuentan que el dirigente de ETA Txomin Iturbe recibió en Argel al primer enviado del Gobierno español, en 1986, diciendo «si te llego a encontrar en la calle te doy dos hostias» y lo despidió indicándole que «dentro de unos meses estaremos tomando vinos juntos». Es la diferencia entre matar a alguien que representa un enemigo en abstracto y conocer a ese supuesto adversario de forma personal y cercana. Ni siquiera un dirigente etarra encallecido como era Iturbe podía permanecer indiferente a ese factor personal. El Plan de Convivencia Democrática y Deslegitimación de la Violencia que ayer aprobó el Gobierno vasco contempla, entre otras muchas acciones, la presencia de víctimas del terrorismo en las aulas para explicar a los estudiantes su sufrimiento. Muchos jóvenes han ingresado en ETA en el pasado llevados por un sentimiento aventurero e idealista. Un 15% de los jóvenes que están en las aulas muestran actitudes de comprensión y apoyo a ETA y un porcentaje similar se manifiesta de manera ambigua frente al terrorismo. Si conocen de cerca los daños de la acción de ETA en personas con nombres y apellidos, con cara y ojos, como decía Juan José Ibarretxe, es muy posible que esa visión juvenil idealizada desaparezca a tiempo.
El plan cuenta con el apoyo del PP, de UPyD y en parte también del PNV. El partido de Iñigo Urkullu ha vacilado ante la propuesta, posiblemente por la existencia de divisiones en su seno ante una iniciativa que tiene como objetivo principal la deslegitimación del terrorismo en la sociedad vasca. Algunos siguen teniendo miedo a que la deslegitimación y la derrota de ETA perjudique a la causa nacionalista. Por eso en las últimas semanas han reaparecido en el País Vasco discursos de vuelta a la equidistancia, aquellos que hablaban del rechazo «a todas las violencias», a la violencia «venga de donde venga», al reparto de culpas, para no tener que señalar a ETA con el dedo.
La posibilidad de la presencia de las víctimas de ETA en las aulas ha puesto a muchos nacionalistas otra vez a la defensiva en posturas que parecían superadas. Al final, en el PNV se ha impuesto la decisión de respaldar el plan, aunque con algunas cautelas. De no haberlo hecho así, su presidente, Iñigo Urkullu, hubiera tenido difícil explicar el rechazo con su idea de que la desaparición del terrorismo pasaba por «la deslegitimación social mediante políticas educativas, culturales y de comunicación».
Su antecesor, Josu Jon Imaz, lo tenía también claro. Después de la ruptura de la última tregua, defendió la acción policial para combatir a ETA y «la deslegitimación social y política de su entorno» como único camino para alcanzar la paz porque «sólo su debilitamiento operativo, social y político llevará a ETA a la reflexión necesaria para que opte por cerrar definitivamente su persiana. Lo demás es voluntarismo», apostilló.
Florencio Domínguez, LA VANGUARDIA, 9/6/2010