Quienes no nos conocen pudieron pensar que el plan Ibarretxe era una ocurrencia. Al contrario: constituía otra manifestación de nuestra vocación planificadora. Es una desgracia que no se conozcan con precisión todos los planes vascos. Resulta urgente un plan vasco para publicar juntos los planes vascos y saber de golpe a dónde vamos.
La suerte de ser vascos reside en que lo tenemos todo controlado. Sobre todo el futuro, planificado y bien planificado. Dícese de ‘planificación’ que es «plan general, científicamente ordenado y frecuentemente de gran amplitud para obtener un objetivo determinado, tal como el desarrollo económico, la investigación científica, el funcionamiento de una industria, etcétera». Tan contundente acepción la harían para explicar lo nuestro. Tenemos planes por doquier, a docenas, y dejo a un lado los tradicionales planes de ordenación urbana, planes de carreteras o planes estratégicos empresariales y cosas de este tipo. Ateniéndonos a los que gobiernan nuestra vida en los aspectos supratécnicos, pueden citarse, de entrada, el Plan vasco del Deporte, el Plan vasco de formación profesional, el Plan Euskadi para la sociedad de la información, el Plan vasco de Estadística, el Plan rector de la vivienda que aprobó el Gobierno vasco o el Plan director del transporte sostenible (PDTS), como primera muestra de que nada dejamos al azar y de que la principal y más loable habilidad de nuestros próceres consiste en proyectarnos la vida, diseñar cuidadosos los cauces de nuestro futuro.
Esta pasión vasca por hacer planes sitúa en su justa perspectiva las épicas batallas de la última década. Quienes no nos conocen pudieron pensar que el plan Ibarretxe era una ocurrencia, el sueño de una noche de verano, una anormalidad social. Al contrario: constituía otra manifestación de nuestra vocación planificadora, no un volcán en el desierto, sino un grano más en un ataque de varicela, pues lo de diseñar futuros resulta pandemia vasca. No sólo Ibarretxe ha tenido su plan. El que le suceda llegará en su día con su plan debajo del brazo. También hubo un plan Ardanza en su ‘lehendakariato’, y aunque no le cuajó el nombre, Garaikoetxea dedicaba sus días de 1983, cuando era el mandamás, a predicar su plan de paz. Buenos son los ‘lehendakaris’, gente astuta que hace planes para arreglar violencias y, casualidad, les sale que sirven también para desarrollar sus ideas (nunca al revés, y es coincidencia que asombra). No se queda en ellos el juego de los planes. Puede leerse estos días que hay un plan Patxi López, o un plan Lizarra-Perpiñán (el de Zapatero para desmantelar España), que existió un plan Lizarra (y quizás lo hubo) y que hay un plan B de Batasuna para jugárnosla en un momento dado. Los planes o sospechas de planes nos cercan.
Y así la natural creatividad de los vascos (pioneros, referentes europeos, creadores de sistemas vascos…) se dirige en aluvión a hacer planes vascos, en un número que asombra para un país de dimensiones discretas como el nuestro. Hay un plan (vasco) contra la siniestralidad, un plan de promoción del uso del euskera, un plan (vasco) de residuos inertes, un plan vasco de atención sociosanitaria; han solicitado un plan vasco contra las drogas (y lo habrá) y, como idea, se habla de un ‘plan vasco de reconciliación’, al tiempo que se abomina del también virtual ‘plan de macrocárceles de Euskal Herria’, hay quien exige un ‘plan feminista estratégico para Euskal Herria’ y se proyecta un ‘plan vasco de educación en la paz’, que por pensar planes no quede. Éstos están sólo en el plano conceptual, pero Ibarretxe presentó ya su ‘plan para la paz y la convivencia’ -pasando de la virtualidad a la metafísica-, existe un Plan de acción positiva para las mujeres en la CAPV, un Plan de inspección y control ambiental y un Plan forestal vasco, que es de larga duración, pues se aprobó en 1994 y no terminará hasta 2030; ojalá que por entonces quede algún árbol para demostrar su luenga eficacia. Hubo un Plan Euskadi 2000 y por raro que parezca existe un Plan Estratégico de la Administración y Gobierno Electrónicos (PEAGE: no es broma). Si alguien tiene interés por tan escalofriante iniciativa puede consultarlo en la publicación del mismo título, cuyo autor, asegura la referencia, es la ‘Oficina de Modernización’ que existe en el Gobierno vasco, cuyas interioridades siempre tienen capacidad de sorprender. Ilusiona tan prometedor negociado, y más aún un ‘Gobierno Electrónico’. Lo habrán implantado ya, en secreto, y eso explica que el Gobierno de ahora parezca tan raro, a lo mejor funciona a pilas, chips y fusibles y de ahí su fisonomía de Ejecutivo robótico.
Lo de los planes es el signo de los tiempos. No encontramos gobierno de los que inundan el territorio español sin su ración de planes. Los planes quieren ser signo de eficacia, raciocinio y modernidad, y por eso gustan a los gobernantes. Pero lo que sucede en el País Vasco con tan delicado tema es para el Guinness. Como setas proliferan los planes, no forzosamente fruto de mentes equilibradas. Se diría que ningún funcionario gubernamental descansa hasta diseñar un plan concreto y decisivo. El hábito viene como anillo al dedo de una nación en construcción como la nuestra, pues da apariencia de soberanía y de gestión racional. Y no hablemos del estribillo ‘vasco’ con que suelen apellidar a nuestros planes, no ‘del País Vasco’ o ‘de Euskadi’.
A veces cuesta adivinar a qué se dedica el plan vasco correspondiente. Por supuesto, está claro de qué va el Plan (vasco) del futuro cárnico, se intuye en qué consiste el Plan Vasco de Ciencia, Tecnología e Innovación, el Plan Renove (vasco) para los electrodomésticos, el Plan renove de calderas y calentadores a gas, y con osadía e imaginación se entrevé el objetivo del Plan vasco de cultura (PVC le llaman) y del Plan de igualdad que diseñara Emakunde, aunque cueste distinguirlo del Plan municipal de igualdad entre mujeres y hombres; también se adivina más o menos qué buscan el Plan interinstitucional de promoción económica y el Plan vasco de informática educativa. ¿A qué se dedican sin embargo el Plan vasco del voluntariado, el Plan vasco de inmigración o el Plan vasco de inserción, de enunciado asaz misterioso? Se lo aclaro: en su edición inicial el primero fue mayormente un plan de hacer planes, pues servía para que se presentasen planes para potenciar el voluntariado (la segunda buscará cosas algo etéreas), lo que produce la tormentosa sospecha de que entre los vascos hay más afición a planear planes que a desarrollarlos.
Algo parecido sugieren las descomunales mesas que se forman cuando se reúne la Comisión vasca de cultura para vigilar cómo va el PVC; resulta un número inconmesurable de gente y podrán patrullar muy de cerca entre quienes trabajan en culturas vascas, que, contra lo que sucede con ellos, forman un número finito y abarcable. El Plan vasco de la inmigración quiere «planificar y coordinar la intervención de la Administración» en los asuntos de los que trata, por lo que es un plan del Gobierno para controlarse a sí mismo y a la Administración. Que tenga éxito en tan arduo empeño. Renuncio a explicarles el Plan vasco de inserción, pues está escrito en críptico. Asegura que «es un instrumento que recoge, de forma coordinada y plural, las líneas, directrices y actuación que debe orientar la actividad de las administraciones competentes para la consecución de la inserción de las personas en situación de exclusión». Del farragoso redactado parece colegirse que consiste en que Gobierno y Administración se darán instrucciones a sí mismos para insertarse en el asunto de la inserción. O así.
Mejor, pues, no ahondar en los contenidos y quedarse con la seguridad que da saber que tenemos un Plan vasco de consumo medioambiental sostenible (sic), un Plan vasco de investigación en incapacidad intelectual, un Plan vasco para la promoción integral y participación social del pueblo gitano (lo escribirían tan largo y políticamente correcto para que no fuese ‘Plan vasco para los gitanos’), un misterioso Plan Joven-Gazte Plana, un Plan sectorial (y vasco) del vacuno, un Plan de competitividad empresarial e innovación social (con tan curioso nombre lo aprobó el Gobierno vasco, supongo que para no terminar en ‘empresarial’ y darle así un toque progre), un Plan integral de lucha contra la pobreza, un Plan Konekta Zaitez, así como los siguientes: Plan Euskadi XXI, Plan interinstitucional de empleo y formación, Plan de Acción frente a una Pandemia Gripal en Euskadi, Plan de Gestión de Residuos Peligrosos de la CAPV, un Plan energético vasco, Planes de saneamiento integral de cauces hidrográficos y de zonas costeras o un Plan vasco de competitividad, entre un larguísimo etcétera.
Es una desgracia que no se conozcan con precisión todos los planes vascos, lo que causaría el asombro y admiración del género humano y sería otro timbre de gloria de este pueblo con identidad. Resulta pues urgente un plan vasco para publicar juntos los planes vascos y saber de golpe a dónde vamos. Es posible que, atosigados por tanto plan, todo acabe colapsándose, pero al menos el desastre llegará tras cuidadosas planificaciones.
(Manuel Montero es catedrático de Historia Contemporánea de la UPV)
Manuel Montero, EL DIARIO VASCO, 29/12/2006