PNV, cambio de traje

 

El PNV modifica la cláusula de que sólo una vez superada ‘la violencia’ podrá llegarse a la «fase resolutiva»; ahora «se requiere que ETA haya cesado su actividad, o bien que Batasuna y EHAK lo hayan reclamado». El mensaje principal del manifiesto es claro: «¡ETA, aguanta sin matar! El PNV necesita que sigas ahí. ¡Por la vía política, juntos podemos!».

El plan Ibarretxe no llegó a buen puerto. Al lógico rechazo del Congreso de los Diputados siguió el complejo resultado de unas elecciones que fueron todo menos el plebiscito que planteara el lehendakari. Menos mal que el presidente Zapatero, por un lado, y la siempre fiel Ezker Batua, por otro, vinieron en su ayuda, devolviéndole con toda tranquilidad el monopolio del poder en cuanto a la gestión de la CAV. Así que el Gobierno Vasco y el PNV pasaron a aplicar el viejo criterio sabiniano de que todo viraje táctico resulta lícito, siempre que sea mantenida una fidelidad estricta a la doctrina de fondo. La enseñanza del proyecto de liga de vascos españolista se mantiene vigente. Todos los compromisos enunciados previamente sobre una consulta fueron archivados y del acuerdo solemne del Parlamento vasco sobre el nuevo estatuto, con su libre asociación y su puntual relación de políticas públicas que haría posible el pleno autogobierno, ni rastro. Borrón y cuenta nueva. Lo cual no significa que Ibarretxe e Imaz hayan renunciado a un solo componente de su proyecto político. Simple- mente aceptan de manera implícita la necesidad de adaptarse a las circunstancias, mudar de piel para conservar intacto el núcleo del proyecto, puesto hace unos meses por el presidente del PNV bajo el rótulo de cosoberanía, y ahora envuelto en una prolija declaración «ante el final dialogado de la violencia y la normalización política».

A la vista del caos provocado por la política del presidente Zapatero en el tema estatutario y de los debates internos del PSE, Imaz ha debido de pensar que cuanto más dulce sea la envoltura, mayor será la eficacia. Lo importante es que los socialistas piquen en el anzuelo de un supuesto consenso para el cambio, confirmando la ruptura con el PP del mismo modo que el Acuerdo de Lizarra impuso en su día la exclusión de los dos partidos constitucionalistas. Una vez que entraran en el redil del ámbito vasco de decisión y refrendasen con unas u otras palabras la propuesta de autodeterminación, a los socialistas no les cabría otro remedio que seguir los pasos del tripartito en la mesa, o las mesas, avalando con su presencia un proyecto anticonstitucional cuyo contenido se encuentra implícito en la puesta en marcha del procedimiento. Eso sí, ahondarían la sima que les separa del PP, que es al parecer el gran logro que el Gobierno Zapatero, con la inestimable colaboración de los populares, podrá exhibir ante la historia.

Ante todo, la declaración del Euskadi-Buru Batzar constituye una obra maestra del tartufismo político. ¡Qué despliegue de buenos propósitos y de golpes de pecho al presentarse ante los demás partidos! La palabra clave del escrito es la de «humildad». A pesar de todos los bienes que ha producido su gestión en la sociedad vasca, de sus continuos aciertos y de su decisiva contribución al hecho de que ahora la paz sea posible, el PNV ya no trata de imponer nada a nadie. Ofrece «un especial ejercicio de responsabilidad y flexibilidad», predica «la conciliación», condena el enfrentamiento de identidades y propone un «futuro de paz y normalización política para nuestro pueblo», sobre la base de un «acuerdo aceptable para todos».

De ser sincero tan cristiano propósito de la enmienda, cabría esperar que el diseño político presentado introdujera sensibles variaciones en cuanto al tratamiento del tema terrorista (perdón, «de la violencia»), a la relación con los partidos y sobre todo con los cientos de miles de vascos no nacionalistas, y, en fin, a la fijación del objetivo político central del PNV. Pues bien, puede decirse que nada de eso. Lo que nos ofrece ahora Imaz es una densa hojarasca de palabras ilustrativas de sus buenas intenciones, a modo de interminable sermón pronunciado por un párroco untuoso, con el fin de ir a parar a lo de siempre: un acuerdo político en que se impongan sin reservas las tesis nacionalistas.

¿Quiénes han actuado a favor del clima de paz? Para empezar, ninguna fuerza constitucionalista, y menos la acción policial que entre Francia y España ha desmantelado a ETA. Han sido las tomas de posición de la sociedad vasca contra la violencia, la brillante gestión del Gobierno vasco que «desde la declaración del Kursaal actuó como catalizador del clamor de nuestro pueblo», y, sorpréndanse los lectores, incluso las actitudes de ETA, a la vista del 11-S y de los acuerdos de Irlanda. Por enésima vez, pueblo vasco es pueblo nacionalista, y sus representantes, los grupos abertzales. Y es que como se nos informa a continuación, el huevo que produjo la gallina ETA fue ‘el contencioso’ frente al cual actuó siempre el PNV en defensa de «la democracia, la libertad y la causa nacional vasca». ¡Qué hermosura!

El lector avisado va percibiendo que la invocación de la paz nada tiene que ver con una eventual renuncia unilateral de ETA a la táctica terrorista. El malo de la película es el Estado, que insiste en mantener el contencioso y además «pretende acabar con ella desde los propios poderes del Estado». Grosería incalificable que ha «empañado gravemente el sistema democrático». El EBB cita como ejemplos al Batallón Vascoespañol y a los GAL, pero el referente del juicio es explícitamente toda acción del Estado que intente servirse de procedimientos judiciales y policiales para acabar con la banda. «Denunciemos en este sentido los graves excesos cometidos por las instituciones del Estado», insiste: «Se han ilegalizado partidos, se han cerrado periódicos, se ha encarcelado previamente a gente pacífica e inocente». Alguien pensaría que ETA-Batasuna-Egin formaban una cofradía de beneficencia pública. A las víctimas del terror, alusión de pasada, para centrarse en quienes de veras importan a nuestros patriotas sabinianos: «La paz supone también acabar con el sufrimiento que afecta a muchas personas del mundo de ETA». Puestos ya a entrar en la senda de la infamia y de la fraternidad abertzale, el propósito de «la movilización social contra la violencia y en defensa de la vida» se convierte sin pasar a otra frase, generalización mediante, en «prestar especial atención a los derechos humanos de las personas privadas de libertad». La lógica de inversión de raíz nazi impone una vez más su ley: «recomponer las libertades democráticas» significa la vuelta de ETA-Batasuna a una vida legal que les devuelva su capacidad de acción sobre la sociedad vasca. No hay que acabar con ETA, sino con la Ley de Partidos, es la consecuencia implícita pero evidente.

Y de cara al futuro, resulta fácil imaginar que se trata de reemprender la caminata hacia la autodeterminación, sólo que ahora con una invitación implícita al PSOE. Sin admitir «chantaje», «imposición», ni «veto», de Madrid para alcanzar el objetivo de «la consulta». A discutir en la mesa lo que nosotros -y ETA-Batasuna- queremos que se discuta, como prólogo de la resolución. Última prueba de la voluntad de engañar por parte del PNV que nos lleva otra vez al terreno de la manipulación. La tan proclamada cláusula de que sólo una vez superada ‘la violencia’ podrá llegarse a la «fase resolutiva», ahora se modifica: «Se requiere que ETA haya cesado su actividad, o bien que Batasuna y EHAK lo hayan reclamado». Dicho de otro modo, amén del canto de sirena dirigido hacia el PSOE, el mensaje principal del manifiesto es bien claro: «¡ETA aguanta sin matar! El PNV necesita que sigas ahí como ahora. ¡Por la vía política juntos podemos!».

(Antonio Elorza es catedrático de Pensamiento político en la Universidad Complutense de Madrid)

Antonio Elorza, EL DIARIO VASCO, 27/10/2005