EL CORREO 22/05/2013
· La oposición en bloque reprocha al lehendakari su inacción y falta de liderazgo, mientras el PNV pronostica un acuerdo fiscal en el plazo de un mes.
La cumbre de Iñigo Urkullu en la Lehendakaritza resultó desconcertante. Para los partidos invitados, que coincidieron en calificar de «sorprendente» el desarrollo de la reunión, que se prolongó durante casi tres horas y media; y para la opinión pública, que asistió a una sucesión de ruedas de prensa pasadas las nueve de la noche, que la oposición en pleno aprovechó para proyectar la imagen de un lehendakari desnortado y sin iniciativa, preocupado únicamente por ganar tiempo, mientras el Gobierno y el PNV se declaraban «satisfechos» y «moderadamente optimistas» sobre la posibilidad de alcanzar grandes acuerdos de país en breve plazo.
Incluso, el presidente jeltzale, Andoni Ortuzar, se mostró «rotundamente» convencido de que a finales de junio, en apenas un mes, habrá cerrado un pacto fiscal que tenga su correspondiente reflejo en la previsión de ingresos que el Consejo Vasco de Finanzas haga a mediados de octubre. ¿Sorprendente? No menos que la posición del líder del PSE, Patxi López, que, consciente de lo que para él supondría presentarse como el adalid y muñidor de una fiscalidad «más justa y progresiva» y más armonizada para Euskadi, se calzó el guante de seda en lugar del de hierro que en las últimas semanas ha exhibido con Urkullu. No en vano, el rechazo del PSE al Presupuesto forzó al jefe del Ejecutivo de Vitoria a retirarlo por la puerta de atrás y a ofrecer, primero, un acuerdo de legislatura a los socialistas vascos y al PP y, después, a improvisar una doble cumbre institucional y política, que ayer culminó en medio de una notable expectación mediática.
Tras el acuerdo con las diputaciones para repartirse el margen de déficit e invertirlo en infraestructuras que ejerzan un efecto tractor sobre la maltrecha economía vasca, la cita de ayer se perfilaba como un fracaso rotundo que el Ejecutivo y el PNV se afanaban por evitar. Finalmente, la cita tuvo mucho de escenificación política y poco de contenidos reales, aunque la famosa «pinza» PSE-EH Bildu que el propio Gobierno vasco había advertido días antes de la cita estuvo lejos de aparecer. Tampoco se perfilaron tan claramente como cabía imaginar los dos bloques que hasta el momento se han visualizado en torno al tema estrella de la reunión de ayer: la reforma fiscal y la lucha contra el fraude. El previsible enfrentamiento de los partidos de tradición foralista frente a los de izquierdas no fue tal y el PP, de hecho, se mostró muy crítico con Urkullu. Y eso que, a mediodía, el portavoz del Gobierno, Josu Erkoreka, temeroso de que la cita se convirtiera en zafarrancho de combate, había preguntado al PSE si de verdad pensaba hacer bandera del acceso «libérrimo y caprichoso» de los responsables de la Hacienda guipuzcoana, en manos de Bildu, a los datos fiscales de los contribuyentes del resto de territorios.
Los avances, «relativos»
Patxi López dejó claro que lo que ofrece el PNV es muy «insuficiente» y que exige la «interconexión» completa de las bases de datos. Recalcó también que es necesario subir los impuestos y no conformarse con el nuevo margen de déficit, pero no cerró la puerta a la posibilidad de un acuerdo. Dijo que al menos existe «un guión» y se felicitó de que sea el mismo «que los socialistas llevamos proponiendo años, cuando estábamos en el Gobierno y ahora en la oposición». Preguntado directamente si consideraba que la reunión había supuesto algún «avance», no lo negó tajantemente y se limitó a decir que se trata de un concepto «muy relativo», tras admitir que, aunque ha faltado trabajo de cocina, parece que es ahora cuando los partidos se van a anudar el mandil. En lo que coincidió con el PNV es que, de haber pacto sobre la reforma tributaria, debe estar listo en tiempo récord –a finales de junio, en poco más de un mes– para que, tras su correspondiente tramitación en Juntas Generales, pueda entrar en vigor el próximo 1 de enero y, sobre todo, incidir directamente en los Presupuestos de 2014, que, en el supuesto de que corrigieran la desviación de ingresos que ahora critican, los socialistas estarían en condiciones de apoyar.
En definitiva, el secretario general del PSE, cabeza de cartel en la carrera sucesoria del PSOE y considerado en Sabin Etxea como un obstáculo para cerrar un pacto de estabilidad con los socialistas, suavizó ayer el tono con Urkullu, aunque también criticó, como todos los demás, que no baje a la arena y delegue en los partidos la responsabilidad de hacer propuestas concretas y alcanzar acuerdos en torno a ellas. En todo caso, la distensión se hizo evidente y Ortuzar solo evitó confirmara «por si los demás se enfadan». Medios gubernamentales ahondaban después en esa impresión, convencidos de que la ciaboga del PSE para acercarse al PNV pudo comenzar ayer. En esa impresión se enmarcaría la convicción de Ortuzar de que habrá pacto fiscal en junio, al que en una lógica que está por ver –el PSE sigue colocando muy alto el listón– le seguiría algún tipo de entente de gobernabilidad en otoño.
Frente a ese aparente cambio cualitativo, toda la oposición se mostró muy crítica con un lehendakari al que ven deseoso de ejercer de árbitro en terreno embarrado y dejar que sean los partidos los que se reúnan y se desgasten en acuerdos improbables a cinco bandas. Precisamente, las reuniones de trabajo a las que ayer quedaron emplazados no serán ya tan multitudinarias, sino de formato «bilateral» para allanar el debate. De hecho, el Gobierno no llevó ninguna propuesta a la mesa, delegó la presentación de iniciativas concretas en el PNV y, seis meses después de la investidura de Urkullu, se limitó a desgranar un calendario de grupos de trabajo, comisiones específicas y otros equipos de debate que se prolongará hasta otoño.
Hasta entonces habrá que esperar para que se empiecen a poner propuestas sobre la mesa en asuntos tan peliagudos como el modelo de país, mientras el plan de redimensionamiento del sector público deberá esperar a julio. Para el mes que viene quedan los debates «más urgentes» a juicio del Gobierno, el fiscal, el de la protección social y el del empleo.
¿Para qué sirvió entonces la reunión de ayer? «Para repetir los mismos debates que en el Parlamento», en palabras de una gráfica Arantza Quiroga. De hecho, Urkullu no pudo evitar un chaparrón unánime de críticas de sus oponentes, que le echaron en cara que haya hecho «de no tomar decisiones una auténtica decisión» y que permanezca «paralizado», pese al «muy grave» panorama económico. Por eso, todos coincidieron en que, ante la «inacción» de Ajuria Enea, llevarán sus iniciativas a la Cámara vasca.
EL CORREO 22/05/2013