IGNACIO MARCO-GARDOQUI-El Correo

Desconozco quién es el autor de la frase. Yo se la oí hace muchos años a un vicelehendakari del Gobierno vasco. Para él, gobernar consistía en entretener. Me da la impresión de que los actuales dirigentes comparten la misma opinión. Vean lo sucedido esta misma semana. Entre la obligación de Bruselas de proceder a la reforma del sistema de pensiones, que hace aguas a la velocidad del Titanic, y el temor a que los 10 millones de pensionistas se revuelvan, el Gobierno ha decidido que lo más urgente es no hacer nada o, como mucho, hacer que se hace. Y ha contado para ello con la inestimable colaboración de empresarios y sindicatos. La fórmula es maravillosa. ¿Conseguirán las reformas solucionar las graves carencias financieras del sistema? Ni lo sueñe. El volumen de las pensiones subirá empujado por el IPC; el retraso de la edad de jubilación no será una obligación y quedará a criterio de cada interesado; y el factor de sostenibilidad, que tanto molestaba a quienes solo les interesa su sostenibilidad individual, se sustituye por una indefinida y difusa solidaridad intergeneracional que entrará en vigor en 2027. O más tarde si los gobernantes que vengan a continuación son tan listos como los actuales. Lo que sí conseguirán es que nadie se moleste. ¿A quién le preocupa que, como dice el Banco de España, cada pensionista reciba 1,74 euros por cada euro aportado? A nadie, angustian mucho más las manifestaciones de los pensionistas, no vaya a ser que se piensen el sentido de su voto. ¿Que el agujero crece? Pues nada, se traspasa a los Presupuestos y… nada por aquí, nada por allá, se volatiliza. Ya sabe que los Presupuestos sufren, pero no se quejan. Son estoicos.

Algo similar ocurre con los precios de la luz. El Gobierno ha ideado una reforma, entre cuyas virtudes no se encuentra la de abaratar los precios. ¿Problema? Ninguno, la reforma no se cambia, eso es un lío, solo se modifica el IVA, que se reduce, para mostrar el perfil más amable del Ejecutivo magnánimo. ¿Quién lo padece? Ya se lo he dicho, ¡hay que estar más atento!: el déficit, ese que se sufre en silencio, como si fuera una almorrana. Este año, ni siquiera le duele a Bruselas. El que viene, ya veremos; pero eso queda muy lejos.

Y así, con poco pan pero mucho circo, vamos tirando un rato más y podemos dedicar el cuerpo, entero, y una buena parte del alma, a la mesa bilateral. Una vez abolidas la revancha y la venganza y entronizada la magnanimidad, todo volverá a ser perfecto. Como él…