Podemos batalla consigo mismo

LUCÍA MÉNDEZ – EL MUNDO – 18/12/16

· Ésta es la historia de un grupo de profesores que fueron capaces de organizar y canalizar en las urnas la rabia de millones de españoles, pero que ahora no encuentran el camino para organizarse a sí mismos en un partido político dentro de las instituciones. La historia de un grupo que a fuerza de convertir la acción política en un juego de guerra con lenguaje de combate ha acabado por combatirse a sí mismo. La historia de una formación atrapalotodo que trasladó las emociones a la calle y que –siguiendo esa lógica– ha terminado por vivir dentro de una telenovela en la que el público llama a los protagonistas por su nombre de pila. Pablo e Íñigo.

Esta es la historia de un partido que, a fuerza de llevar la transparencia hasta sus últimas posiciones, ha acabado por hacer terapia de grupo diaria a la vista de todo el mundo. La historia de unos jóvenes que sacan sobresaliente en teoría política, pero que suspenden en las prácticas. La historia de un experimento surgido de la crisis de la democracia representativa que, según advertencia de su líder, Pablo Iglesias, el pasado mes de julio, puede tener éxito «o darse una hostia de proporciones bíblicas». Esta es la historia de Podemos.

Para saber de qué hablamos cuando hablamos de la crisis interna de Podemos hay que atravesar toda una intrincada selva de comunicados, cartas personales en abierto, tuits, ensayos, conferencias, intervenciones públicas, gestos conceptuales, mensajes de Telegram, de WhatsApp, directos televisivos y otras formas de comunicación no verbales. Incluso es necesario trazar los perfiles de Pablo Iglesias e Íñigo Errejón usando las pautas de la inteligencia emocional. Porque nada de lo que pasa puede entenderse sin recordar aquel 15 de marzo de este año, cuando ambos discutieron por la destitución de Sergio Pascual. El número dos castigó al número uno con 15 días de silencio –cualquiera sabe que el silencio duele más que los gritos– y el número uno acabó en el hospital con un cólico nefrítico.

Desde entonces todo ha ido de mal en peor, con sus respectivas pandillas echando sal en la herida. Un día discuten sobre si hay que poner cara de malo o de bueno. Y al día siguiente si se votan por separado los documentos y las personas o la regla matemática del sistema de elección de los cargos. Las sentidas apelaciones al «hermano, compañero, amigo» contenidas en las cartas que se han cruzado Iglesias y Errejón suenan huecas y llenas de un pasado que no puede volver.

Podemos nació desde la heterodoxia y no se despega de ella. Hay pocos precedentes de que el número dos de un partido haga el papel de bueno y no el de malo, como ha sido habitual en la política española. Íñigo Errejón, secretario político y portavoz parlamentario, encabeza el sector crítico al secretario general. Una realidad insólita. Alfonso Guerra rompió con Felipe González después de varias décadas juntos. Iglesias y Errejón se han separado en menos de dos años. Aunque no quieren firmar el divorcio definitivo para no dañar de forma irremediable a su criatura política.

Y después de las personas, viene el lenguaje. El profesor de Antropología Manuel Delgado ha escrito un libro de tintes críticos titulado Ciudadanismo acerca de los movimientos sociales de protesta donde, sostiene, han ido a parar los restos del naufragio de todas las izquierdas. Delgado destaca la habilidad de Podemos para «manejar un dialecto lleno de nociones oscuras o usadas oscuramente y que pueden significar cualquier cosa. ‘Empoderamiento’, ‘hegemonía’, ‘poder constituyente’, ‘el común’, ‘subjetividades’, ‘multitud’, ‘intelectual colectivo’, ‘performatividad’, ‘poder popular’, ‘los que faltan’, ‘los más’». Y añade que «los políticos ciudadanistas encuentran en la superficialidad de las redes sociales un espacio ideal en el que desplegar su actividad para formar parte de la sociedad del espectáculo, aportándole un ingrediente de acidez radical». El lenguaje que usan con naturalidad los dirigentes de Podemos sólo está al alcance de los que han leído a Negri, Laclau, Naomi Klein, Chomsky, Chantal Mouffe y demás teóricos del populismo en distintas variantes.

Curiosamente –o tal vez no–, han sido dos intelectuales de referencia –uno de cada sector– los que han alertado en estos días a los jóvenes dirigentes de Podemos del peligro que corre la organización con este dialecto, al enmascarar la pelea por el poder interno con diferencias ideológicas que «la gente» no entiende. Santiago Alba Rico, escritor y filósofo ahora alineado con Íñigo Errejón, dio una sentida voz de alarma en el digital Cuarto Poder. «¿Es este el partido de la gente normal? La generación mejor formada de la Historia de España, capaz de ilusionar a millones de personas, se revela también como la más inmadura e infantil y la más convencional e irresponsablemente de izquierdas. Esa izquierda que siempre ha sabido cumplir con su misión histórica de suicidarse en el momento justo». «Está en juego la supervivencia de Podemos», concluye Alba Rico.

Manuel Monereo, intelectual de cabecera de Iglesias, dijo algo parecido en el eldiario.es: «Hemos entrado en un túnel de interiorización. Hay que hacer hermenéutica del lenguaje para entender de qué diferencias estamos hablando. Cómo elegir a la dirección. Eso no interesa a nadie. Entiendo la dificultad de un inscrito para discernir de qué se está debatiendo realmente».

No obstante, tanto Monereo como Alba Rico pusieron el dedo en la llaga de las disputas, que no es otra que la figura y el papel de Pablo Iglesias como indiscutible líder de Podemos. Monereo acusa a los críticos de erosionar el liderazgo de Iglesias colgándole la etiqueta de autoritario y prepotente. Alba Rico advierte sobre las excesivas competencias que ha absorbido Iglesias para él sólo. Los partidarios del número dos creen que el líder pretende atrincherarse y eso llevará a Podemos a convertirse en una Izquierda Unida un poco más grande. Mientras los seguidores del número uno creen que el llamado errejonismo está siendo utilizado por todos los poderes fácticos para domesticar a Podemos. Y así es como se presenta Vistalegre II.

LUCÍA MÉNDEZ – EL MUNDO – 18/12/16