Podemos, el malestar y las teles

ABC 03/03/15
EDURNE URIARTE

· Ahora, la duda es en qué medida la interpretación y el liderazgo del malestar están bajo la batuta de Podemos o de sus admiradores mediáticos

SUSANA Griso les dijo ayer a los tertulianos de su debate que ellos, los «periodistas tradicionales», no supieron «recoger el malestar de la gente y Podemos, sí». O que Podemos no es una creación de las televisiones, defendió Griso, sino la consecuencia de su propia capacidad para entender el enfado social. Pues sí y pues no, matizaría la reflexión de Griso.

El auge, por ejemplo, del ultraderechista Frente Nacional francés demuestra que es parcialmente cierto lo afirmado por Griso. Los medios franceses no hacen la ola al FN y, sin embargo, ahí está, encaramado a los primeros puestos de intención de voto. Aún más, la derecha moderada francesa tampoco hace la ola al FN como sí se la hace parte de nuestra izquierda moderada a Podemos y ni eso impide su ascenso. Una y otra vez, los ciudadanos demuestran que son capaces de llevar la contraria a los medios de comunicación. Por ejemplo, en España, cada vez que votan masivamente por el PP, toda vez que la mayoría de los medios y de sus periodistas se sitúan más cercanos a la izquierda que a la derecha. Si fuera por lo que dicen los medios, gobernaría eternamente el PSOE, o una alianza entre el PSOE, IU y Podemos.

Pero aquí viene la otra parte de esa historia, tan difícil de medir para la Ciencia Política. Y es eso de quién crea, define y alienta el malestar social. Los hechos, en primer lugar, la crisis, el paro y la corrupción. Pero, a continuación, viene la asignación de responsabilidades. La interpretación de los hechos. La valoración de lo correcto y de lo incorrecto. Y, en ese terreno, muchos medios gustan de apuntarse a las interpretaciones populistas, aquellas de que el culpable es siempre el político y jamás el ciudadano. Sobre todo, porque los medios viven, vivimos, del apoyo popular, como los partidos políticos, y tenemos la tentación de decir a la gente aquello que quiere oír.

Lo anterior puede ser echar la culpa de los males al exceso de inmigración, a las élites y a la Unión Europea, ultraderecha francesa, o a la casta, a los ricos y a la derecha, la ultraizquierda española, o a los gobiernos alemán, español y portugués y a la troika, la ultraizquierda griega. Variantes todas ellas del populismo de la irresponsabilidad de la sociedad civil. Con la diferencia de que los mismos medios españoles que recogen el malestar de la sociedad y la sensibilidad de Podemos jamás recogerían la sensibilidad del Frente Nacional. Por mucho que haya conectado con una buena parte de los franceses.

Bastantes medios se afanaron, por ejemplo, por convertir a Teresa Romero, la enfermera que contrajo el ébola, en una víctima de los políticos, de la «casta», que diría Podemos, y en una heroína. A pesar de que sabían desde el primer minuto que Romero se había contagiado en un descuido y, sobre todo, que tuvo la irresponsabilidad de ocultar a su médico de cabecera su contacto con la enfermedad. Decir lo anterior era un atrevimiento, una provocación. Porque los medios querían transmitir a los ciudadanos lo que, parecía, éstos deseaban oír. Que la culpa era del PP y de los políticos. Había malestar, pero hubo una interpretación. O un liderazgo del malestar, incluso contra los hechos.

Ahora, la duda es en qué medida la interpretación y el liderazgo del malestar están bajo la batuta de Podemos o de sus admiradores mediáticos que son muchos a diferencia de los de la ultraderecha.