Isabel San Sebastián-ABC
- Si de Iglesias, Montero y demás cómplices de Rusia dependiera, Ucrania habría sido entregada a Putin como tributo de sumisión
La brutal invasión de Ucrania ordenada por Vladímir Putin está poniendo al descubierto lo mejor y lo peor de cada casa. Entre las sorpresas positivas destaca la reacción de la Unión Europea, que no ha dudado en alinearse con la nación agredida y ya le presta un valioso socorro no solo en el terreno humanitario o económico, sino con ayuda militar efectiva. Podría hacer más, desde luego. Como demostración de su respaldo incondicional a la democracia y la paz atacadas por el matón ruso, debería tramitar la solicitud de ingreso cursada por el presidente Zelenski con extrema urgencia, en aras de aprobarla en cuestión de semanas, no años. Sin embargo, la celeridad y contundencia desplegadas por Bruselas en respuesta a la ofensiva conquistadora lanzada contra un país soberano nos da la razón a quienes siempre hemos sostenido que la UE es lo mejor que le ha pasado a Europa y a España en muchos siglos de historia. Pese a sus carencias y errores, a su burocracia excesiva y a su escasa agilidad, ese formidable edificio político construido con el propósito de amparar nuestro modelo de progreso constituye un patrimonio que es menester defender con uñas y dientes de quienes pretenden aniquilarlo por la fuerza de las armas o de los que alimentan con su discurso una eurofobia perversa que cala en la sociedad hasta minar sus cimientos. La Europa unida es nuestro hogar, nuestra ciudadanía, la herencia de nuestros hijos.
Frente a la rápida movilización de los veintisiete y a la increíble valentía del pueblo ucraniano, cuya fiera resistencia al invasor nos brinda una lección de dignidad impagable, la vileza exhibida por Podemos resulta no solo nauseabunda, sino intolerable, habida cuenta de que ese partido forma parte del Gobierno de España. Los socios de Sánchez estiman que «las armas no pararán los pies a Putin» y apuestan por «la diplomacia», como si esa vía no hubiera quedado agotada tras meses de diálogo estéril antes de ser cegada a sangre y fuego por la bárbara acometida del tirano contra civiles indefensos. Los lacayos comunistas del antiguo espía soviético vienen a decir que el destino de los ucranianos es aceptar el yugo ruso o morir aplastados por sus tanques. Si de Montero, Iglesias, Belarra, Echenique y demás cómplices de Rusia dependiera, Ucrania estaría sola, abandonada por todos, entregada a su voraz vecino cual tributo de sumisión pagado con el vano empeño de aplacar a la bestia hambrienta y de paso facilitarle la tarea de liquidar nuestras libertades. La miseria moral de Podemos solo tiene parangón en la de su amo del Kremlin. Su presencia en el Ejecutivo es un caballo de Troya tremendamente peligroso que socava los últimos restos de nuestro prestigio patrio. Una vergüenza. Una indecencia.