José Antonio Zarzalejos-El Confidencial

  • Desde que Iglesias pidió «respeto» para los morados, el partido recupera su autoestima, disputa el liderazgo a Díaz y logra que Sánchez se adhiera a las tesis del desmantelamiento del bloque de constitucionalidad
Fue el 15 de marzo de 2021. Por sorpresa, sin que trascendiera previamente, Pablo Iglesias, cofundador de Podemos, anunció que abandonaba la vicepresidencia segunda del Gobierno de Pedro Sánchez, que encabezaría la lista por Madrid en las autonómicas adelantadas del 4 de mayo de ese mismo año y que dejaba en manos de Yolanda Díaz —a la sazón ministra de Trabajo— la organización para que ella liderase la lista morada en unas próximas elecciones. 

Juan Carlos Monedero (Madrid 1963), cofundador del partido, durante un tiempo su secretario de Proceso Constituyente y Programa, politólogo y profesor de la Universidad Complutense y, seguramente, el referente de Podemos que tiene una mayor presencia en Latinoamérica, sitúa en esa decisión de Iglesias lo que él denomina «el pecado original». Considera que la decisión fue «equivocada» porque se adoptó sin debate interno —Díaz no tenía y no tiene el carné de la formación—, no se convocó una Asamblea y la organización se quedó en shock. Era duro digerir de un golpe que el líder máximo del partido borraba de un plumazo su propia trayectoria: diputado, ministro y vicepresidente, retirándose de la dirección para pasar a encabezar una lista en los comicios autonómicos madrileños. El mensaje fue demoledor.

Yolanda Díaz contra Podemos

Monedero sostiene que pronto Yolanda Díaz comenzó a «meter la pata». La primera vez que lo hizo «fue en noviembre de 2021 en Valencia» en el acto en el que se reunió con Mónica Oltra (Compromís), Mónica García (Más Madrid), Fátima Hamed (Coalición por Melilla) y Ada Colau (Comuns). Aquel acto supuso —sigue Monedero— «un punto de inflexión» porque Yolanda inició un proceso que en su propósito buscaba la dilución de Podemos, excluyéndole de todo protagonismo.

Mucho más claras resultaron las imposiciones de Díaz en las elecciones andaluzas de junio pasado que «hartaron» a los dirigentes y militantes de Podemos. A partir de ahí, en la organización comienza un proceso de superación del shock causado por la marcha de Pablo Iglesias. Monedero asegura que esa recuperación se produce también porque «hay un intento de acabar con nosotros» y cita episodios que a su juicio así lo acreditarían, por ejemplo, los audios de Villarejo («nosotros matamos a Monedero») que se publicaron el pasado mes de julio en los que se destapaba la publicación especulativa de una supuesta y no acreditada cuenta de Iglesias en las Islas Granadinas. Estos hechos y el «ninguneo» de la vicepresidenta segunda, comienzan a despertar la identidad de pertenencia en Podemos de sus cuadros y militantes y el partido le traslada a la vicepresidenta segunda que «no tiene carta blanca». Mientras, ella persiste en omitir la presencia de los morados y no «convoca al espacio confederal».

Los hitos que empoderan a Podemos

Los desencuentros entre Yolanda Díaz y las dirigentes de Podemos se producen también en el ámbito gubernamental. Además de su gestión en las listas de Andalucía, dirigentes del partido morado consultados señalan cómo la vicepresidenta se inclina sistemáticamente por políticas contrarias a la formación, amparándose en los ministros Garzón y Subirats: el planteamiento español en la invasión de Ucrania y sobre todo, en lo que ha podido ser un casus belli en el Consejo de Ministros y en el Congreso: la negativa de los socialistas a incluir a Victoria Rosell en la lista de vocales del Consejo General del Poder Judicial, cuando pareció que el acuerdo para la renovación del órgano de los jueces entre Sánchez y Feijóo podía prosperar. 

Monedero y otros dirigentes consultados de la izquierda que cohesiona el grupo confederal de Unidas Podemos aseguran que, de haberse votado en el Congreso la renovación del CGPJ, todos los diputados de Podemos —otra cosa sería los de Izquierda Unida— habrían votado en contra. Monedero se apoya en cómo ha «quedado en evidencia» Sánchez con los nombramientos de Juan Carlos Campo y Laura Díez como magistrados del Constitucional, para lo que el PSOE no ha contado con sus socios gubernamentales.

Según algunas de las fuentes consultadas —que no son unánimes en la apreciación— Podemos se ha sentido incómodo con la reforma a la baja de la malversación impropia, pero ha conseguido que se introduzca un nuevo tipo penal de enriquecimiento ilícito para los políticos, a iniciativa también de ERC, y limitar el delito de desordenes públicos agravados para que no afecte a los piquetes en las huelgas y en las manifestaciones populares. 

Las mismas fuentes consultadas por El Confidencial transmitían la satisfacción de que «nuestras tesis para desanudar el control de la derecha sobre el Poder Judicial hayan ya comenzado a prosperar, rebajando la mayoría cualificada del Consejo para nombrar magistrados del Constitucional y privando al Tribunal de un auténtico derecho de veto mediante la supresión de la verificación de la idoneidad de los candidatos que actualmente le atribuye su ley orgánica». Entiende que así Sánchez asume el criterio de Podemos que ya planteó la supresión de las mayorías cualificadas para la elección de los vocales del Consejo y que considera que la «judicatura está dominada por un conservadurismo machista» al que siguen atribuyendo las rebajas de penas y las excarcelaciones al amparo de la ley del solo sí es sí. En unas semanas, Sánchez «pisa por el camino que le trazamos». La satisfacción por estas reformas de las tres leyes orgánicas (Código Penal, del Poder Judicial y del Tribunal Constitucional) se registra especialmente en los comunes, cuyo líder parlamentario, Jaume Asens, habría «logrado todos los objetivos en relación con Cataluña solo a falta de una consulta popular».

Díaz, hacia la formación de un partido

Todas las fuentes consultadas, incluido Juan Carlos Monedero, creen firmemente que Yolanda Díaz está formando un partido y no una mera plataforma. La organización habría recibido informaciones de cómo organiza la política gallega sus actos fuera de Madrid. Concretamente citan el más reciente en el País Vasco. Los promotores contactaron con el jefe de filas de Podemos allí, Roberto Uriarte, le pidieron que movilizase a la gente para que acudiera y luego «le sentaron en la quinta o sexta fila». 

Monedero considera lógico que Díaz pretenda un partido porque «sin partidos no vamos a ningún lugar y porque las plataformas son cesaristas, personalistas y coyunturales» y no bastan los medios de comunicación. Varios dirigentes de Podemos consultados son de la misma opinión: las plataformas ciudadanas son útiles para momentos concretos —fueron muy eficaces para lograr espacios de base municipal en 2019— pero carecen de permanencia y de organicidad, de tal manera que, si Sumar de la vicepresidenta pretende aunar colectivos sin articular una organización consistente, «se equivoca por completo»

«Todas las fuentes consultadas, incluido Monedero, creen firmemente que Díaz está formando un partido y no una plataforma» 

Según Monedero, Díaz es una «política profesional» y subraya que acudir separados —ella por su lado y Podemos por el suyo— es un «suicidio». Aduce que los «politólogos llevamos tatuado el principio de la correlación de fuerzas y será este sintagma el que se imponga en las próximas elecciones generales», aunque reconoce que hay fuerzas en la izquierda que prefieren ser «cabeza de ratón en vez de cola de león», en referencia al partido de Iñigo Errejón que se negó a concurrir en las autonómicas de Madrid con la lista de Unidas Podemos, obteniendo aquel con Mónica García un extraordinario resultado (segunda fuerza con 24 escaños) y pésimo la lista que encabezó Iglesias (quinta fuerza y 10 escaños).

La universidad de otoño de Podemos

La izquierda a la izquierda del PSOE, todo un archipiélago de partidos es consciente de que «separados no sumamos» y que, aunque en este momento la unidad de acción parece lejana «todo está abierto». No obstante, Juan Carlos Monedero desvela que la «prioridad de Podemos en este momento es hacer partido». Salidos del shock de la retirada de Iglesias, los cuadros morados se están recomponiendo. El 28 de mayo próximo, el partido se va a presentar en todos los lugares que pueda, por una parte, y por otra, se va a reforzar la «estructura que necesita Ione Belarra». En Podemos existe la consciencia de que hay sectores de la izquierda «identitarios» (por ejemplo, en el PCE) que prefieren no gobernar porque hacerlo les diluye en sus convicciones y les obliga a un incómodo pragmatismo.

No es el caso de los morados. «Yolanda Díaz ha estado levitando», dicen y ahora toca pasar «de las musas al teatro». Podemos se marcó un hito en la Universidad de Otoño cuando Pablo Iglesias —lo hizo también en la SER— pidió «respeto» para su organización en referencia a los desplantes de Díaz y aseguró que profesarlo a su partido «es condición para el éxito de la izquierda». También fue expresivo sobre «aquellos que piensan que les basta la progresía mediática» y esgrimió encuestas que dimensionan a Podemos como el partido de mayor envergadura de ese espacio. Al tiempo, Iglesias emplazó a la vicepresidenta a que aclarase sus propósitos. Yolanda Díaz no asistió a ninguna de las sesiones de la Universidad de Otoño de Podemos y hasta no se dio por aludida, pero el discurso de Iglesias «fue un punto de inflexión en la autoestima del partido».

Belarra, Montero e Iglesias

En estos momentos, Podemos se basa en el liderazgo interno de Belarra —»es ordenada, metódica y habla con los demás ministros— y el «carisma» de Irene Montero que ha sabido aprovechar el ataque de Vox («su mérito es estudiar a Pablo Iglesias»), el apoyo de Sánchez que no le ha desautorizado en la ley del solo sí es sí, aunque haya sugerido alguna mejora técnica de la norma, y el «empoderamiento» de su discurso espetando al PP y a Vox su dependencia de la «cultura de la violación». Un discurso parlamentario que «enardeció a nuestra gente». 

Podemos está dispuesto a plantar cara a Yolanda Díaz y negociar con ella, pero no está entregado a su liderazgo, ni por la labor de diluirse en Sumar. Se confía en que la vicepresidenta «gire en algún momento» para que «finalmente haya acuerdo». En todo caso, dicen, «tiene que tomar una decisión antes de las municipales y autonómicas» porque «no vale hacerlo a la vista de los resultados en los que ella, si son malos, se declarará ajena». Las fuentes consultadas esgrimen la encuesta publicada por El País el pasado día 6 según la cual, si la izquierda acude unida a las elecciones generales lograría hasta 57 escaños que, con los de los independentistas vascos y catalanes y otros grupos más pequeños, podrían evitar que gobernase PP y Vox. Estas fuentes creen que «Díaz ha perdido ya la iniciativa y debe sentarse a negociar y hacerlo con Podemos, respetándole».

Muy al contrario, opinan los partidarios de la vicepresidenta que creen que esa encuesta hace bueno el diagnóstico de que ella y su movimiento son el eje central del espacio de la izquierda. En todo caso, sus adversarios y sus partidarios niegan la posibilidad de que ella, sola o con Sumar, se incorpore a las listas del PSOE. 

Por su parte Iglesias —al que Monedero tacha de «caprichoso a veces»— no va a volver a la política activa. En noviembre, después de dos intentos, ganó una plaza de profesor en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Complutense con 7,5 puntos, dos más que el siguiente candidato («mi gran ilusión siempre ha sido ser profesor», tuiteó) y se dedicará a la docencia y a los medios de comunicación. Tiene un proyecto audiovisual en ciernes con Jaume Roures y es colaborador de otros desde los que imparte doctrina, estrategia y lanza discursos que otros dirigentes del partido no pueden permitirse. Algunos le reprochan que ha estado en política «como en un Erasmus» y sostienen que «él construye mejor su figura personal que la del partido». Un hombre que quiere que le quieran, dicen, y que pretende un espacio de confort y lo ha encontrado porque para ser líder de un partido «hay que tener una generosidad de la que él carece».

La coalición no se rompe

Juan Carlos Monedero descarta que la coalición naufrague: «El que rompe, paga», sostiene y esgrime el caso de Portugal cuando el Bloco de Esquerda en octubre del pasado año se negó a secundar los presupuestos de Antonio Costa y el Partido Socialista obtuvo mayoría absoluta. En todo caso, si el Gobierno de coalición naufraga será «porque los socialistas nos han echado, no porque nosotros hayamos roto». La hipótesis de la ruptura ha devenido en los últimos días más inverosímil que nunca por el empoderamiento de Podemos ante el propio Sánchez y porque Yolanda Díaz no asumiría su marcha: su proyecto, grande o pequeño, con o sin Podemos, necesita de la plataforma gubernamental.

En todo caso, si la coalición naufraga será «porque los socialistas nos han echado, no porque nosotros hayamos roto», sostiene Monedero 

En la misma tesis —el aguante de la coalición— coinciden otros dirigentes de partidos de la izquierda, pero que son muy reacios a aceptar la hegemonía de Podemos en su espacio, aunque comprueban que, efectivamente, la organización se está revitalizando, aunque «no se sabe que saldrá de esa descarga de adrenalina en Irene y en Pablo». Compromís mantendrá su colaboración con Más País-Más Madrid que a su vez ayudará también la Chunta Aragonesista, pero sin expectativa de una unidad de acción con Podemos ni en Madrid ni a nivel general. 

Desde esos partidos se le niega a Podemos su carácter articulador del espacio de izquierda –»si va solo no supera el 7%», aseguran— y observan riesgo de que «quieran matar a Yolanda». No creen en el liderazgo de Montero y suponen que será Iglesias «el que siga marcando el paso». Y en cuanto al Gobierno de coalición, afirman que «se ha convertido en un tripartito» en el que la colisión con Yolanda Díaz por parte de Belarra y Montero es «brutal». Sánchez, por eso, empieza a inquietarse porque quiere fuerzas a la izquierda del PSOE que —aunque distanciadas— tengan capacidad de cohesión para apoyarse en sus resultados y reeditar la actual legislatura. Ampara a Montero, cuida a Díaz, les deja que choquen, pero —dicen la fuentes consultadas— «hasta cierto punto». En ese sentido las dos semanas parlamentarias previas al final de este periodo de sesiones, serán decisivas.